Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz
Pocas personas logran ser referentes en la vida de una ciudad, ese es el caso de la
Profesora María Isabel Arreola Loperena conocida como “Bibi”; una mujer que influyó
en diversos ámbitos de Ciudad Victoria para hacer de ésta un mejor lugar para vivir y
convivir. Su incansable trabajo en lo social, religioso, educativo y cultural hizo que
muchos victorenses sintiéramos su partida.
La conocí cuando siendo yo reportera de La Verdad cubría la fuente de sociales
y acudía a las reuniones de algunas agrupaciones en el Casino Victorense, desde
entonces descubrí que era una mujer muy cálida en el trato, pero también muy querida
en los círculos sociales. Siendo ya promotora cultural, era común encontrármela en una
diversidad de eventos culturales, donde todo mundo la saludaba y ella siempre con su
sonrisa cristalina contestaba las muestras de afecto.
Cuando empecé a hacer investigación histórica, al revisar las hemerotecas de
los periódicos locales era común encontrar su nombre en las páginas de los diarios de
la ciudad desde la década de los 50, haciendo labor social, educativa o cultural.
También fue catequista e impulsora de la construcción de diversas capillas en la
periferia de la ciudad. Era una mujer que en el día a día tejía con pequeñas acciones
una vida mejor para Victoria, preocupándose por todo y por todos.
Pero tal vez la obra sin precedentes que dejó para el gozo de la ciudad y orgullo
de los tamaulipecos es la reconstrucción del ex Asilo Vicentino, un edificio del que solo
quedaban unas cuantas paredes maltrechas y una fechada que lo hacía verse como
candidato a demolición. Sin embargo, la maestra Bibi tuvo el arrojo para hacer tres
cosas casi imposibles, tomando en cuenta la indiferencia en Victoria por la
preservación del patrimonio cultural: primero, movilizó a la sociedad para que trabajara
en el rescate de un inmueble en ruinas; dos, logró gestionar que la Secretaría de la
Defensa Nacional cediera la propiedad para poder ser intervenida y tres, la más difícil,
convenció al gobierno del estado para que se interesara en la obra, sumándose a su
rescate.
Hace dos años que se le rindió un homenaje con motivo del 20 aniversario de la
reconstrucción del inmueble donde actualmente se encuentra el Museo Regional de
Historia de Tamaulipas, mis alumnos de la licenciatura en Historia y gestión del
patrimonio cultural me acompañaron al evento, saliendo fascinados al conocerla y es
que su sonrisa y su suave trato encantaba a cualquiera, pero la mayor admiración que
se llevaron fue descubrir que ella con su aspecto de ternura, había logrado una de las
acciones más trascendentes y titánicas de los últimos años en materia de valoración
patrimonial: el rescate de un edificio emblemático para la ciudad.
Los victorenses le debemos mucho a la maestra Bibi; se va dejando un profundo
vacío en el ámbito cultural y social, pero también dejando una mejor ciudad, para la que
trabajó con amor, entusiasmo y dedicación. “Influencer” de su tiempo, nos deja como
enseñanza la valentía, porque era capaz de tocar todas las puertas necesarias siempre
con el propósito de mejorar las circunstancias, superar los problemas, evitar las
injusticias. Hoy Victoria ha quedado huérfana. Gracias, maestra Bibi por una vida
amando a esta ciudad, que su ejemplo sirva de inspiración a los nacidos en esta tierra.
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