La Comuna
José Ángel Solorio Martínez
Hace unos días, el prestigiado sitio de noticias Zona Cero, filial del diario Expreso de ciudad Victoria y La Razón de Tampico, Tamaulipas, hizo una revelación sumamente interesante: una universidad privada, se ha declarado en quiebra –decidió cerrar, saliendo del mercado educativo tamaulipeco– y diez más, están en peligro de extinguirse ya sea por falta de documentación oficial para operar o por problemas de matrícula –es decir: por falta de clientes, o usuarios como ellos les llaman–.
Escenario tal, no es para festejar; la educación privada cubre una necesidad social: miles de ciudadanos han estado optando por décadas, por llevar a esos espacios áulicos a sus hijos.
En lo personal, no creo que la crisis de la educación privada se deba a sus bajos niveles educativos; es conocido que los profesores que trabajan en ambos sistemas escolares trabajan con mayor ahínco y énfasis en las escuelas de paga, en tanto a los planteles públicos, sólo van a pasar el rato y a cobrar.
Lo vi, nadie me lo platicó: amigos que laboraban –laboran– en escuelas como Relaciones Públicas y Derecho de la UAT imparten cátedra en instituciones como la Universidad La Salle; en la primera, la asistencia no es una de sus preocupaciones, mientras que, en la ULSA, asisten con una puntualidad tan sorprendente como ejemplar.
Es decir: bajo esos estándares, se puede ponderar en que centros educativos se obtienen mejores niveles de calidad.
Es decir: no es el decremento de los elementos cualitativos lo que está hundiendo a la Escuela privada en la entidad.
¿Qué está pasando en el mundo educativo empresarial?
1.- La educación de las élites en la comarca, ha sido frivolizada y devaluada por el escenario social –de igual forma, está pasando en la educación pública, pero es tema de otras reflexiones–. Las redes sociales, son los nuevos espacios educativos y la carga cognitiva que proponen es dramático: vale madre que hayas egresado del Tec de Monterrey, de la Salle, o de la Valle de México; un tik-toker o un youtuber ganan más que esos orgullosos –pero minimizados, en el universo de los ingresos– egresados.
Más claro: un ex a Tec, es un ciudadano más en un paisaje socioeconómico en donde semianalfabetas con un golpe de suerte ganan millones de pesos por exhibir sus carencias que son apludidas y hasta veneradas por millones de jóvenes y adultos que aspiran a ser como esos garbanzos de libra en una sociedad tan desigual como injusta.
De igual forma: es suficiente varias frases inconexamente unidas, para que un potencial líder en redes sociales sorprenda con la creación de una canción que insulta al idioma y a otros creadores –pero que monetizada, le llena la cuenta con millones–, en tanto un estudiante de élite de las universidades de cobro, sufre para obtener ingresos decorosos con sus relucientes y muy potentes títulos académicos.
2.- Lo anterior, ha generado la homologación de la calidad en las instituciones educativas públicas y privadas. Nuestra Universidad –Autónoma de Tamaulipas– a pesar de los pesares, es una institución que mantiene arriba las espectativas de las mayorías estudiantiles. Sea por sus menores cuotas; sea por los niveles de acceso para miles de estudiantes impedidos para ingresar a escuelas de educación superior de paga, nuestra Alma Mater, está a la alta.
Sólo una escuela de educación superior, está ajena a todos esos desafíos y sozobras: la Normal Superior de Victoria.
Ojo: pero no por su capacidad de adaptación y adecuación de planes de estudios.
Nada de eso.
El motivo: es propiedad de la familia de la titular de la Secretaría de Educación de Tamaulipas (SET), Lucía Aimé Castillo Pastor.
Esperemos que tan digna dama, algún día, trabaje a favor de la educación pública.