Por: Luis Enrique Arreola Vidal.

México atraviesa una de esas encrucijadas morales que definen época. No es un dilema diplomático: es un dilema ético.

Frente al infierno rojo que hoy representan Cuba y Venezuela, nuestro país ha optado por la postura más cómoda —y también la más vergonzosa—: mirar hacia otro lado… o peor aún, financiar la tragedia.

En tiempos de discursos huecos sobre “hermandad latinoamericana” y “solidaridad eterna”, México se hace el desentendido frente a dos naciones donde la palabra revolución significa hambre, represión, prostitución forzada y muerte en el mar.

EL MANUAL DEL HORROR.

No estamos hablando de “excesos” ni de “errores administrativos”.

En Cuba y Venezuela, la violación de derechos humanos no es una desviación: es política de Estado.

En Cuba, el régimen sostiene detenciones arbitrarias, torturas sistemáticas, cárceles que operan como agujeros negros y apagones de más de 20 horas diarias.

Una isla sumida en la oscuridad literal y moral.

En Venezuela, tras el fraude electoral de 2024, Nicolás Maduro soltó la jauría: ejecuciones extrajudiciales, miles de detenidos, desapariciones forzadas y una represión que organismos internacionales califican como crímenes de lesa humanidad.

Más de 20 millones de personas sobreviven en pobreza extrema. El hambre dejó de ser metáfora y se volvió rutina.

EL NÚMERO QUE HUMILLA.

Hablemos de dinero, porque ahí se cae cualquier propaganda.

En Cuba, el salario promedio ronda los 55–87 dólares mensuales, mientras la canasta básica para dos personas rebasa los 400 dólares.

Ocho salarios para no morirse de hambre.

En Venezuela, el salario mínimo apenas supera los 3 dólares al mes. ¡¡¡ Sí Tres dólares!!!

El resultado es brutal: familias racionando comida, vendiendo lo poco que tienen… o vendiendo a sus hijas e hijos.

Sí. Eso también es la revolución.

PROSTITUCIÓN: EL ÚLTIMO ESCALÓN DEL DERRUMBE.

Cuba regresó a sus años más oscuros, pero sin glamour ni esperanza.

El turismo sexual florece con la tolerancia del régimen: mujeres, jóvenes y menores de edad ofrecidos en plataformas digitales por menos de 10 dólares diarios.

Reportes recientes alertan cientos de estudiantes en riesgo de prostitución forzada.

En Venezuela, la tragedia cruzó fronteras: miles de mujeres migrantes atrapadas en redes de trata en Colombia, Ecuador y Centroamérica.

La miseria convirtió el cuerpo humano en moneda de cambio.

¿Esta es la revolución que algunos todavía romantizan desde cafés?

LAS BALSAS DEL SUICIDIO.

Desde los años sesenta, más de un millón de cubanos han huido en balsas improvisadas.

Miles murieron en el Estrecho de Florida.

En 2025, con crisis energética perpetua y apagones nacionales, el éxodo continúa.

La Habana —alguna vez joya del Caribe— es hoy un cementerio de edificios derruidos, sueños rotos y dependencia absoluta.

¿Dependencia de quién? De México.

PEMEX: EL OXÍGENO DE LAS DICTADURAS.

Aquí empieza nuestra responsabilidad histórica.

En 2025, Pemex envió a Cuba más de 3 mil millones de dólares en combustible subsidiado solo entre mayo y agosto: 58 envíos masivos, triplicando lo del sexenio anterior.
En diciembre, todavía llegan buques con 80 mil barriles para “aliviar apagones”.

No es ayuda humanitaria.

Es oxígeno para el régimen mientras el pueblo se apaga.

Y es deuda mexicana financiando represión extranjera.

Con Venezuela, México juega a la “neutralidad”: una palabra elegante para complicidad silenciosa.

Desde Felipe Calderón (críticas tibias), pasando por Enrique Peña Nieto (pragmatismo comercial), hasta la 4T de Andrés Manuel López Obrador y hoy Claudia Sheinbaum, México pasó de la indiferencia… a socio criminal de las tiranías.

EL MANTRA SELECTIVO DEL “NO INTERVENCIONISMO”.

La presidenta Sheinbaum repite el mantra: México no interviene en asuntos internos.

Pero ese principio se vuelve selectivo.

Porque sí intervenimos cuando dictadores socialistas son derrocados por sus pueblos y corren a esconderse en embajadas mexicanas bajo la figura del “asilo político”.

Porque sí intervenimos cuando aceptamos médicos cubanos en condiciones de explotación, a cambio de petróleo prácticamente regalado.

No es neutralidad.

Es tomar partido por el poder, no por la gente.

SOLIDARIDAD… ¿CON QUIÉN?

“Solidaridad”, dicen.

Sí, pero con los tiranos, no con los pueblos que se mueren de hambre.

Esto no es diplomacia.

Es complicidad cínica con el fracaso rojo.

El mundo nos está viendo y Trump no nos deja de ver.

Las balsas siguen hundiéndose.

Las niñas y los niños siguen siendo explotados y vendidos.

Los apagones no son solo eléctricos apagan vidas.

Y México sigue enviando combustible.

La pregunta ya no es ideológica.
Es existencial:

¿De qué lado está México?

¿De la libertad o del petróleo para dictadores?

¿De los pueblos o de los opresores?

Cuba y Venezuela NO son excepción: son advertencia.

El mismo camino, con distinto ritmo, conduce al mismo abismo.

El pueblo cubano y venezolano ya no aguanta más.

Y nosotros tampoco deberíamos financiar su cadena.

Porque cuando la complicidad se disfraza de humanismo, la traición ya está consumada.

México merece algo mejor que ser cómplice del horror rojo.