Por Agustín Peña Cruz*
Tampico, Tamps.- En una declaración cargada de indignación y esperanza, el presidente de
la Unión de Jubilados y Pensionados del Republicano Ayuntamiento de Tampico, Servando
Mata Trejo, lanzó un urgente llamado a la alcaldesa Mónica Zacil Villarreal Anaya: escuche
el clamor de los más olvidados. El mensaje, aunque directo, encierra una paradoja que
hiere la conciencia: en pleno siglo XXI, en una ciudad que presume de modernidad y visión
humanista, hay adultos mayores que sobreviven con apenas 500 pesos por quincena.

La cifra, por sí sola, es una denuncia. Comparado con el salario promedio mensual en Cuba
—aproximadamente 600 pesos mexicanos (30 dólares)—, los pensionados de Tampico
viven en condiciones similares, o incluso más precarias, dentro de un sistema económico
supuestamente más sólido. En México, esa cantidad representa no sólo una afrenta a la
dignidad, sino una violación tácita a los principios de justicia social consagrados en la
Constitución.
«Estamos viviendo la última etapa de nuestra vida… merecemos morir con dignidad», dijo
Mata Trejo, con voz firme y serena, consciente de que sus palabras hablan por decenas.
Son más de 100 jubilados los que integran la Unión, y al menos 10 más se encuentran en
espera de incorporarse formalmente al régimen de pensiones, estancados por omisiones
administrativas del gobierno municipal.
La presidenta municipal, Mónica Villarreal, quien en sus años como regidora prometía un
rostro más humano del servicio público, ha sido interpelada en numerosas ocasiones para
conceder una audiencia formal, y cumplir con el artículo 8 constitucional (el derecho a
petición). Pero, como narran los propios afectados, lo que han recibido son “atenciones de
banqueta”, evasivas y cancelaciones de último minuto. La reunión agendada para el pasado
22 o 23 fue cancelada el mismo día, mientras que los oficios entregados en persona siguen
acumulando polvo en la burocracia.
No es sólo el abandono, sino también el agravio. Los pensionados no cuentan con una
oficina digna para reunirse. Aunque se les prometió un espacio modesto, en la calle 20 de
Noviembre entre Carranza y 10 Mirón —una petición más que razonable—, la respuesta de
la Dirección de Servicios Generales fue tajante: “es demasiado grande para ustedes”.
Cuatro meses después, esa oficina sigue sin ser entregada, a pesar de las órdenes
expresas que, según Mata Trejo, la alcaldesa giró para habilitarla.
Más allá de lo simbólico, la situación tiene consecuencias palpables: hambre, enfermedades
sin atender y un sentimiento profundo de discriminación. Los viudos y viudas de
pensionados, por ejemplo, reciben apenas 250 pesos cada quincena. ¿Cómo se puede vivir
—mucho menos envejecer— con esa cantidad? La medicina especializada, indispensable
en estas edades, brilla por su ausencia. El Hospital Canseco apenas ofrece cobertura
general, y las canalizaciones a especialistas son esporádicas, insuficientes o nulas.
En administraciones anteriores, como la encabezada por la profesora Magda Peraza, los
jubilados contaban con convenios hospitalarios, opciones de reembolso médico e incluso
apoyo para atención inmediata. Hoy, la promesa de un “gobierno humanista” no sólo ha
quedado incumplida: ha devenido en una farsa cruel. Una incongruencia, sostiene.
“La palabra es discriminación”, sentencia Mata Trejo. Y no exagera. La ausencia de
respuesta, el desdén institucional y la falta de empatía hacia quienes dedicaron décadas al
servicio público configura una forma de exclusión inaceptable.
Resulta inevitable preguntarse: ¿dónde quedó la Mónica Villarreal que prometía un Tampico
con rostro humano? ¿Dónde está la congruencia entre el discurso y los actos?, se pregunta
el líder de los pensionados.
Mientras los sindicatos mayoritarios —el «Guinda» y el «Rojo»— gozan de instalaciones,
apoyos y diálogo, los jubilados municipales apenas tienen voz, ni espacio físico para ejercer
sus derechos básicos de organización. Si el principio rector de Morena es “primero los
pobres”, ¿por qué se desatiende a los más vulnerables del sistema?, expresa con firmeza
Mata Trejo.
La historia que cuenta Servando Mata no es la de un solo hombre, sino la de un sector
postergado, invisibilizado por el aparato institucional. Son voces que no piden caridad, sino
justicia. Exigen ser escuchadas, y con urgencia. Porque cada día que pasa, para ellos —los
que envejecieron sirviendo al municipio—, es un día más de precariedad, de enfermedad,
de silencio.
Y en ese silencio, es el gobierno el que grita su verdadera cara.
- El Autor es Master en Ciencias Administrativas con especialidad en relaciones industriales, Licenciado
en Administración de Empresas, Licenciado en Seguridad Pública, Periodista investigador independiente
y catedrático.