#DESDELAFRONTERA
POR #PEDRONATIVIDAD
Hoy me toca escribir una columna distinta, de esas que uno nunca quisiera redactar. No es para hablar de coyunturas, ni de estrategias políticas, ni de los vaivenes del poder. Hoy escribo con el corazón, para despedir a un gran amigo, a un hombre que dejó huella en la política, en la iniciativa privada, en la academia, y sobre todo, en la vida de quienes tuvimos el privilegio de conocerlo… Glafiro Salinas Mendiola.
Conocí a Glafiro, un hombre forjado en las aulas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde estudió Administración de Empresas. Su entrega lo llevó a convertirse en catedrático, Secretario Académico y Director de la Facultad de Comercio y Administración. Siempre compartió su conocimiento con generosidad, convencido de que la educación era la mejor herramienta para transformar vidas.
En la iniciativa privada también dejó huella. Fue gerente general de American FootWare, del periódico El Mañana, director general de la Agencia Aduanal Importadora y Exportadora del Norte, S.A., y un agente aduanal ampliamente reconocido.
En la política, su historia merece ser contada. Soñó con ser Presidente Municipal de Nuevo Laredo y aunque en aquel primer intento no logró el triunfo, no se rindió. Con esfuerzo, pocas herramientas y mucha pasión, alcanzó su primera gran victoria, ser Diputado Federal. Todavía recuerdo aquel cierre de campaña inolvidable, sin espectáculos ni artistas, solo él, su equipo y la gente, caminando desde el centro hasta el poniente de la ciudad. Fue una marcha que él mismo llamó “de la Esperanza”, y que reflejaba perfectamente su forma de hacer política, cercana, sincera, de contacto directo con el pueblo.
Su paso por la Cámara de Diputados fue brillante. Posteriormente, ganó una diputación local y fue designado Presidente de la Junta de Coordinación Política, una de las posiciones más relevantes en el Congreso. Ahí demostró su capacidad de diálogo, liderazgo y visión de Estado. Tenía todo para seguir creciendo, incluso para buscar de nuevo la alcaldía, pero decidió hacer una pausa y retirarse momentáneamente de la política. Aunque después dio señales de querer volver, finalmente prefirió mantenerse al margen.
Pero más allá de los cargos y los reconocimientos, Glafiro fue un amigo entrañable. Tenía esa virtud de tratar con el poderoso y con el humilde de la misma manera, con respeto y sencillez. Amante de las artes marciales, siempre elegante, de gustos refinados, disfrutaba compartir la vida con los suyos. Recuerdo que en más de una ocasión me invitaba a comer, pedía un corte de carne fino, descorchaba una buena botella de vino, me enseñaba cómo catarlo, y al final yo le decía que me conformaba con una cerveza. Nos reíamos mucho de esas diferencias, que más que distanciarnos, nos unían.
En lo personal, siempre me honró con su amistad. Me invitaba a reuniones íntimas, a comidas, a charlas profundas. En Navidad nunca faltaba su canasta llena de detalles especiales y claro sin faltar las botellas de licor del bueno, botellas y recuerdos que aún conservo como símbolos de nuestra amistad.
Hoy me duele despedirlo, pero también me enorgullece haber coincidido con él en esta vida. Fue un gran hombre, un político con vocación, un empresario visionario y, sobre todo, un gran amigo.
Descanse en paz, Glafiro Salinas Mendiola… ¿Qué, no?… NOS LEEMOS.
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