Como partidos políticos se dicen propulsores de la democracia, las libertades y los derechos
humanos; como individuos se proclaman difusores de la verdad y los derechos ciudadanos,
pero del dicho al hecho, hay mucho trecho.
Ante la falta de talentos, capacidades, esfuerzos, se ha desarrollado un grupo de sujetos
anodinos que han asaltado la opinión pública, procurando llenar la tripa de mal año a base de
destruir famas, personalidades, familias, carreras, proyectos de vida personales, insultando y
denostando sin el menor rubor o escrúpulo.
Desde el presunto anonimato de las redes sociales, o en la plataforma del cinismo, pseudo
periodistas, “influencers”, “granjas” o generadores de contenido, han ido subiendo el tono de
sus publicaciones sin sustento, con la idea de extorsionar a sus pretendidas víctimas o
causarles daño, al servicio de terceros.
El recurso de las notas falsas para la descalificación política, ya sabe, fue un invento de los
conservadores, que tuvo su máxima expresión en Tamaulipas con el PAN y el exgobernador
prófugo, misma que siguen usando de cuando en cuando, aunque hasta ahora no les ha
funcionado.
De entre los extorsionadores incrustados en el amplio espectro mediático, de un tiempo acá se
ha vuelto lugar común el amagar a sus objetivos, con publicaciones de hechos escandalosos,
de intimidad, que afecten a los miembros de su familia y el desempeño laboral.
No son pocas las denuncias que andan las rutas jurisdiccionales, de políticos y servidores
públicos, contra los difamadores, que quieren hacer negocio destruyendo honras y vidas de las
parejas e hijos de quien se les atravesó en sus apetitos insatisfechos.
Ahora es el caso del Rector de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, DÁMASO ANAYA, un
hombre de ciencia y academia, de trabajo, familia, sencillez en el trato y humildad, a quien los
perversos y cobardes atacaron, sin pensar en su familia y demás aludidos y aludidas, sin
deberla ni temerla.
Los intereses políticos y económicos que puedan moverse, en la intentona por lastimar la
buena imagen y el trabajo del Rector ANAYA, no van a alterar el curso de la historia que se
está construyendo en la UAT y en Tamaulipas.
No obstante, por ese y otros casos, se ha llegado el tiempo de poner un alto a esa práctica
denigrante que, mientras llegan las aclaraciones, no deja de producir víctimas inocentes, que
sufren en sus respectivos entornos y eventualmente, conservan cicatrices perennes.
Es la hora de que los equipos especializados y las policías cibernéticas hagan su trabajo de
manera exhaustiva y profesional, para identificar y poner ante las autoridades jurisdiccionales a
los responsables de estas acciones, a los responsables materiales, a quienes pagan y cobran
por tan nefastos servicios.
Aunque, en general, la sociedad tamaulipeca ha sabido identificar y separar los dichos de los
hechos, especialmente en las redes sociales, no se puede seguir permitiendo la impunidad con
que se atacan honras y vidas personales.
En el nuevo orden del humanismo, la legalidad , el estado de derecho y la opción por los más
vulnerables no cabe más esas formas delictivas de hacer negocio o trascender agrediendo.

Quienes no han entendido el significado y los alcances de la transformación verdadera más
temprano que tarde aprenderán en carne propia. Veremos y Diremos