La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

¿Cómo justificará la senadora Olga Sosa Ruiz, el tercer movimiento financiero en la Casa Vector, por la modesta cantidad de 30 millones de pesos?
Los dos anteriores trueques, los explicó con una razón sentimental: son herencia de su abuela.
¿En la Casa Vector, investigada por las autoridades estadounidenses por lavado de dinero y otros crímenes contra el sistema bancario gringo?
Es mucha la ignorancia; es bastante la estupidez y es de una rebosante impunidad y soberbia, hacer negocios con sospechosos establecimientos bursátiles. Y más, con fondos de negros orígenes.
¿Acaso Carmona -el sobreviviente- no desembuchó todo en USA?
La Casa Vector, los Carmona, los Gómez-Cabeza de Vaca o los Cabeza de Vaca Gómez, y otros de similar contextura es muy probable que sean señalados en las averiguaciones binaciones en el trasiego del guachicol.
El asunto parece que va en serio.
Ya no sólo es en México el combate a ese gigantesco delito transnacional; ya entró USA. Y hubo un acuerdo para investigar en ambas naciones ese flagelo.
El debilitamiento de la estructura binacional del guachicol, no sólo se evidencia por los enormes decomisos aquí y allá: también han detenido empresas y empresarios texanos y tamaulipecos.
Los archivos de los hermanos Carmona, ya son propiedad de las autoridades de México y USA. Seguramente habrá más, mucho más, responsables. Empresarios, políticos de aquí de allá pronto se descobijarán. Para sorpresa de muchos.
En Tamaulipas, los más venturosos benefactores empezaron a temblarles la güila. Unos, discretos guardaron los dólares en el colchón; otros: fanfarrones, compraron departamentos, coches y hasta invirtieron en negocios de usura.
El dinero siempre deja huella; aunque nunca: sentimiento de culpa.
Contaré una historia de una política -con “a”- que toda su vida trabajó en el sistema que había construido el PRI. Fue diputada federal, senadora, secretaria general de gobierno, y se movía en la Nomenklatura ya desplazada.
Acumuló una nada despreciable fortuna.
Desconfiaba de los bancos, no se sabe por qué: era economista.
Toda su vida fue modesta y austera.
Un mal día, el chofer, se percató que, bajo las colchas, la licenciada protegía sus bienes: dólares y joyas. Eran millones. Huyó con esa fortuna y nunca más se supo nada de él.
La política, murió en la más absoluta, forzada austeridad republicana.
Dicen que se deprimió mucho por el golpe bajo.
Esa riqueza oculta, impidió suspicacias.
No es lo mismo con estos truhanes del senado.
Han dejado sus huellas, por donde pasan y por donde operan.