Golpe a golpe

Por Juan Sánchez Mendoza

Culpar a sus vecinos municipales de Pánuco y Pueblo Viejo (Veracruz), del clima de inseguridad pública que registra la zona sur de Tamaulipas, no es, de ningún modo, una justificante valedera a la incertidumbre social que hay en la comarca como acusa el alcalde de Ciudad Madero, Erasmo González Robledo.

El problema de la violencia territorial, es real. Entre otros, que impiden, o dificultan el proyecto del Programa Metropolitano Interestatal Tampico, en donde aparecen aliados Tampico Alto, Aldama, González, Altamira, Ciudad Madero y Tampico (Tamaulipas), con los dos veracruzanos citados al inicio de este comentario.

En su encuesta más reciente –correspondiente a diciembre de 2024–, bajo el tema’ seguridad pública urbana’, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) refiere que en la zona sur de Tamaulipas se incrementó la inseguridad pública, en relación a su medición similar del 2023.

Esto, obviamente, no le cayó bien al edil maderense, por lo que solicita públicamente que el INEGI determine por municipios cuál es el más seguro de esa zona y cuál es el más inseguro.

Su observación no abona a la integración interestatal; y menos cuando se ha dejado sin participación directa a los ayuntamientos aliados en lo que será la centésima primera edición del ‘Carnaval Tampico’, que tendrá lugar del día 27 del mes en curso al tres de marzo próximo.

Por eso es necesario rediseñar el programa, aunque esté avalado por el secretario de Turismo estatal, Benjamín Hernández Rodríguez, quien es el responsable gubernamental de sacar avante la festividad, que espera la visita de alrededor de 50 mil personas.

En el caso de Erasmo, éste debe atender lo relacionado a los abusos de su personal de Tránsito municipal, pues transitar en vehículo automotor por calles y avenidas de Ciudad Madero sin ser molestados por los agentes viales, no es tarea sencilla, pues los uniformados parecen tener patente de Corzo para extorsionar a los conductores.

Igual ocurre en Altamira, donde el edil, Armando Martínez Manríquez, tolera los abusos de los agentes de tránsito, o los solapa, pese a existir un mar de denuncias en contra de estos por víctimas que han osado cruzarse en su camino cuando transitan con destino a Ciudad Madero y Tampico, o al orientar su viaje hacia el centro del estado.

¿Quién no ha sido presa de esos uniformados?

Ojalá ambos munícipes ordenen que, al menos durante el carnaval, no sean molestados los chóferes de ningún tipo de unidad automotriz, porque, de lo contrario, se pondría una mancha más al festejo.

¡Ah!, por cierto, bien harían las autoridades municipales en limpiar por lo menos la parte más visitada de la Playa Miramar, pues según fotografías que tengo al alcance de mi mano –y hasta videos–, hay zonas con basura, entre ésta muchas latas y botellas de vidrio, y troncos, que son un peligro para los visitantes.

Desorden urbano

La expansión demográfica de cualquier localidad trae consigo problemas que requieren ser atendidos adecuadamente, pues de lo contrario hacen crisis y rebasan el control de la autoridad.

Entre las disfunciones más comunes, detectadas en las ciudades con mayor crecimiento poblacional, aquí en Tamaulipas, resaltan la corrupción el desempleo, la inseguridad y la carencia de servicios públicos adecuados, cuando menos.

Cotidianamente somos testigos de la crítica fundada hacia los alcaldes de parte de la ciudadanía y/o sus representantes, al comprobar cómo éstos les sacan la vuelta a los problemas.

Drenaje, pavimentación, agua potable, recolección de basura, limpia de calles y avenidas, alumbrado, transporte público y ordenamiento vial, son algunas de las asignaturas que siempre han estado pendientes de resolver (a plenitud), en tanto que los conglomerados crecen a ritmos vertiginosos, mientras el presupuesto se esfuma y, lo que es peor, ya se hizo costumbre que las cuentas públicas de los municipios no se revisen en tiempo y forma o, simplemente, se aprueben sobre las rodillas.

Bajo este contexto se acarrean verdaderos lastres, y, con todo y la promulgación de reglamentos que tratan de regular el desarrollo urbano, las dificultades siguen al alza porque no existe una adecuada planeación estratégica mediante la cual se visualice el crecimiento de las ciudades a 20, 30 ó 50 años; y sólo se da respuesta a las contingencias.

De esta manera, las autoridades continúan ceñidas a la tradición de generar grandes expectativas cuando asumen un puesto, pero terminan arguyendo 1) que no alcanza el tiempo para cumplir con sus programas de gobierno, 2) que los recursos públicos son insuficientes para cubrir el compromiso, 3) que las leyes son imprecisas y obsoletas ó 4) que simple y llanamente la Federación ha mostrado poca disposición para superar la problemática.

Así hasta la saciedad y el cinismo.

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