Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz

La polémica que los medios de comunicación armaron a partir de la distracción de los
funcionarios que por tomarse la foto le dieron la espalda a la presidenta de la república el
pasado mes de marzo en el zócalo, fue revivida hace algunos días cuando se les vio
detrás de la valla en un evento similar y otros ocupaban su lugar afuera.
Y es que, en política, estar enfrente, en las primeras filas, en los lugares
preferentes es para muchos lo más importante en sus vidas, porque lo asumen como un
privilegio, como la señal de ser parte del primer círculo de poder, de los elegidos, de la
casta gobernante.
Por eso es muy común ver en los eventos políticos, cómo se disputan el juego de
las sillas, en Tamaulipas, por ejemplo, ahora que vino la presidenta de la república a dar
su informe, pudimos ver en las primeras filas todo tipo de funcionarios que se desvivían
para ser vistos no solo por la prensa sino también para lograr tomarse la foto con Claudia
Sheinbaum.
Escenas que contrastaron con las imágenes de las concentraciones que se dieron
con el mismo propósito en el sur del país donde quienes estaban en las primeras filas
eran adultos mayores, campesinos, indígenas, jóvenes, gente común y corriente que
estaba contenta por ver a la presidenta de cerca.
Pero en Tamaulipas estamos aún muy lejos de emular esas escenas, aquí el juego
de las sillas es solo una pequeña parte que demuestra que el espíritu de la cuarta
trasformación no ha permeado lo suficiente. Todavía los funcionarios, la mayoría

importados del modelo priista y algunos otros panistas que por extrañas razones siguen
estando en la toma de decisiones, no entienden de qué va la cuarta trasformación o bien,
simplemente no les importa saber que “primero los pobres”.
Así seguimos viendo como pan de cada día, privilegios para los de arriba y
desprecio para los de abajo; en las instituciones públicas se trata como chivos expiatorios
a los trabajadores, a esos que con tantos años de servicio público toman como una misión
su trabajo, aman a las instituciones y hacen más de la cuenta solo por el deseo de que las
cosas marchen bien, pero a cambio se les maltrata y presiona para cumplan sus labores
sin contemplaciones, se les cuelgan pesados fardos y los funcionarios se comportan
como los fariseos que en tiempos de Jesús obligaban a que los demás cumplieran una
serie de reglas pero ellos no eran capaces de cumplir una sola.
Mucho tiempo abrigué la esperanza de que en este país la izquierda llegaría al
poder para cambiar la historia, así espero el cambio de mentalidad de funcionarios que
asumen el poder como un privilegio o una patente de corso para atropellar y someter a
sus compañeros de trabajo que por circunstancias del destino están abajo en el
escalafón.
Por ahora seguiremos soportando la prepotencia de quienes reparten a sus
allegados compensaciones, privilegios, vehículos, les gusta que les acerque la Suburban
a la puerta de su oficina, detienen el elevador para que solo ellos lo usen cuando llegan o
se van y ordenan que esté encendido el aire acondicionado en el vehículo con suficiente
antelación para que cuando aborden esté frío. Mientras los empleados, esos que siempre
han estado ahí, con sueldos miserables, deben seguir apurándose en buscar un
estacionamiento entre el complicado tráfico para poder checar a tiempo porque si no se le
aplica el riguroso descuento mientras ellos, los que disfrutan de los privilegios del poder

tienen cajones exclusivos, para ellos y sus cercanos. Todo eso, sigo creyendo, no es la
cuarta trasformación. E-mail: [email protected]