La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

La tragedia del incendio en Altamira, Tamaulipas, desnuda la fragilidad en que se encuentra la población, ante ese tipo de desastres, por la improvisación y falta de previsión de la autoridad municipal. Sí: el alcalde, Armando Martínez Manríquez, dejó ver sus prioridades: las obras de relumbrón, las obras de mayor rentabilidad para sus contratistas amigos y la dirección del gasto público a superficialidades soslayando las verdaderas prioridades de las mayorías.
En una zona industrial, como lo es este municipio, es una aberración que no cuente con un equipo de bomberos. Es un lugar, potencialmente de alto riesgo por su dinámica fabril. Dejar, este tipo de responsabilidades a la sociedad civil, como lo fue por décadas, es una irresponsabilidad,
Por años, la autoridad municipal trató a los bomberos con desdén. Ellos, se proveían de recursos en campañas de solidaridad de la población. Los alcaldes, sólo cuando sucedía un siniestro, como el ocurrido, se acordaban de los tragafuegos; o el día del bombero, era una fecha para recordar su heroicidad y su trabajo encomiable.
Justamente, es lo que ocurre en Altamira.
Hoy se dimensiona su labor; pero a toro pasado las cosas siempre pudieron ser mejor. Cientos de altamirenses, sufrieron los efectos de las llamas ante la paradoja de estar rodeada por agua, pero carecer de las máquinas de bombeo especializadas de los bomberos.
Miles de millones de pesos, han sido ejercidos por Martínez Manríquez, sin que esa prioridad haya sido vista. Va por su cuarto año de gobierno en la ciudad, y lo que se ve no se juzga.
Los 30 o 40 millones que cuesta un moderno camión de bomberos, es un gasto que no se puede desviar de sus propósitos para beneficiar a su familia –esposa e hijos– en un uso patrimonialista del erario.
La quemazón pudo ser fatal.
Afortunadamente, los bomberos vecinos y los bomberos de las grandes factorías que operan en Altamira apoyaron a la ciudad. Si no hubo bajas de la población civil, fue un milagro. El fuego se quedó a orillas de populosas colonias.
Cientos de afectados, no sólo por el denso humo, sino por el pillaje realizado por los oportunistas de siempre. Armando, no tuvo ni la idea de proteger los bienes de los afectados que fueron revictimizados por los ladrones que vieron la oportunidad de sacar raja de la situación de vulnerabilidad de los pobladores.
Para muchos ciudadanos, la tragedia fue mayor.
Sobre todo, para lo que menos tienen.
Estufas, colchones, y hasta pantallas de televisión, cambiaron de manos.
Ni la policía ni la Guardia Nacional, fue alertada de la situación.
Existe una entidad llamada Protección Civil; sirvió para maldita la cosa.
En mucho, el alcalde es el mayor responsable.
¿Sería mucho pedir, que rediseñara el presupuesto con sentido social y no con visos de urgencia familiar?
Este es uno de los presidentes municipales, que avergüenza a la IV T.