INTERIORES
Por Carlos López Arriaga
Cd. Victoria, Tam.- La rapidez con que Google parece acatar los sueños de DONALD TRUMP se enmarca en una alianza de la élite republicana con los grandes gigantes digitales, como antaño lo hizo con los magnates de la radio y la televisión y, más atrás, los bancos y la industria petrolera, naviera, del hierro y el acero.
La noticia es que ya adoptaron la propuesta de renombrar como Golfo de América al Golfo de México. Pues bien, hoy que los nuevos oligarcas se apresuran para oficializar en sus mapas el capricho chauvinista de TRUMP, me pregunto si, en aras de la congruencia ha llegado el momento de corregir algún error al sur de la frontera.
¿Existe México?… Con un ligero respingo de nariz, acaso la doctora SHEINBAUM respondería: “¡qué pregunta!”. Pero me refiero al nombre. ¿Hay, por ventura, en toda la redondez del planeta, un país que de manera oficial responda al nombre de “México”?
No lo hay. La nación independiente y soberana, federal y republicana que se ubica entre los ríos Bravo y Suchiate en realidad se llama Estados Unidos Mexicanos.
Es decir, la palabra que hace honor al antiguo pueblo mexica (“meshica”) no tiene el vigor de un nombre sustantivo (México) sino el débil añadido de un gentilicio (Mexicanos). Gentilicio sin sustantivo explícito.
La historia es vieja y viene de quienes redactaron la Carta Magna de 1824 inspirados en el vecino país del norte que (en efecto) ya se llamaba (y todavía) Estados Unidos de América.
EN UN PRINCIPIO…
Ciertamente nuestra nación está compuesta por estados y no departamentos, ni provincias. Resulta comprensible que, inspirados en una visión federalista, les haya parecido lógico el nombre de “Estados Unidos Mexicanos.”
Pero no deja de ser un remedo, imitación, burda copia. Si nuestra raíz es “mexica”, nos merecemos por nombre un sustantivo único y poderoso. Una sola palabra: México.
Demostrado está que junto a las muchas coincidencias entre ambas naciones, hay también diferencias sustantivas, étnicas, lingüísticas, culturales, históricas. No hay razón, pues, para seguir cargando con esos términos incómodos (“Estados” y “Unidos”).
Respondiendo a la pregunta que hice párrafos arriba, no existe sobre la faz de la tierra un país llamado “México”, pero puede existir, así solito, o (si acaso) con el añadido de “República Federal”, en calidad de apellidos que definan nuestra manera de ser y gobernar.
Si allá en Washington ya decidieron de manera unilateral renombrar al Golfo a su gusto, oiga usted, tal atropello cultural merece una respuesta elegante y puntual.
RENOMBRANDO MARES
En efecto, los bárbaros del norte de pronto se acordaron que la mayor parte del litoral circundante al Golfo es (hoy) estadounidense. No lo fue durante la Nueva España ni en los primeros años del México independiente.
Pero cambiaron los tiempos, Estados Unidos por la vía de las armas se extendió hasta el río Bravo y de paso compró Florida a los españoles y Luisiana a los franceses.
A menos que quieran nombrar dos golfos y para delinear la parte mexicana quieran trazar una línea imaginaria entre la punta norte de Yucatán y Matamoros, Tamaulipas. Desde luego, con su respectivo mar patrimonial.
Sin olvidar aquella porción de Cuba que mira hacia el Golfo, ya que la mayor parte de esa isla tiene litorales al norte (Mar de las Antillas), mientras al sur y al oriente está el Mar Caribe.
¿Ya no quieren nuestros vecinos el nombre de México para referirse a esa fracción del Océano Atlántico, entre la masa continental, el Caribe y las Antillas?… Puede ocurrir entonces que a los mexicanos tampoco les cuadren esas palabritas de “Estados” y “Unidos” y cobre fuerza la decisión de llamarnos simplemente México.
Parecería un gesto hueco el reclamo de TRUMP si no tuviera la necesidad imperiosa de consolidar su dominio dentro del vecindario, hoy que luce agotado el sueño de una economía sin fronteras pregonado en los 90s por los defensores de la globalización.
ÇAMPEÓN DEL BARRIO
El verdadero destino de los estados nacionales no apuntaría entonces hacia la utopía global sino a un modelo más defensivo de grandes bloques. Por mencionar ejemplos:
(1) China ha fijado como meta ineludible la recuperación de Taiwán al precio que sea, como parte de su estrategia de largo plazo para convertirse en primera potencia mundial, en lo económico y lo militar.
(2) La ambición de Rusia es arrebatarle a Ucrania su estratégica franja frente al Mar Negro, desde la región del Dombás hasta la península de Crimea, apuntalar la alianza con Bielorrusia y relanzar su relación con los países bálticos, Letonia, Estonia y Lituania.
(3) Todo ello mientras Norcorea (con la venia de China y Moscú) sigue soñando con reconquistar Corea del Sur para que la filosofía “Juche” de la dinastía KIM llegue hasta Pyongyang.
(4) Y ya sabemos que en Europa necesitan y odian con la misma intensidad al país de las barras y las estrellas, del que recelan y consideran poco confiable.
A este paso, lo único seguro que le queda a Estados Unidos es su vecindario inmediato: México, Centroamérica y el Caribe. De aquí las fantasías trumpianas por recuperar el canal de Panamá y adquirir Groenlandia.
Porque, mire usted, el Cono Sur hace ya muchos años que se salió de control y hoy mira hacia China, Rusia y el mundo árabe.
¿Golfo de América?, así parece, ¿pero cuál América?, por supuesto no se refieren a la genuina, la que honró al navegante florentino AMÉRICO VESPUCIO dando su nombre a un continente. Se refieren a la América de ellos, la que tiene a Washington por capital.
BUZÓN: [email protected]
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