Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz
Hace algunos días, platicando con mi hermana Laura, experta en género y
violencia contra las mujeres, me decía que en muchas épocas de la historia
humana las mujeres hemos logrado avanzar en nuestros derechos de género, sin
embargo, es muy común también que ante la presencia de crisis políticas,
sociales, ambientales que la humanidad vive, estos derechos se pongan en riesgo
y es común que lo ganado se pierda.
Pensando en algunos ejemplos, recordé las libertades de las mujeres
iraníes y turcas en las décadas finales del siglo XX y las de las afganas hace
algunos años, que perdieron de manera humillante siendo nuevamente sometidas
a regímenes machistas, misóginos y autoritarios. Recordé también a las mujeres
que en la Primera Guerra Mundial salieron a trabajar en los más diversos oficios
pero que al término del conflicto los hombres las volvieron a “encerrar” en casa al
negarles puestos de trabajo.
En México hemos avanzado lentamente, sin embargo, el patriarcado utiliza
la complacencia como táctica para sobrevivir; es decir, los hombres en muchos
ámbitos simulan adoptar el discurso de la equidad de género para permanecer en
sus posiciones de privilegio; cumpliendo aquello de “cambiar o renovarse para que
todo siga igual”. Y es que el discurso de la equidad de género vende y vende bien,
basta con mirar la conmemoración del 8 de marzo para saber que más allá de los
espacios educativos y gubernamentales donde por todo lo alto hay eventitis; la
vida del resto de las mujeres es como todos los días, llena de tareas familiares,
con problemas económicos por resolver y desafíos laborales que enfrentar.
A las mujeres se les “permite” o “se les encarga” que organicen los eventos
conmemorativos de mujeres para mujeres que se reducen en su mayoría a asistir
a conferencias impartidas por otras mujeres que hablan de mujeres y al final del
día tenemos como experiencia: mujeres que ese día trabajaron el doble o el triple
de su jornada laboral por andar organizando, mujeres que pelearon espacios
porque querían ser las estrellas en las conferencias, mujeres que fueron
“obligadas” a asistir a los eventos donde hablaran otras mujeres. La simulación de
darle “espacio” a las mujeres se cumple cabalmente el 8 de marzo, después, todas
a sus rutinas, sometidas a los machismos disfrazados de autoridad. Nada cambia,
los abusadores se resisten a renunciar, las autoridades a hablar de frente, las
mujeres a sororizarse laboralmente; en muchas sigue prevaleciendo la sumisión
hacia los hombres, quienes han descubierto como fórmula de “equidad” rodearse
de ellas, como secretarias y asistentes, nunca como colaboradoras ni como
iguales.
Nos sobran institutos y asociaciones, nos falta una reeducación de hombres
y mujeres que tomen conciencia de la realidad en la que se vive y piensen más en
una verdadera equidad de género, que las mujeres salgan de su comodidad para
actuar a favor de sus congéneres menos favorecidas, que la sororidad sea la
cualidad principal de todas, que las que están arriba laboral, económica, política y
educativamente hablando jalen a las de abajo, les quiten obstáculos, les faciliten el
camino y las sumen al bienestar que ellas han alcanzado. E-mail:
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