Reflector/Gilda R. Terán.
Diariamente vemos noticias desoladoras de almas cautivas, atormentadas,
atribuladas, que se encuentran como atrapadas sin salida, que se quitan la vida,
para cortar de tajo momentos cruciales.
Sin duda alguna que el suicidio es un problema de salud pública, y es que
personas con afectaciones mentales, emocionales, espirituales, otras con
problemas sociales, económicos, amorosos, etc. recurren a esta salida, no hay
una causa única ni tampoco un grupo especialmente afectado, a la par países
ricos y pobres se enfrentan a un grave problema que se puede prevenir, tal y
como señala la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El impacto de este tipo de muerte, en las familias, amigos y comunidades es
devastador y de amplio alcance, desafortunadamente, a pesar del incremento
en investigación y conocimiento sobre este problema y su prevención, el tabú
y el estigma a su alrededor persiste y con frecuencia las personas no buscan
ayuda por sí solas.
Entre otros factores que contribuyen a la conducta suicida, pueden ser hechos
como los desastres naturales, la guerra y los conflictos armados destruyen el
bienestar social, familiar y la seguridad financiera y laboral de las personas,
tomando en cuenta el estrés que generan estas situaciones y su impacto en la
salud hace que muchas personas quieran acabar con su vida.
La muerte en esta forma es una tragedia; porque después de que ocurra es
muy difícil que el entorno de la víctima (padres, cónyuges, amigos, etc.) no se
hayan planteado si podría haber hecho algo más, si tiene cierta
responsabilidad, es un tránsito difícil y el duelo varía de una persona a otro,
hay que hacer esfuerzos en este terreno.
No se puede dejar de lado a los seres queridos de la persona que se ha optado
por esta salida, el suicidio es, probablemente, la muerte más desoladora que
existe, a los familiares, además del dolor de la pérdida, les queda con
frecuencia saber el motivo real del fallecimiento y el sentimiento de culpa
por lo que se pudo haber hecho y no se hizo.
En este sentido el Gobierno del Estado, se une a la Campaña Nacional de
prevención del suicidio denominada “Dale color a tu vida” cuya meta es
fortalecer el estado de bienestar mental de las personas.
Aquí con las pilas puestas, el Secretario de Salud Vicente Hernández
Navarro, tiene todo dispuesto para arrancar este 28 de marzo estas tareas
preventivas del suicidio.
Así que el Depto. De Salud Mental y Adicciones de esta Secretaria, tiene
preparadas ponencias, y una gama de actividades para que la sociedad se
involucre en estos temas y conozca señales de alarma, harán visitas a planteles
educativos entregando trípticos y folletos, para una mayor información sobre
el suicidio.
EL PODER DE LA FE.
Cuando todo parece terminarse y el panorama es de lo más oscuro, cuando la
vida parece haber perdido su significado y no hay más nada que hacer; cuando
nos sentimos acorralados por fuerzas superiores a las nuestras, surge la
esperanza como recurso final para encontrar un nuevo rumbo.
Cuando la tenemos se desencadena en nosotros un deseo de luchar, un ánimo
especial para afrontar cada una de las actividades cotidianas, incluso las más
difíciles.
Ella nos permite adquirir el fuerte deseo de seguir adelante cuando nuestras
fuerzas nos abandonan y la voluntad necesaria para renunciar a nuestros
sueños aun cuando el camino es una cuesta casi imposible de remontar.
Es por eso que la esperanza da sentido a la vida, ya que es un detonante para
ponernos en marcha y enviarnos a trabajar con fuerza detrás de un ideal.
En la práctica trabajamos, nos movemos y actuamos porque tenemos la
esperanza de llegar a alguna parte, de lograr un objetivo, de alcanzar una meta
o hacer realidad un sueño.
De tal forma que nos ayuda a soportar ciertos momentos de la vida en que la
dificultad amenaza con destrozarnos el cuerpo y el ánimo. Además, nos brinda
consuelo como un bálsamo en la herida y nos ayuda a pasar esos momentos de
angustia en que parece que todo terminará y no resistiremos.
Cuando tenemos fe se apodera de nosotros la convicción de que nuestro deseo
ya ha sido concedido, es por esta razón que creer es la base de la esperanza
porque la convicción y certeza es su sustento.
[email protected]