Cd. Victoria, Tam.- Cae en sábado el undécimo aniversario del caso Ayotzinapa. Del día cero a la fecha, la tragedia ha sido abordada por tres titulares del Ejecutivo: PEÑA, AMLO y CLAUDIA. Varios factores contribuyen a la falta de resultados.
Su partidización, entre otros. Que la diversidad de hipótesis esté uncida a grupos políticos, lejos de ayudar, oscurece el panorama. Divergencias en la interpretación usadas como pretexto para emprender ajustes de cuentas con el pasado inmediato.
Ejemplo ilustrativo, el juicio contra el exprocurador JESÚS MURILLO KARAM. En efecto, hubo ineptitud. Pero además le faltó valor para sobreponerse a los candados que PEÑA y OSORIO le pusieron a la investigación desde el primer día.
La consigna de no molestar a las fuerzas armadas ni a las corporaciones civiles de seguridad. Y cuando ALEJANDRO ENCINAS lo intentó, en tiempos de ANDRÉS MANUEL, a las pocas semanas salieron libres.
La impresión es que MURILLO KARAM trabajó todo el tiempo con las manos amarradas. De aquí la frase aquella que lo hizo tema de memes y caricaturas. La de “estoy cansado”. Debe ser fatigoso remar a contracorriente. Prefirieron contratar la costosa participación de peritos internacionales.
MURILLO fue arrestado durante el gobierno de AMLO en 2022, por cargos que difícilmente podría haber cometido como tortura y desaparición forzada. Más probables serían los delitos contra la administración de justicia.
De cualquier manera, hubo rudeza innecesaria. En abril de 2024, el exabogado de la nación fue liberado bajo arresto domiciliario en la capital del país.
SILENCIO COMPARTIDO
¿Por qué un puñado de mal pagados y peor capacitados gendarmes municipales pudo interceptar, balear, secuestrar y luego trasladar a los estudiantes frente a la mirada indiferente de soldados, marinos, policías federales, agentes estatales preventivos y ministeriales?
Sólo una orden de México podría haber dispuesto la deliberada inacción de dichas corporaciones frente a los atropellos cometidos en su presencia; sin intervenir. Permitieron así la barbarie de los policías locales que respondían a la voluntad y los intereses del alcalde perredista JOSÉ LUIS ABARCA, hoy preso.
Poco se habla de dicha inacción. En días y años posteriores, las pesquisas se han focalizado en temas como el basurero de Cocula, donde (dicen) se encuentra enterrada la “verdad histórica” de MURILLO KARAM.
La responsabilidad podría extenderse a todo el gabinete de seguridad (PGR, SEGOB, SEDENA, SEMAR, CISEN) cuyos miembros dieron seguimiento a los hechos con imágenes en tiempo real que enviaban las cámaras del C5 guerrerense hasta su “Sala de Crisis” (Situation Room) en la capital del país.
Al instante supieron de las atrocidades cometidas por los municipales. A tiempo vieron cuando los estudiantes fueron bajados de los autobuses a punta de bala y arrastrados de manera salvaje a los patios del Ayuntamiento.
Igual observaron cuando los muchachos fueron trepados a camionetas tipo “estaquitas”, para llevarlos como ganado al matadero de Cocula. Teniendo a la vista todo el procedimiento gangsteril, los miembros del Gabinete de Seguridad nada hicieron.
LA RUTA
Las bandas delictivas que entonces controlaban la zona dispusieron dar un escarmiento a los jóvenes que tenían por costumbre secuestrar autobuses de línea cada año, para viajar a la Plaza de las Tres Culturas y rendir homenaje a los mártires del 68.
Conducta ya normalizada en esa región. Peregrinar a Tlatelolco para protestar contra una amenaza que ocurrió cuando ni ellos (y, probablemente, ni sus padres) habían nacido.
Pero no fueron las empresas transportistas las quejosas principales. Los realmente agraviados serían los miembros del grupo delincuencial “Guerreros Unidos”, para entonces, ya separados de los BELTRÁN LEYVA.
Y el detonador, sus cargas de heroína enviadas en compartimentos ocultos de dichos autobuses. Larga travesía hacia la frontera norte, cruzando el país del litoral Pacífico al Atlántico, para atravesar después Tamaulipas.
Las cuales se internarían luego en Estados Unidos, hasta los centros de distribución al mayoreo ubicados en la zona metropolitana de Chicago. El reporte de los autobuses preñados de droga y sus corridas diarias entre Iguala y Reynosa no es fantasía de los medios. Viene de la DEA.
Para el vocabulario en clave registrado en las comunicaciones de “Guerreros Unidos”, los autobuses con cargamento oculto eran apodados «tías» (o «señoras») y los paquetes serían los «niños» (o «hijos»).
Dichas “tías”, motorizadas y con ruedas, trasladaban a los “niños” bien empacados desde Guerrero hasta la línea fronteriza, en maleteros, asientos, motores o estructuras modificadas.
Las cuales (ya sin “niños”) regresaban después a territorio nacional, con millares de dólares en efectivo, llamados en su lenguaje, «documentos». Negocio grande que se vio de pronto perturbado por unos muchachos revoltosos que insistían en rendir culto a las luchas estudiantiles de los abuelos.
Pagaron caro el atrevimiento. La esencia del caso Ayotzinapa fue tema muy incómodo para las autoridades priístas de entonces y (también) para las de ahora, por la cantidad de mandos civiles y castrenses involucrados en la ruta.
De poco sirve dialogar cada año con los deudos. Si algo hay seguro es que los 43 jamás regresarán. El tema dejó de ser la desaparición de los normalistas. Es la cadena de complicidades que nadie quiere tocar.
BUZÓN: [email protected]
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