Reflector/ Gilda R. Terán.

Durante nuestra vida cotidiana nos vemos obligados a construir molinos que nos ayuden a
ubicar ese viento, el cual no siempre se mueve como nos gustaría, de hecho, algunas veces
hemos querido detenerlo y no somos capaces.
Pues en ocasiones ese aire nos da de cara y nos impide ver claramente, otras nos empuja
desde la espalda hacia donde no queremos ir, y creemos que se asemejan a los molinos de
viento de la obra literaria del “Quijote de la Mancha”.
Seguramente, que casi todos hemos leído o conocido algunos pasajes de este cuento
magistral de Cervantes de Saavedra, en donde hay un marcado relato en el cual su
personaje principal pretende pelear con los molinos de vientos.
Cuentan sus letras que iba por el camino don Quijote, cuando de pronto divisa en el campo
estas largas torres amainadas por el viento, y pretende pelear con ellas porque fielmente
para el eran unos gigantes que tenía que exterminar y que era un mal para el mundo.
Y continuando su aventura quijotesca, cuando los vio, dijo “la ventura va guiando nuestras
cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se
descubren treinta o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y
quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que esta es
buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la
tierra”.
Pero su fiel escudero le contestó ¿Qué gigantes? , y el caballero andante le respondió
“aquellos que allí se ven, esos de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos
leguas, y bueno esta escena termina cuando Don Quijote, a pesar de la advertencia y el
toque de realismo de Sancho, quien le advierte que no son gigantes, sino solo molinos, es
lanzado junto con su caballo, por un aspa de estos artefactos después de haber intentado
pelear con su espada.
Y este episodio lo relaciono mucho con los miedos que hemos experimentado en algún
momento de nuestras vidas, es que así se presentan los temores en la vida de una persona:
como gigantes a los cuales no podemos vencer, en vez de percibirlos solo como molinos de
viento.
Hay que tomar en cuenta, que a veces el miedo nos paraliza, y podemos hasta generar
situaciones imaginarias, que nos impide ver la realidad y por lo tanto actuar, ya que este
mecanismo se activa con frecuencia cuando no tenemos control de una situación, o cuando
no sabemos qué puede pasar en el futuro porque algún aspecto que nos daba seguridad se
ha modificado.

Y bueno, hasta cierto punto, es un instinto natural huir de lo que nos da temor y buscar para
abrazar lo que nos da seguridad, y como queremos sentirnos seguros, la mente quiere
anticipar situaciones trayéndolas al presente en los pensamientos, para intentar controlarlos.
Consideremos que a lo largo de nuestra vida, muchas veces tenemos que enfrentarnos a
situaciones difíciles e imposibles de superar humanamente hablando, ellas se levantan
contra nosotros intentando no sólo afectarnos en lo físico- emocional, sino también en lo
espiritual.
Y es que en el diario vivir, con frecuencia, se nos acercan gigantes y a veces se quieren
quedarse instalados en nosotros, entre estos pueden ser emociones, como: el miedo,
desánimo, rabia, tristeza, impaciencia, pesimismo, depresión, envidia, enfermedades, etc.
Debe de saber que estos estados emocionales si se le permite por largo plazo su
permanencia en nuestras vidas, alimentándolos en lugar de combatirlos, derivará en
afectación de nuestra salud física-mental, espiritual, en si enfermedades que pueden
estancarse para aniquilar el alma.
«No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo;
siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.» (Isaías 41:10).
Nos vemos hasta la próxima.
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