Enfoque Sociopolítico |
Por Agustin Peña Cruz*
En los márgenes de la política tamaulipeca se están moviendo piezas que, lejos del reflector
tradicional, revelan una estrategia de largo aliento. Juvenal Hernández Llanos, quien
gobernó Altamira entre 2005 y 2008, intenta reescribir su lugar en el tablero no desde el
amparo de un partido consolidado, sino desde la construcción de una fuerza política propia:
Construyendo Solidaridad y Paz (CSP). Esta acción es inusual en un entorno donde las
estructuras establecidas suelen eclipsar cualquier intento independiente, pero también habla
de la lectura que Hernández Llanos hace del momento político.
Para entender la maniobra, conviene reconocer un hecho que en México rara vez se
verbaliza: las encuestas partidistas no solo miden preferencias, también administran
exclusiones. El exalcalde lo sabe. Conoce los compromisos, los pactos tácitos y las
negociaciones que determinan quién aparece y quién desaparece de los sondeos internos.
Su ausencia en las mediciones de Morena rumbo a 2024 no necesariamente describe falta
de apoyo social, sino el cierre de filas con grupos formados del partido guinda que han
blindado espacios de poder de cara al siguiente ciclo administrativo.
Frente a esa arquitectura cerrada, Hernández Llanos ha optado por un camino menos
transitado: construir una plataforma desde cero, apoyado en una red de lealtades tejida
desde hace dos décadas. Lo visto el 13 de noviembre, en un salón de eventos de la colonia
Roger Gómez, no fue un acto de nostalgia política, sino la declaración de una intención más
profunda. Ahí —según sus operadores— se presentó a CSP como la primera organización
en alcanzar el proceso requerido para formalizar su transición hacia un partido político
nacional, afirmando tener 241 asambleas distritales y proyectar llegar a 300.
La afirmación, por sí sola, exige escrutinio. Formar un partido nacional en México implica
una ruta estricta y fuertemente regulada por el Instituto Nacional Electoral (INE). Sin
embargo, la insistencia del grupo en que el próximo 24 de noviembre se realizará otra
asamblea supervisada por la autoridad electoral revela que Hernández Llanos no improvisa.
Desea construir una fuerza alternativa con musculatura organizativa suficiente para
competir en 2027.
La cifra de 250 líderes movilizadores reunidos en la asamblea del día 13 —cada uno con su
propia estructura de simpatizantes— podría ser leída como un capital político dormido,
capaz de convertirse en plataforma electoral con relativa rapidez si encuentra un discurso
que sintonice con el desencanto local. En Altamira, donde la política municipal ha sido
históricamente dominada por alianzas fluctuantes entre partidos tradicionales y operadores
territoriales, una estructura paralela de largo aliento representa un riesgo para los bloques
ya establecidos.
El movimiento de Hernández Llanos no responde únicamente a la ambición personal de
regresar a la boleta. Es un intento por reposicionar una forma de liderar que quedó
suspendida cuando MORENA reconfiguró el mapa político en Tamaulipas. Y es, también,
un mensaje para la clase política local: la exclusión reproduce sus propios contrapesos.
Si CSP logra convertirse en partido y consolidar presencia rumbo a 2027, Altamira podría
enfrentar una de las contiendas más fragmentadas y competidas de su historia reciente. Si
no, el esfuerzo funcionará como recordatorio de que, incluso fuera de los reflectores, hay
actores con capacidad de movilización suficientes para alterar las ecuaciones internas de
poder.
Lo que está en juego no es únicamente la aspiración de un exalcalde. Es la forma en que se
reconfigura el sistema local cuando los partidos dominantes dan por sentado que todos
quieren —o necesitan— su sombra. Mientras que el deseo de retornar al poder es
insistente.
Nos vemos en la siguiente entrega mi correo electrónico es [email protected]
- El Autor es Master en Ciencias Administrativas con especialidad en relaciones industriales,
Licenciado en Administración de Empresas, Licenciado en Seguridad Pública, Periodista
investigador independiente y catedrático.