CONFIDENCIAL
Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA.
El cielo judicial de Francisco García Cabeza de Vaca vuelve a nublarse.
Después de meses de relativa calma, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) decidió atraer el amparo que lo mantenía a salvo de una orden de aprehensión por delincuencia organizada y lavado de dinero.
El movimiento no es menor. Significa, en los hechos, que el máximo tribunal del país asume el caso y que su futuro ya no dependerá de un tribunal de circuito, sino del criterio de los ministros que, en buena medida, marcan hoy la línea jurídica y política del país.
La decisión fue dividida, como casi todo lo que toca a la figura del exgobernador de Tamaulipas. Pero suficiente para que el caso subiera al pleno, a solicitud de la Fiscalía General de la República (FGR), que busca revertir el amparo que en noviembre del año pasado le devolvió la tranquilidad al panista.
Cabeza de Vaca había conseguido, hasta ahora, mantenerse a flote en medio de los embates judiciales que se iniciaron desde su último año de gobierno. Primero fue el desafuero, después las acusaciones de la Unidad de Inteligencia Financiera y, finalmente, la orden de aprehensión girada por un juez federal en octubre de 2022.
El exmandatario logró zafarse de cada embrollo con una mezcla de estrategia legal, suerte política y una defensa bien financiada. Pero esta vez las circunstancias parecen distintas, y sobre todo, más adversas.
La Corte ya no es la misma de antes. Con la reciente recomposición tras la elección judicial, el máximo tribunal ha cambiado de rostro. Hoy, la mayoría de sus integrantes mantiene afinidad ideológica con el proyecto de la llamada Cuarta Transformación.
Eso significa que las decisiones con implicaciones políticas, como el caso de Cabeza de Vaca, se analizarán con un lente más alineado al discurso del poder. Y eso, en su caso, no es buena noticia.
La Fiscalía insistió en que el amparo concedido al exgobernador carecía de sustento, y que los delitos que se le imputan —delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita— deben revisarse con nuevos elementos.
El argumento puede ser débil o fuerte, pero lo relevante es que ahora tendrá eco en un escenario donde el equilibrio institucional se ha desplazado. Lo que antes podía verse como un acto de justicia, hoy se percibe como un tema político de alto voltaje.
En otras palabras, García Cabeza de Vaca está de nuevo en la tormenta.
Y aunque ya ha demostrado ser hábil para navegar entre el ruido mediático y los litigios judiciales, el viento sopla ahora en su contra.
Los tiempos políticos también han cambiado. Ya no hay un Congreso local que le sirva de escudo, ni un partido nacional con la fuerza suficiente para plantarle cara a Palacio Nacional. El PAN, desgastado y dividido, apenas logra defender su propio terreno.
Mientras tanto, el exgobernador permanece exiliado en Texas, vigilando a distancia los pasos de sus antiguos adversarios y tratando de mantener vigente su figura política entre simpatizantes que todavía lo ven como víctima de persecución.
Sin embargo, esa narrativa se erosiona con el tiempo. La sociedad mexicana tiene poca memoria, y en Tamaulipas, donde los nuevos liderazgos se multiplican, el nombre de Cabeza de Vaca ya no tiene el peso que llegó a tener.
Si la Suprema Corte determina restablecer la orden de aprehensión, el golpe será devastador para él y su círculo cercano. No solo perdería la protección legal que lo mantiene fuera del alcance de la justicia, sino también el último vestigio de credibilidad política.
El caso, además, será un mensaje contundente para otros actores del pasado reciente: los nuevos tiempos no admiten impunidad, al menos no la que se exhibe. Y ese mensaje es funcional para el gobierno federal, que busca mantener la narrativa de limpieza moral en la política.
Pero sería ingenuo suponer que se trata únicamente de justicia. En el fondo, el expediente Cabeza de Vaca es también una pieza más en el tablero político nacional, donde cada movimiento tiene repercusiones electorales.
El exgobernador representa un símbolo de resistencia para el panismo, pero también un recordatorio incómodo para quienes buscan reescribir la historia reciente de Tamaulipas bajo una nueva hegemonía.
Si algo ha demostrado el panista, es que no se da por vencido fácilmente. Aun desde el exilio, conserva una estructura política y una base de apoyo que, aunque menguada, podría reactivarse con solo un discurso victimista bien dirigido.
Pero esta vez el riesgo es mayor. Si la Corte le da la razón a la Fiscalía, no habrá margen para escapatorias legales ni recursos dilatorios. El peso de una resolución adversa podría sellar su destino.
Por eso, más allá del pleito judicial, lo que está en juego es su supervivencia política. Y en la política mexicana, cuando se apagan los reflectores de la impunidad, no hay refugio que alcance.
Francisco García Cabeza de Vaca enfrenta, quizá, el capítulo más incierto de su trayectoria. Ha sorteado tempestades, sí, pero las que vienen parecen más densas, más prolongadas… y con menos puertos donde guarecerse.
Y más con una Corte evidentemente dominada por Ministros identificados con el morenismo.
ASI ANDAN LAS COSAS.