SINGULAR.
Por Luis Enrique Arreola Vidal.
El tablero político de Tamaulipas ya no se juega con las reglas de antes. La sucesión adelantada —esa traición al propio sexenio en curso— borró de un plumazo tres años de gobierno, convirtiendo el presente en botín de guerra para el 2027. Lo corrosivo es que el ciudadano lo sabe: la gente está cansada de partidos reciclados, de apellidos de siempre y de mañas heredadas.
En medio de ese desgaste, el Partido Verde ha entendido la ecuación: no necesita predicar pureza, basta con mostrarse como la alternativa funcional frente a un Morena que se autodestruye. Carlos Peña ya gobierna a buena parte de la población; Manuel Muñoz construye liderazgos; Hugo Reséndez se suma a la ecuación; y el gobernador, atrapado en promesas incumplidas y un aparato de comunicación que no comunica, cede terreno sin darse cuenta.
La daga de doble filo: los Carmona.
Hace apenas unos días, desde Comunicación Social se anunció una “bomba mediática” contra la administración anterior de Cabeza de Vaca y los Carmona. El error fue olvidar que esa daga tiene filo doble: en las bitácoras de vuelo de los Carmona no solo figuran viejos enemigos, también aparecen nombres de morenistas que allanaron el camino al actual gobernador.
El golpe mediático, en vez de herir al pasado, amenaza con hundir al presente.
Las evidencias no son retórica: registros de vuelo, investigaciones abiertas y publicaciones periodísticas sostienen este hilo incómodo.
Legalmente, cada mención puede documentarse. Por eso, el intento de clavar la daga puede terminar atravesando al propio verdugo.
Virreyes municipales.
A la par, el poder estatal se ha fragmentado en feudos. Cada alcalde gobierna como virrey en su propio territorio, imponiendo su ley y reduciendo al gobernador a un actor periférico.
El poder central dejó de ser cabeza y hoy es una suma de mini-reinos que negocian, presionan y se fortalecen por cuenta propia.
En este vacío, el Partido Verde no compite contra un bloque sólido, sino contra un mosaico dividido, lo que le abre la puerta a consolidarse como opción ganadora de aquí al 2028.
Los amos de la opinión: medios nacionales y locales.
El factor decisivo ya no está solo en los mítines ni en las encuestas manipuladas: el verdadero poder lo tienen los dueños de los medios.
En lo nacional, gigantes como Televisa (Emilio Azcárraga Jean), TV Azteca (Ricardo Salinas Pliego), Grupo Reforma (familia Junco), El Universal (familia Ealy Ortiz), Milenio (Francisco González) y Radio Fórmula (familia Azcárraga Madero) dictan la agenda diaria.
En lo local, nombres con apellido pesan igual o más que los políticos: Pedro Alfonso García (Grupo Expreso–La Razón), la familia Cárdenas (ORT y El Diario de Ciudad Victoria), los Garza Peña (Grupo Gape), los De Anda (El Mañana de Reynosa y de Nuevo Laredo) y la familia Carretero (El Bravo de Matamoros). Todos ellos son los nuevos virreyes de la opinión pública tamaulipeca.
Y no solo controlan la prensa tradicional: en redes sociales multiplican su alcance, logrando que un evento como la reciente llegada de Maki Ortiz a Reynosa para respaldar al Verde se difunda en horas hasta el último rincón del estado y aparezca proyectado en la pantalla nacional.
2028: la jugada posible.
El escenario está claro: Morena enfrenta desgaste interno, los alcaldes gobiernan como virreyes, el gobernador no controla la narrativa, y los medios —locales y nacionales— se convierten en los árbitros silenciosos del poder.
En este tablero, el Verde juega con ventaja: pragmatismo sobre pureza, estrategia sobre discurso, medios y redes como multiplicadores.
Si logra consolidar sus alianzas, 2028 no será la simple continuidad de un sexenio debilitado, sino la gran sorpresa que pocos se atreven a imaginar.