Cómo la 4T penetró en las instituciones, se alimentó de ellas y dejó al país al borde de la necrosis democrática.

Por: Luis Enrique Arreola Vidal.

México no fue tomado por asalto.

Fue penetrado lentamente, como lo hace el gusano barrenador: por una herida pequeña, casi imperceptible, que se volvió la entrada perfecta para el parásito político más eficiente de las últimas décadas.

Morena llegó prometiendo regeneración, pero operó con la lógica biológica del Cochliomyia hominivorax: colocar sus huevos en cada institución debilitada, incubar parasitismo administrativo y devorar vivo el tejido democrático del país.

La Cuarta Transformación no transformó: invadió.

Y como toda infestación exitosa, su avance dejó un patrón: destrucción silenciosa, colonización total y un país que aún no se da cuenta del tamaño del daño porque el dolor es gradual, pero constante.

La lesión inicial: la narrativa mesiánica “Yo soy el pueblo.”

Con esa frase, Andrés Manuel López Obrador abrió la herida mortal.

A partir de ahí todo contrapeso fue declarado enemigo:

  • los jueces, traidores;
  • ⁠los órganos autónomos, obstáculos;
  • ⁠la prensa, fifís y conservadores;
  • ⁠los críticos, vendepatrias.

La democracia mexicana quedó expuesta, vulnerable, lista para la infestación.

La incubación: captura institucional.

Morena no buscó perfiles idóneos; buscó obediencia ciega.

El resultado fue una ocupación sistemática:
INE desfinanciado, hostigado y casi sometido por reforma.

Suprema Corte atacada personalmente, desprestigiada y finalmente reformada para colocar incondicionales.

Pemex y CFE rescatadas a costa de billones en pérdidas, deuda oculta y retroceso energético.

Sistema de Salud Seguro Popular liquidado, INSABI fallido, IMSS-Bienestar improvisado, desabasto crónico de medicinas oncológicas y mortalidad excesiva.

Seguridad militarización absoluta: puertos, aduanas, aeropuertos, trenes, bancos y obras faraónicas en manos del Ejército y la Marina.

Educación libros de texto convertidos en catecismo político, evaluaciones canceladas, sindicatos resucitados como operadores electorales.

Economía el sexenio con el crecimiento más bajo en 40 años, inversión extranjera ahuyentada por incertidumbre jurídica y energética.

La 4T no reformó: infestó.

La invasión profunda: la militarización como doctrina.

El Ejército mexicano dejó de ser institución republicana para convertirse en constructor, empresario, policía, aduanero, banquero y operador turístico.

Un esquema que sólo tiene paralelo en los peores regímenes autoritarios de América Latina: comprar lealtad castrense a cambio de presupuesto ilimitado y opacidad total.

El gusano llegó al hueso.

Necrosis del Estado de Derecho
Récords históricos de:

  • desaparecidos (más de 125 mil casos activos);
  • ⁠periodistas y defensores asesinados;
  • ⁠fiscalías capturadas políticamente;
  • ⁠cárteles que gobiernan territorios enteros con la complicidad o impotencia del Estado.

La justicia dejó de ser un derecho y se volvió una excepción.

El síndrome del país anestesiado
Lo más grave que logró la 4T no fue el retroceso: fue normalizarlo.

Repartir dádivas clientelares disfrazadas de “programas sociales”, culpar al pasado de todo y mantener a millones dopados con transferencias directas mientras el país se desangra.

Porque la pobreza no se combate con empleos dignos y crecimiento sostenido, no con pensiones que crean dependencia y votos cautivos.

Y el aumento al salario mínimo, tan cacareado, es una burla cuando el 55 % de los mexicanos trabaja en la informalidad y nunca verá un centavo de esos incrementos.

La herida abierta que sigue sangrando.

Hoy, con Claudia Sheinbaum al frente del mismo proyecto, México enfrenta:

  • un Poder Judicial colonizado por elección popular;
  • ⁠Fuerzas Armadas con poder económico sin precedente;
  • ⁠un sistema de salud en ruinas;
  • ⁠organismos autónomos mutilados;
  • ⁠universidades cooptadas;
  • ⁠estados gobernados por virreyes sin contrapeso;
  • ⁠violencia que no cede;
  • ⁠desigualdad que crece bajo la máscara de la “igualdad”.

Morena no es un partido político.

Es un método de degradación institucional basado en obediencia, opacidad y captura sistémica.

¿Tiene cura México?

Sí, pero no con paliativos ni con más de lo mismo.

Las infestaciones graves sólo se curan con cirugía mayor:
Restituir plena autonomía a órganos constitucionales.

Desmilitarizar de inmediato la administración pública.

Reconstruir un Estado de Derecho sin adjetivos.

Limitar la hiperpresidencia y el culto a la personalidad.

Blindar al periodismo y a los contrapesos reales.

Rehacer el sistema de salud con estándares del siglo XXI.

Reordenar el sector energético con visión de futuro, no nostalgia petrolera.

Devolver la educación a la ciencia y sacarla de la propaganda.

Sin estas medidas, la infestación continuará.

Y un país no sobrevive dos ciclos completos del hominivorax político.

La 4T se autoproclamó la transformación histórica que México esperaba.

Pero su legado, visto sin maquillaje, revela la verdad:
México no fue transformado.

México fue devorado.

La pregunta ya no es si Morena puede gobernar seis años más.

La pregunta es si México puede sobrevivirlos.

Extirpar al gusano barrenador es ahora o nunca.