#DESDELAFRONTERA
POR #PEDRONATIVIDAD
En política, las encuestas son termómetros que no solo miden la temperatura ciudadana, sino que también definen escenarios, rutas y hasta candidaturas futuras. El caso de Carmen Lilia Canturosas Villarreal, alcaldesa de Nuevo Laredo, es un claro ejemplo de ello.
La medición de Mitofsky, “Aprobación Ciudadana 150 presidentes y presidentas de México” (agosto 2025), dejó un mensaje contundente: con 58.5% de aprobación, la neolaredense se consolidó en el segundo lugar nacional, apenas por debajo del alcalde de Hermosillo, Antonio Astiazarán, con 59.8%.
Pero más allá del ranking general, Carmen Lilia brilla con luz propia al quedarse con el primer lugar nacional entre mujeres alcaldesas y, aún más, con el primer lugar entre todos los alcaldes de Morena a nivel nacional, superando incluso a figuras con mayor tiempo en la política y con gobiernos metropolitanos más visibles.
Este liderazgo no es gratuito. En menos de 4 años, Carmen Lilia ha logrado construir un gobierno integral que toca todos los rubros, salud, educación, obra pública, desarrollo económico, medio ambiente, cultura, deporte, etc. Su estilo cercano, de trabajo de territorio, ha generado un impacto tangible en las familias de Nuevo Laredo, que hoy la respaldan con hechos y no con discursos.
El dato político es clave, en julio tenía 56.3% de aprobación, y en agosto escaló a 58.5%. En política, ese incremento refleja confianza, estabilidad y un efecto de consolidación que no todos los gobernantes logran mantener.
A nivel Tamaulipas, solo dos alcaldes más aparecen en el ranking, Mónica Villarreal de Tampico, con 52.9% en el lugar 21, y Carlos Peña de Reynosa, con 48.5% en el lugar 72. En mujeres morenistas, Villarreal se coloca en el lugar 9 y dentro de alcaldes de Morena en el 12. Peña, en cambio, aparece hasta el 34. La comparación deja claro que Carmen Lilia está varios escalones arriba.
¿Qué significa esto políticamente? Que Carmen Lilia se ha convertido en la carta fuerte de Morena en Tamaulipas. Mientras otras figuras del partido aún buscan consolidar liderazgos, ella ya es un activo probado con legitimidad social y respaldo ciudadano. Su nombre inevitablemente se coloca en la conversación sobre las futuras candidaturas estatales y, por qué no, en la carrera por la gubernatura.
ANA LAURA HUERTA EL CAMALEON
Después del rompimiento entre Morena y el Partido Verde, que dejó claro que cada quien irá por su lado en la próxima elección, vino la orden del día, todos esos funcionarios y representantes del Verde que quieran seguir vivos, políticamente hablando, que se alineen con Morena. Y como si se tratara de una pizza “exprés”, la primera que brincó fue la diputada local Ana Laura Huerta, quien sin pensarlo dos veces se despojó del saco verde y se enfundó en el guinda, cual vil camaleón.
Lo curioso es que Ana Laura intenta justificar su salida diciendo que en el Verde ni la pelaban, que ni un WhatsApp le mandaban. Pero la realidad es más sencilla, su ambición personal y su adicción a cobrar mucho y trabajar poco. Ana Laura no se mueve por convicciones, ni por ideales, sino por la urgencia de garantizar su reelección como diputada local.
Y es que todos sabemos que, si se quedaba en el Verde, no le iban a dar de nuevo la candidatura, porque su paso por el Congreso federal fue gris, sin pena ni gloria, y como diputada local su desempeño ha sido todavía peor. Un auténtico cero a la izquierda en el trabajo legislativo.
Ahora bien, al brincarse a Morena, Ana Laura juega sus cartas, demostrar lealtad con el cambio de color para exigir que le respeten el derecho a la reelección. Porque de quedarse en el Verde, y en caso de que le dieran la reelección, tendría que enfrentarse a Morena en campaña y ahí sí, ponerse a sudar en las colonias y pedir el voto a ras de tierra. Y claro, sabe que perdería.
En Morena la apuesta es otra, llevarla “cachetona”, sin esfuerzo, haciendo campaña desde la comodidad de su oficina, como lo ha hecho en sus dos elecciones anteriores, colgada de los demás candidatos. Porque si algo ha demostrado Ana Laura, es que le encanta la nómina pública, pero no el trabajo que implica.
Mi abuelo lo decía con sabiduría: “vivilla desde chiquilla”. Y en este caso, Ana Laura no hace más que confirmarlo… ¿Qué, no?… NOS LEEMOS.
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