SINGULAR

Por: Luis Enrique Arreola Vidal

Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, uno de los legados más controversiales ha sido el estado inoperante del sistema de salud público. Aunque el discurso oficial insistía en la construcción de un sistema igualitario y gratuito, la realidad para millones de mexicanos fue otra: una privatización de facto. No fue una privatización en términos de venta o concesión de hospitales, sino una en la que las familias se vieron obligadas a depender de opciones privadas accesibles, como las Farmacias Similares, para recibir atención médica básica y acceder a medicamentos.

Mientras el Insabi —el reemplazo del Seguro Popular— naufragaba en su incapacidad para coordinar y garantizar servicios de salud, las Farmacias Similares y otros establecimientos privados se convirtieron en la red no oficial del sistema sanitario. Con consultas a bajo costo y medicamentos a precios accesibles, estas farmacias cubrieron el vacío que dejó un sistema público colapsado. Esta dependencia de los servicios privados, aunque disfrazada de “libre elección”, fue en realidad una consecuencia directa de las fallas estructurales del gobierno en su intento por transformar el sector salud.

La privatización involuntaria de la salud.

En la práctica, los hogares mexicanos terminaron financiando de su propio bolsillo lo que el gobierno prometió que sería gratuito. Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, el gasto en salud de las familias aumentó significativamente durante el sexenio, particularmente en medicamentos y consultas médicas privadas. Para las familias con menos recursos, recurrir a Farmacias Similares no era una opción, sino una necesidad. Así, mientras el gobierno hablaba de garantizar acceso universal a la salud, los mexicanos pagaban de su bolsillo lo que debería haber sido cubierto por el Estado.

El Seguro Popular, aunque imperfecto e insuficiente, ofrecía cierta cobertura y previsibilidad. Permitía a millones de personas acceder a servicios médicos y medicamentos con una estructura básica pero funcional. Su desaparición, sin un plan efectivo para reemplazarlo, dejó a millones en un limbo sanitario. Y mientras se intentaba consolidar el Insabi, y luego el IMSS-Bienestar, la atención médica se volvió un privilegio para quienes podían costearlo.

La redefinición sin consolidación de la 4T.

El proyecto de la Cuarta Transformación en el sector salud parece un barco sin rumbo, con constantes redefiniciones que nunca llegan a puerto. Del Insabi al IMSS-Bienestar, cada nuevo modelo prometía ser la solución definitiva. Pero el cambio constante, combinado con recortes presupuestarios y una evidente falta de planeación, ha resultado en un sistema que no solo no funciona, sino que parece empeorar con cada iteración.

La narrativa oficial insistió en que la salud pública sería gratuita, de calidad y universal. Sin embargo, la realidad es que los hospitales estatales están asfixiados por la falta de recursos, el desabasto de medicamentos es crónico y la escasez de especialistas médicos, como oncólogos, deja a millones de pacientes en espera de una atención que nunca llega. A todo esto se suma la centralización de recursos en el IMSS-Bienestar, que, lejos de fortalecer el sistema, ha debilitado aún más a las secretarías de salud estatales y a los hospitales locales.

¿Qué lecciones deja el Seguro Popular?

El Seguro Popular tenía muchas deficiencias: era limitado, burocrático y en ocasiones ineficaz. Pero funcionaba. Proporcionaba una base mínima de atención a millones de mexicanos que no tenían acceso al IMSS o al ISSSTE. Lo que el actual gobierno desmanteló no fue un sistema perfecto, sino una red que, a pesar de sus fallas, ofrecía un punto de partida.

El problema de la 4T no fue eliminar el Seguro Popular, sino no tener un plan claro y viable para reemplazarlo. Lo que se presentó como un modelo más eficiente y universal se tradujo en caos administrativo, hospitales desabastecidos y pacientes abandonados. La promesa de un sistema de salud “como en Dinamarca” quedó tan lejos de la realidad que, en retrospectiva, el Seguro Popular parece haber sido un modelo de excelencia en comparación.

Conclusión

En su intento por redefinir el sistema de salud, la Cuarta Transformación lo ha llevado a un estado de emergencia. La privatización disfrazada —en la que las Farmacias Similares se convirtieron en el salvavidas de millones— es un reflejo de un gobierno que prometió mucho pero entregó poco. La salud no puede ser una redefinición constante; necesita estabilidad, financiamiento y planeación.

El Seguro Popular no era perfecto, pero su ausencia dejó claro que algo es siempre mejor que nada. Mientras la 4T busca consolidar un modelo funcional, los mexicanos siguen pagando con sus bolsillos —y a menudo con sus vidas— el costo de un sistema de salud que nunca ha estado más enfermo.