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Por: Luis Enrique Arreola Vidal.
En Victoria, la Facultad de Comercio de la UAT debería ser orgullo académico. En lugar de eso, es la postal más cruda de lo que pasa cuando la educación se convierte en botín político.

Vergonzoso es poco para describir sus instalaciones: aulas con olor a abandono, pasillos que parecen bodegas vacías y estudiantes obligados a aprender entre paredes que gritan decadencia. Todo mientras el director Dr. Jesús Gerardo Delgado Rivas, panista de conveniencia, presume facturas millonarias por adquisiciones que jamás se ven: insumos fantasmas para una facultad que luce tan fantasma como sus propias licitaciones.

Pero lo más sospechoso no es el polvo ni la falta de insumos, sino el misterio de los millones. ¿Dónde termina el presupuesto que cada año se destina a esta facultad? ¿Qué ruta sigue el dinero antes de evaporarse en el aire? ¿Quién fiscaliza las cuentas de un director que gasta como político en campaña y administra como cacique de barrio?
Estas fotos —apenas la prueba menor— exhiben la miseria visible de una facultad que debería formar líderes y termina forjando indignación. Porque si así se ven las paredes, ¿cómo se verán las cuentas?

No es la primera vez que lo denunciamos en este espacio. En columnas anteriores hemos documentado las nóminas fantasmas, el saqueo sistemático y la herencia de corrupción que dejó Hugo Guerra García “La Chulada” —primo de Cabeza de Vaca— junto con Guillermo Mendoza Cavazos. Hoy, Mendoza ya no es rector, pero sigue incrustado en la nómina de la Facultad de Comercio como maestro de tiempo completo, igual que la propia contralora y Secretaria de Anticorrupción y Buen Gobierno, Norma Angélica Pedraza Melo, quien cobra doble: como funcionaria estatal y como profesora universitaria.
La vergüenza no es solo universitaria. Es también política. Porque este desastre no se sostiene sin la complicidad de funcionarios del actual gobierno estatal y operadores que todavía responden al cabecismo, que en lugar de limpiar la casa, administran el polvo. La UAT quedó convertida en un feudo intocable, protegido tanto por los que se fueron como por los que llegaron.
La pregunta es directa:
• ¿Dónde están los recursos?
• ¿Quién se beneficia del abandono?
• ¿Hasta cuándo se permitirá que la universidad pública se degrade en manos de administradores que confunden servicio con negocio?
La Facultad de Comercio de Victoria ya no es un centro de estudios: es un símbolo del saqueo heredado del cabecismo y de la complicidad presente que lo protege.
La UAT no es autónoma, es rehén de sus verdugos.