CONFIDENCIAL

Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA.

Entre los diputados de Tamaulipas hay una obsesión que raya en la obsesión: creer que todos los problemas de inseguridad se resuelven aumentando años de cárcel.

El ejemplo más fresco es el del diputado morenista Marcelo Abundiz, quien ahora propone duplicar la pena por el robo a escuelas, pasando de siete a quince años de prisión.

Suena duro, suena imponente, suena como un gran acto de justicia. Pero en realidad, no es más que otra salida fácil para aparentar que se hace algo contra la delincuencia.

Lo hemos repetido hasta el cansancio: las penas más severas no reducen la incidencia delictiva. Ningún ladrón consulta el Código Penal antes de delinquir.

Y lo más grave es que esta práctica de aumentar castigos ya es una costumbre legislativa. Está arraigada desde hace por lo menos seis legislaturas, sin que ninguna haya demostrado que funciona. PRI, PAN y ahora Morena, han recurrido a la misma fallida estrategia.

Entonces, ¿por qué insisten en ese camino? La respuesta es simple: porque es lo más cómodo, lo más vistoso y lo que más rápido se puede vender como “acción legislativa”.

Lo verdaderamente complejo —y lo que sí ayudaría— sería trabajar en políticas públicas de prevención, en mejorar la educación, en fortalecer las policías, en garantizar justicia pronta. Eso, sin embargo, no genera reflectores inmediatos.

En Altamira, Abundiz anda aferrado a ser alcalde. Y en esa carrera, cualquier iniciativa que suene a “mano dura” es un gancho para ganar aplausos fáciles.

Su discurso suena bonito: “no se trata solo de proteger bienes materiales, sino de garantizar el entorno digno que toda niña y niño merece para estudiar”.

Nadie está en contra de cuidar las escuelas ni de que nuestros hijos tengan salones seguros. El problema es que más cárcel no va a blindar un plantel.

Los robos a escuelas no se frenan con sentencias más largas, sino con vigilancia efectiva, con infraestructura adecuada, con recursos suficientes para prevenirlos.

¿De qué sirve imponer quince años de prisión si la mayoría de los robos nunca son investigados, y menos aún castigados?

El problema no es la pena, sino la impunidad. Y ahí radica la gran ceguera de los diputados. Prefieren inflar castigos en el papel que asumir la responsabilidad de mejorar el sistema de procuración de justicia.

Es un círculo vicioso: más cárcel en las leyes, la misma impunidad en la calle. Resultado: nada cambia.

Y lo peor es que cada semana aparece un legislador con la misma receta. Como si todos compartieran un manual de fórmulas mágicas: “Si no sabes qué proponer, aumenta las penas”.

Nadie se atreve a pensar distinto. Nadie plantea soluciones creativas o inteligentes. Nadie se arriesga a cuestionar ese modelo punitivo que ya demostró su fracaso.

Esa falta de sentido común termina siendo un desperdicio de recursos legislativos, porque el Congreso debería ser espacio de ideas, no de ocurrencias recicladas.

Altamira, y Tamaulipas entero, merecen algo mejor que diputados que confunden mano dura con inteligencia.

Lo que necesitamos es un sistema que funcione, policías que respondan, jueces que apliquen la ley, ministerios públicos que investiguen y ciudadanos que confíen en denunciar.

Eso sí sería transformar la justicia. Lo otro, lo de duplicar penas como quien reparte volantes de campaña, es simplemente inflar números en el Código Penal para presumir méritos políticos.

Y ahí está el detalle, como decía Cantinflas: los diputados no buscan resolver el problema, solo buscan resolver su próxima elección.

ASI ANDAN LAS COSAS.

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