Victoria y Anexas/Ambrocio López Gutiérrez/

Cuando ocurrió la matanza de estudiantes en Tlatelolco un servidor cursaba la escuela primaria en una aldea de La Huasteca. Siendo un niño poco comprendía de la gravedad de los hechos que enlutaron al país, sin embargo, pude enterarme por las estaciones de radio de El Mante y de Valles de los rumores que corrían en el sentido de que en las grandes ciudades los soldados y los policías amenazaban a la población para que no se unieran a las protestas. Estudié el primer año de secundaria en el entonces Distrito Federal y, como jovencito aplicado y bien portado, fui seleccionado para visitar la residencia presidencial de Los Pinos donde despachaba GDO quien en aquella ocasión recibió cartas credenciales de algunos embajadores. Por nuestro buen comportamiento nos pasearon en el metro que se acababa de inaugurar. El dos de octubre de 1968 tuvo lugar la gran movilización estudiantil y popular que cimbró el viejo régimen autoritario representado en aquel momento por el abogado poblano.

Sobre el tema, BBC News reportó: La historia que derivó en la masacre de más de 300 personas, casi todos estudiantes, así como la desaparición o tortura de cientos más, empezó con una pelea en el centro de Ciudad de México. El grupo antimotines de la policía capitalina, conocido como Cuerpo de Granaderos, intervino para calmar la riña entre dos grupos de universitarios. Lo hizo de manera brutal: golpeó a decenas de jóvenes testigos de la pelea. Era el 23 de julio de 1968. En esa época la policía mexicana tenía fama de cometer abusos, pero la agresión a los estudiantes fue excesiva.

Cuatro días después, estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN) organizaron una marcha contra la violencia policial. Pero la caminata, a la que se sumaron miembros del Partido Comunista Mexicano, fue reprimida por los granaderos. A partir de ese momento empezó un movimiento estudiantil que en pocas semanas creció rápidamente. La UNAM, el IPN y otras universidades del país se declararon en huelga. El Ejército ocupó las instalaciones de la UNAM y el IPN, pero no logró contener el movimiento agrupado en el Consejo Nacional de Huelga (CNH). El rector de la Universidad Nacional, Javier Barros Sierra, renunció en protesta por la invasión a la autonomía universitaria.

El Frente Democrático Nacional, integrado por varios partidos políticos, se enfrentó a la entonces invencible maquinaria electoral del PRI, con la candidatura del michoacano Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, sin embargo, en las elecciones de 1988 Carlos Salinas de Gortari se hizo de la presidencia de la república a pesar de múltiples irregularidades demostradas en las urnas. Recién electo CSG tuve el privilegio de acudir como delegado al Congreso de la Federación Latinoamericana de Periodistas celebrado en Acapulco, por cierto, fue inaugurado por el entonces gobernador de Guerrero, José Francisco Ruiz Massieu (cuñado del pontífice del neoliberalismo). El país estaba profundamente dividido por las recientes elecciones.

PARA ACADEMIALAB, las elecciones del 6 de julio de 1988 fueron las primeras presidenciales competitivas en México desde que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tomó el poder en 1929. Se consideró que las elecciones habían sido fraudulentas, con Salinas de Gortari y el PRI al recurrir a la manipulación electoral para mantenerse en el poder. Carlos Salinas de Gortari fue declarado ganador de las elecciones presidenciales y el Ministerio del Interior dijo que había recibido el 50,7% de los votos. Fue el más bajo para un candidato ganador desde que se introdujeron las elecciones directas para la presidencia en 1917; en todas las elecciones presidenciales anteriores, el PRI no había enfrentado oposición seria y había ganado con porcentajes de votos muy por encima del 70%. En la elección de la Cámara de Diputados, el Partido Revolucionario Institucional ganó 260 de los 500 escaños, además de ganar 60 de los 64 escaños en la elección del Senado.

Aunque los primeros resultados de la tabulación paralela de votos habían indicado que Cuauhtémoc Cárdenas estaba ganando, cuando se anunciaron los resultados oficiales, se dijo que Salinas había ganado por un amplio margen. Todos los candidatos de la oposición denunciaron que las elecciones habían sido amañadas y hubo muchas protestas en todo el país contra el fraude electoral, incluidas manifestaciones de diputados de la oposición en el Congreso. Sin embargo, Salinas de Gortari pudo asumir el cargo de presidente el 1 de diciembre, luego de que el Congreso dominado por el PRI declarara que su elección había sido válida. Numerosas protestas se llevaron a cabo en todo el país en los días siguientes. Algunas de las muchas irregularidades denunciadas por la oposición incluyeron duplicados de credencial de elector, entrega anticipada de papeletas con votos ya marcados para el PRI, e incluso votos de personas fallecidas.

El 13 de julio, exactamente una semana después de la elección, la CFE finalmente dio a conocer sus resultados oficiales, según los cuales Carlos Salinas de Gortari había ganado la elección con el 50,36% de los votos. Bartlett pidió a todos los partidos políticos «aceptar la voluntad popular». Sin embargo, las protestas a nivel nacional continuaron. El 1 de septiembre, en un acto sin precedentes, mientras el presidente De la Madrid pronunciaba su último discurso ante el Congreso, fue interrumpido por diputados opositores de la FDN, que protestaban contra el fraude; mientras tanto, los legisladores del PAN se quedaron callados, sosteniendo papeletas como prueba del fraude. Otros legisladores lanzaron puñetazos. Este fue un marcado contraste con todos los discursos anteriores al Congreso bajo el régimen del PRI, que hasta entonces habían sido poco más que ceremonias dedicadas a celebrar al presidente, quien recibiría elogios unánimes de la cámara.

El periodista Fidel Samaniego señaló que el 1 de septiembre de 1988 había muerto el viejo ritual del Discurso al Congreso. Los legisladores opositores señalaron que la Constitución estableció el derecho de interpelación en el Congreso. El 9 de septiembre se reunió la Cámara de Diputados para validar las elecciones. Ya se esperaba que los diputados validaran la elección ya que el PRI tenía 263 de sus 500 escaños, por lo que los legisladores priistas podían validar la elección por sí mismos aunque la oposición votara en contra por unanimidad. Luego de una sesión de 20 horas en la que los diputados opositores presentaron pruebas del fraude mientras los priistas negaron enfáticamente las acusaciones, las elecciones fueron validadas con la totalidad de los 263 diputados priistas votando a favor, con 85 votos en contra y la abstención de los restantes diputados. Los legisladores de la FDN se retiraron durante la votación. Así, Salinas de Gortari pasó a ser oficialmente presidente electo.

CON MILLONES DE seguidores y acompañado por dirigentes de las luchas de 1968 y 1988, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador logró derrotar al PRI y al PAN en los comicios presidenciales de 2018. Los que habían votado por la izquierda desde Ramón Danzós, Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo y Cuauhtémoc Cárdenas respiraron tranquilos al comprobar que las luchas pasadas no fueron en vano. La reciente victoria de la 4T con la nueva Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo inauguró nuevas esperanzas en que la izquierda llegó para quedarse en el ejecutivo federal. El PAN que tuvo su oportunidad con los sexenios del guanajuatense Vicente Fox y el michoacano Felipe Calderón, representa por ahora a la oposición junto al PRI que languidece víctima de los enfrentamientos internos que amenazan su supervivencia.

El New York Times interpretó la llegada de AMLO a la presidencia: Montado en una ola de descontento colectivo por la corrupción y la violencia desenfrenadas, Andrés Manuel López Obrador fue elegido presidente de México este domingo 1 de julio con una victoria aplastante, que da un vuelco al sistema político dominante del país y le otorga un amplio mandato para reformar al país. La victoria de López Obrador lleva a un líder de izquierda al mando de la segunda economía más grande de América Latina por primera vez en décadas, una posibilidad que ha embargado de esperanza a millones de mexicanos (y a las élites del país, de temor). El resultado representa un rechazo evidente al statu quo de la nación, que durante el último cuarto de siglo se ha definido por una visión centralista y por una adopción de la globalización que muchos mexicanos sienten que no les ha servido. Las promesas centrales de la campaña de López Obrador —acabar con la corrupción, reducir la violencia y abordar la pobreza generalizada de México— fueron muy populares entre los votantes, pero acarrean preguntas que él y su nuevo gobierno podrían tener dificultades para responder.

AMLO disfruta ya de un muy merecido descanso. Es tiempo de mujeres y la presidenta CSP ha sido enfática en la continuidad de los programas sociales inaugurados con éxito por la 4T. Está comprometida con el transporte ferroviario pues pretende construir el doble de vías entre las que destacan la reinstalación de la ruta México-Nuevo Laredo. También tendrá que trabajar duro para vencer las resistencias conservadoras frente a los urgentes cambios en el Poder Judicial Federal.

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