LOS HECHOS
POR José Inés Figueroa Vitela

Nos decimos compadres, aunque nunca nos bautizamos nada.
Pero sus hijos son como los míos para mí y mi esposa; tamién sabemos que el nuestro y las
nuestras, son igual de él y de ROSY su esposa, muy de ellos, llenos de anécdotas y lugares
que han marcado el transitar por esta vida.
Nos encontramos hace mucho, cosa de cuatro décadas, en el oficio y la lucha por la
dignificación del periodismo.
Siempre he admirado su profesionalismo y decencia y también sé, porque lo hemos hablado
más de una vez por tanto tiempo, que ha apreciado el mío y el de mi esposa.
Somos dos parejas de periodistas que miramos de frente, erguidos, con la dignidad que nos ha
dado el trabajo honesto, profesional y esforzado de toda una vida.
Esa es la diferencia respecto de los detractores de temporada.
Los cobardes, esbozados, que insultan, descalifican y acusan a partir de las mentiras con que
han padecido todos sus traumas, emparejados con los mismos enemigos de la sociedad que
no encuentran la hora, ni la forma, de regresar al poder para seguir robando y oprimiendo a
terceros.
Nunca, como en el presente sexenio, en que mi hermano de corazón, FRANCISCO CUÉLLAR
llegó a la titularidad de Comunicación Social del Gobierno del Estado, se habían dado tantas
facilidades y garantías para el ejercicio de la libertad de expresión.
Y nunca, como en este gobierno, su titular había gozado del aprecio y cercanía con la opinión
pública como ahora ha sucedido.
Que hay voces discordantes, críticos obstinados por condición propia, o fletados con intereses
ajenos, contrarios, despistados, es algo inevitable en una sociedad abierta y plural como la que
ha definido el doctor AMERICO VILLARREAL ANAYA para su pueblo.
La otra cara de la moneda, ya superada, fue el de la región silenciada, que caracterizó la
barbarie con la que cerró el ciclo prianista, donde “nada pasaba” y el puñado de delincuentes
que asaltaron el poder, con otro puñado de inescrupulosos cómplices, hasta presumían falsos
méritos y logros.
Esos mismos, siguen siendo los menos, infinitesimalmente y con puntualidad han recibido
respuesta, más que por ellos, para no dejar espacio a la desinformación, aclarando las
sinrazones y desvaríos atrás de sus afirmaciones sin sustento.
Los delincuentes que asaltaron el poder público estatal durante el pasado sexenio, decía,
arreciaron sus ataques en los días recientes en contra de FRANCISCO CUÉLLAR y su
apreciada familia.
No es algo nuevo.
Para disponer de los tesoros y la vida de muchas familias tamaulipecas con holgura e
impunidad, hace casi una década en que llegaron al gobierno, igual lo persiguieron en forma
criminal y cobarde, amagando la paz de sus hijos.
La familia CUÉLLAR RODRÍGUEZ debió refugiarse lejos para proteger la vida de los suyos,
mientras CABEZA y su séquito de delincuentes, disponían del producto de su trabajo y

desdoblaban sus prácticas delincuenciales, usando a otros siniestros sujetos, justo de su
calaña.
Allá del exilio, fue donde PACO se encontró con el proyecto de otro buen hombre, profesional y
comprometido con el bien hacer a favor de sus congéneres tamaulipecos.
Desde el arranque del proyecto del doctor AMÉRICO, CUELLAR estuvo con él y juntos,
remontaron las incontables trampas de los delincuentes que ahora de nuevo los acosan, con la
vieja idea de medrar a costas del pueblo.
Todos sabemos quién es quién en Tamaulipas.
Le están pegando a la fuerte diestra del indiscutible liderazgo político estatal, porque creen que
pueden debilitar la sólida construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación en
Tamaulipas, para poder regresar con sus inmundicias.
No lo van a lograr.
Quienes sentimos, pensamos y actuamos con la misma dignidad y prestancia de siempre,
coincidimos y no vamos a permitir que ese puñado de miserables se impongan sobre la fuerza
de la razón y el derecho colectivos.
Aquí seguimos… y no nos vamos a ir.
La gente los conoce a ellos… y a nosotros también; una vida de congruencia nos amparan.
No nacimos hace tres años y tenemos por delante toda la vida que el creador disponga, para
seguir diciendo y haciendo.
Amén.