La Comuna
José Ángel Solorio Martínez
Uno de los cambios estructurales de la IV T y su Segundo Piso, que siguen pendientes en Tamaulipas es el de la cultura. Ni en el estado, ni en los municipios, se ven proyectos alternativos al que delineó el viejo régimen. Sólo algunas chispas en el oscuro horizonte brillan como casos excepcionales, por el esfuerzo de ayuntamientos comprometidos con sus comunidades creadoras y con la sociedad ávida de consumir productos culturales que afirmen su identidad y sus valores.
Aunque nos pese reconocerlo: la cultura vigente, es la que construyeron el PRI y el PAN. Son sus valores y sus principios, los que siguen normando la vida social de los tamaulipecos.
La cultura de la superficialidad. Ésta, es responsable de mantener a los ciudadanos alejados de posturas críticas, ante hechos de gobierno o hechos sociales que le afectan impactando negativamente en sus niveles de bienestar.
Esa visión del mundo no es capaz de identificar a los responsables de las desviaciones de gobierno, ni de las políticas erráticas que los lesionan. Sólo aciertan a trasladar sus experiencias calcadas de las redes sociales, en su cosmovisión. Y como se sabe, esa forma de interpretar el universo, es por demás frívolo y digerible para el hombre mediocre -decía Ingenieros, en su famoso texto- y al ciudadano comodino.
La cultura de la dependencia. Esto significa, el delineamiento de un espíritu gregario que obliga al ciudadano a ejercer el papel de cordero y no asumir la labor de líder en su familia, en su oficio o profesión y en su comunidad.
La cultura del logro con el menor esfuerzo. El enriquecimiento súbito de manera fácil o gracias a un ser divinamente intangible. No importa el conocimiento, que requiere tenacidad, disciplina y talento; la fama de las redes sociales es su mayor y más sólido capital.
Por otra parte, el amiguismo el compadrazgo y el nepotismo, son fuentes de poder más que la tenacidad y los méritos de trabajo.
La cultura etnocéntrica. Considera la producción cultural de la capital como de mayor importancia que la producida en el norte y en el sur. Probablemente sea involuntario, pero se hace: la mayor difusión de los bienes culturales en todo el estado, son el huapango y la cuera hegemónicos y totalizadores.
¿En la frontera -tierra de largos veranos infernales- tiene razón de ser la cuera?
¿Es igual el huapango norteño al huapango huasteco?
Se requiere un grande debate sobre el tema.
La cultura del viejo poder está en crisis, pero no existe aún, una opción para enfrentarla. Los artistas y creadores no han sido convocados a esa discusión, de fondo, que para bien de todos debe ser lo más colectiva posible.
De lo contrario: seguiremos adorando a los marcianos y canonizando a los dioses gruperos.