La Comuna
José Ángel Solorio Martínez
La revolución mexicana en Tamaulipas, -en sus efectos y avances sociales- fue un fenómeno tardío; o al menos, de lenta expresión. Desde 1917 hasta 1925, todo el articulado que mandataba la esencia de un vuelco social como el 123, 27 y tercero: trabajo subsuelo y educación, se vieron frenados por un porfiriato que se negaba a ser desplazado por los revolucionarios.
Sólo el empuje de las masas campesinas y obreras -el proletariado industrial de Tampico, sobre todo- obligó al régimen revolucionario y a las élites a cumplir con todo y severas resistencias -en la nación y en la región- que retardaron el verdadero cambio.
Del 1917 a 1924, el sur de Tamaulipas vivió trepidantes movimientos huelguísticos que, con la movilización y el reclamo público, exigieron al incipiente Estado revolucionario sus derechos y libertades plasmados en la flamante y progresista Constitución: salario mínimo, vacaciones, no permitir el trabajo a menores, ropa y herramientas -muchos trabajadores tenían que comprar ropa adecuada, trabajaban en pantalón de manta y huaraches- y sobre todo garantizar la organización libre de la clase obrera.
La huelga de El Águila fue una sustancial victoria.
Muchas de sus demandas, se plasmaron en la reglamentación de la Ley Federal del Trabajo que en mucho tuvo que ver el victorense, Emilio Portes Gil.
Sólo así se mejoraron las condiciones de trabajo de los obreros petroleros del estado y del país.
Es decir: la coyuntura posrevolucionaria, dejaba en esa circunstancia a los obreros y campesinos; la Constitución, era un cúmulo de buenos deseos a la carta. Su aplicación, sólo se podrían concretar en función de la capacidad de presión de la mayoría olvidada.
En suma: el cumplimiento de los preceptos constitucionales estaba condicionado a la correlación de fuerzas sociales. Había qué entenderlo: la Constitución, únicamente era un arma más para los desposeídos contra las oligarquías.
En Tamaulipas, también los campesinos hicieron lo propio. En 1926 fundaron la Liga de Comunidades Agrarias, para organizarse y colaborar con el gobierno para achicar el poder de los neolatifundistas que generó la posrevolución en la comarca.
Tan dura fue la resistencia de los hacendados que posterior a 1917 a 1924 realizaron varias masacres de campesinos.
A grandes rasgos esos han sido los saldos de la revolución en nuestra región.
La revolución real -con algunos esbozos antes- se concretó con Portes Gil.
Cambió la relación capital y trabajo y renovó la propiedad rural de la tierra; al tiempo de promover la organización de obreros y campesinos.
No sólo generó un renovado sistema económico, también creó el nuevo sistema político que aún hoy norma a los tamaulipecos.
Gloria a los obreros y campesinos tamaulipecos, motores irremplazables para el cumplimiento de los ordenamientos de nuestra Constitución.