Golpe a golpe
Por Juan Sánchez Mendoza
Circula, en las redes sociales, cualquier cantidad de videos confirmando los estragos primarios a la economía yanqui por la instrucción de su presidente Donald John Trump, de detener a los migrantes.
Y es que, ante el temor de ser capturados, por las redadas de agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), los trabajadores de estatus ilegal han optado en no acudir a su centro laboral para evitarlo.
De ahí que los campos agropecuarios, restaurantes y constructoras de varios condados de la Unión Americana se hayan quedado (prácticamente) inmovilizados desde el pasado día 20 en que el mandatario gringo firmó las órdenes ejecutivas para una deportación masiva.
Basta observar las imágenes que muestran el abandono de las faenas que otrora cumplían los latinos indocumentados, contratados por ser ‘mano barata’, para confirmar que, el empresariado yanqui, no comparte la actitud xenofóbica de su nuevamente presidente.
Por cierto, en este contexto, el respeto a nuestra soberanía pasa a ser un asunto de capital importancia, pues el presidente gringo, Donald John Trump, no respeta a México como nación libre –aunque persiste la legítima aspiración de sobresalir y dejar de ser un país del tercer mundo–, y en la práctica éste se solaza una y otra de sus propias puntadas, so pretexto de las múltiples y variadas relaciones establecidas de manera necesaria con sus vecinos cercanos y lejanos, en aras de la conveniencia mutua.
Ahora, el clima de inseguridad despierta el apetito intervencionista del Tío Sam.
También asoma una serie de agresiones comerciales que se están fraguando en contra de nuestro país.
Y es que México, no obstante haber diversificado sus relaciones con las naciones del orbe a lo largo de su historia, sigue moviéndose en la órbita estadounidense.
Su condición de país vecino propicia que los estadounidenses insistan en apropiarse de nuestros recursos naturales, merced a su voracidad.
No se puede negar que el mexicano es un pueblo nacionalista que no se sujeta a los vecinos del norte, aunque se dominado por la tecnología, la inversión y el comercio.
De igual manera está subordinado en lo que atañe a las importaciones de productos primarios.
Esto demuestra que la balanza comercial es a favor, en mucho, de los gringos.
Y, lo peor del caso, es que ya exhibieron la tentación de querer intervenir en asuntos de seguridad, con el pretexto de la defensa de sus intereses –sobre todo en lo que se refiere al consumo de dogas de sus compatriotas–, arrogándose así la facultad de ser ‘cazadores de terroristas’ en cualquier parte del mundo, o de patrullar, con sus fuerzas armadas, las zonas fronterizas más peligrosas de acá de este lado.
Es algo que no toleramos los mexicanos, pese a las evidentes diferencias que existen entre las fuerzas políticas que se mueven al interior del país.
Con todo y los tropiezos que tenemos y las evidentes carencias que impiden un justo desarrollo a nivel nacional, al momento en que se percibe en riesgo la soberanía, la paz y la libertad, las diferencias internas se atenúan y se antepone el interés superior de México.
Tampoco se puede soslayar el hecho de que en casa tenemos fuerzas retrógradas que operan denodadamente para entregar la plaza a intereses externos.
Afortunadamente son una minoría de apátridas que no han podido contaminar a la gran mayoría de los mexicanos.
Afrenta
Uno de los temas que más ocupan a Donald John Trump, ciertamente es el migratorio, tomando en consideración que en la Unión Americana existen actualmente cerca de 12.5 millones de indocumentados.
Ese flujo migratorio, sin embargo, no podrían frenarlo un decreto presidencial, ni los muros de la muerte que se levantaron en la frontera sur de Estados Unidos, pues los latinos son gente osada que se van de sus países de origen sin que les importe arriesgar la vida en su búsqueda de trabajo.
El tema obliga a recordar que, hace algunos años, el entonces mayor de McAllen (Texas), Richard Cortez –equivalente a un alcalde mexicano–, reconoció estar avergonzado de que su país erija muros con el rollo de tratar de frenar la inmigración.
“Lo que ocurre –dijo en aquella ocasión–, es que Estados Unidos le tiene miedo al terrorismo, le tiene miedo a la cuestión de drogas… (pero) ello perjudica las relaciones binacionales…”
De ahí que un plano estrictamente personal considere –como siempre lo he manifestado cuando de abordar el tema se trata–, que es difícil, por no decir imposible, que con la deportación masiva se pueda evitar el cruce ilegal de migrantes a territorio yanqui, pues su mano de obra barata es un fuerte atractivo para los patrones y parte sustancial del movimiento económico.
Y ve usted que, con el ausentismo de ellos, en tan sólo diez días, se ha caído el flujo económico en distintos condados.
Correo: [email protected]
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