Por Agustin Peña Cruz
Tampico, Tamps.- Al cierre del año, la Comisión de Derechos Humanos del Cabildo de
Tampico presenta un balance que combina capacitación institucional, trabajo comunitario y una
reflexión de fondo sobre la violencia, el género y la transformación cultural. Así lo expone
Cuitláhuac Ortega Maldonado, regidor y presidente de dicha comisión, quien sostiene que “sí se
cumplió el objetivo”, aunque reconoce pendientes estratégicos para el próximo año.
Desde su perspectiva, el trabajo en derechos humanos dentro del gobierno municipal se ha
desplegado en dos vertientes claramente definidas. La primera, orientada hacia el interior del
Ayuntamiento, ha priorizado la formación de los servidores públicos como una herramienta
preventiva frente a posibles violaciones a los derechos de la ciudadanía.
“Más de la mitad del personal de esta administración ha recibido al menos un curso. Otros han
recibido hasta tres cursos y talleres de derechos humanos”, explica Ortega.
Detalló que el objetivo no es meramente informativo, sino práctico: dotar a los funcionarios de
criterios para un trato digno y respetuoso hacia la población.
Las capacitaciones han alcanzado áreas como Tránsito, Bienestar Social, Atención Ciudadana y
prácticamente todas las dependencias municipales. El área de Servicios Públicos, reconoce,
sigue siendo un reto pendiente debido a su alta carga operativa. “Si retiramos a los conductores
de los camiones de basura por las tres horas que dura un curso, sí se va a reflejar en la
ciudadanía”, explica. Por ello, la meta se ha reprogramado para el siguiente año, con la
expectativa de alcanzar una cobertura total.
La segunda vertiente del trabajo de la comisión se desarrolla directamente en las comunidades,
con un énfasis particular en el sector que el regidor identifica como el más vulnerable: las
mujeres. En coordinación con el Instituto de la Mujer y con áreas de atención psicológica y legal,
se han impartido pláticas informativas que, más allá de la teoría, han generado demanda real de
apoyo.
Ortega recuerda una jornada reciente: “El día 10 estuvimos en la Moscú, donde hubo una plática
para más de 300 mujeres y al terminar la reunión algunas se quedaron para pedir atención”.
El enfoque, aclara, no es la confrontación ni la ruptura familiar, sino la prevención y la armonía.
“Esto va encaminado no a destruir hogares, sino por el contrario a generar más armonía entre
los hogares, y que las mujeres sepan sus derechos y los hombres también sepan qué es
violencia y qué no es violencia”. En ese punto, el regidor introduce un diagnóstico cultural que
atraviesa buena parte de la problemática: la herencia del machismo como norma social durante
décadas.
“Los hombres han sido formados durante muchos años, sobre todo hace 30 o 40 años, en una
educación de machismo. Todo lo veías en las telenovelas, en la televisión, con tus padres, con
tus amigos. Prácticamente era una regla ser macho”, afirma. Esa construcción, añade, normalizó
prácticas de control y violencia dentro del hogar, y estigmatizó cualquier forma de sensibilidad
masculina. “Aquel que no lo fuera se le veía mal o se le criticaba”.
Para Ortega, el cambio cultural en curso ha permitido que más mujeres alcen la voz, pero
también ha evidenciado nuevas tensiones. La incorporación de la mujer como proveedora ha
generado, en muchos casos, un desgaste emocional compartido. “La mujer también es
proveedora y eso lo ha llevado a un desgaste emocional y físico”, señala, insistiendo en que la
solución pasa por el respeto mutuo y el acompañamiento psicológico cuando sea necesario.
En este punto, el regidor pone sobre la mesa un tema que suele quedar fuera del debate
público: la salud mental de los hombres. “En los estudios sobre suicidios, la tasa es más elevada
en hombres que en mujeres”, advierte. La explicación, desde su experiencia, es directa: “A los
hombres no se les permitía llorar. Se les decía: ‘Los machos no lloran’. Sus sentimientos se
fueron cerrando y, en vez de desahogarse, toman una salida que no debe de ser, que es la del
suicidio”.
La atención psicológica, insiste, no debe ser vista como un signo de debilidad, sino como una
herramienta de prevención. Incluso, en los casos de violencia detectada, precisa que la
intervención debe ser inmediata y, si existe la voluntad de continuar la relación, el proceso
terapéutico debe involucrar a ambas partes. “Cuando va a psicología, el hombre, si quiere
continuar con la relación, tiene que asistir junto con la mujer”.
El balance que ofrece la Comisión de Derechos Humanos del Cabildo de Tampico no se limita a
cifras o eventos, sino que plantea una lectura más amplia sobre las acciones locales en la
construcción de relaciones más justas. “Aquí en el Ayuntamiento es parejo: hombres y mujeres
están recibiendo capacitación”, concluye Ortega. Dos frentes, resume: servidores públicos
formados para no violentar derechos y comunidades informadas para ejercerlos. En ese cruce
entre política pública y cambio cultural, se juega buena parte del futuro inmediato en materia de
derechos humanos en la ciudad.