ANECDOTARIO.
POR JAVIER ROSALES ORTIZ.

En vida se lo dije y ahora que cerró los ojos, lo vuelvo a hacer,
porque un periodista no debe callar, menos aun cuando él
permitió y se presto para que chamacos inquietos caminaran
a su lado y adquirieran o, incorporaran, los conocimientos
que fue acumulando año tras año.
Con palabras sencillas, porque así a él le agradaba, describiré,
no todos, pero si algunos momentos, que me toco estar a su
lado en las ruedas de prensa, en los edificios de partidos
políticos de Tamaulipas y en cafeterías, donde me tenía con la
boca abierta cuando dejaba escapar algunos pasajes sobre lo
que es el periodismo y la dificultad para ejercerlo, de la
manera correcta.
Cuando regresé de México, donde estudié la carrera de
periodismo en la UNAM, aquí en Ciudad Victoria,
Tamaulipas, fue uno de los primeros comunicadores locales
que conocí y disfruté de su sana amistad, porque fue un
caballero sabio, discreto y poco afecto a la mala palabra tan
usada por un buen norteño.
Lo primero que me pidió es que desglosara mi currículum y
fue así como le expliqué que trabajé allá en el D.F. en
Imevisión, en la agencia Notimex, en programas televisivos
culturales y otros de corte infantil y, también como extra en
una película estadounidense sobre la interesante vida de
“Sadat”, ex presidente de Egipto asesinado en un lugar
público, por mis supuestos rasgos de árabe.
“Orale”: ¿Y que más buscas aquí después de todo eso¿, me
pregunto. “He estado más que nada en producción pero
quiero ser un canijo reportero de la calle, porque el veneno
del periodismo lo llevo en la piel”, le dije.
Me comprendió y paso a paso aprendí mucho de él, como
trucos, nuevas palabras, jornadas agotadoras para cubrir la
nota y casi a pie en medio del calor, lo que ya no es muy
común en la labor periodística.

Eso me ayudo a abrirme paso en muchos medios de Ciudad
Victoria y siempre le agradecí esa lección que me dio para que
despertara, para que me sacudieran la modorra.
Siempre con su pequeña libreta en mano lanzaba serias
preguntas a los funcionarios, pero sin perder la compostura.
Como investigador para llegar al fondo de un tema era un
experto, y un ejemplo para los reporteros que apenas
tocábamos tierra.
Me refiero a ti mi estimado y respetado Benito García Islas,
mi padre en el periodismo local, quien ya cerro los ojos pero
siempre será recordado por generaciones de periodistas que lo
seguirán viendo como un ejemplo a seguir.
Tú ya duermes, pero nos dejaste despìertos y tu imagen y tus
numerosos conocimientos seguirán entre nosotros, porque
mucho valen.
Descansa en paz nuestro querido Benito y un sentido pésame
para tu respetable familia.
Adiós, maestro Benito.
Correo electrónico: [email protected]