SINGULAR

Por: Luis Enrique Arreola Vidal.

Asesinaron al delegado de la FGR en Tamaulipas. Con granadas y ráfagas de alto calibre.

Como si fuera un peón más en el tablero del crimen organizado. Como si se tratara de un hecho cotidiano, sin consecuencias institucionales ni morales.

Como si matar a un representante de la justicia federal ya no representara una afrenta al Estado, sino una señal más de que el Estado está secuestrado.

Y sin embargo, lo más escalofriante no es el crimen en sí —que lo es, por su brutalidad y su carga simbólica— sino la normalización de la barbarie. Que esto ya no indigne, no paralice, no provoque renuncias ni sacuda conciencias. ¿En qué momento nos resignamos a que Tamaulipas sea campo de guerra, y México un Estado fallido funcional?

¿El más seguro del norte?

El jueves 28 de julio, el gobernador Américo Villarreal Anaya declaró, sin sonrojarse, que Tamaulipas era “el estado más seguro del norte del país”.

Una declaración indigna, peligrosa y profundamente alejada de la realidad.

Ese mismo día, el INEGI publicó los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana, donde Reynosa apareció como una de las ciudades con mayor percepción de inseguridad en todo México, con más del 80% de su población viviendo con miedo.

Ese mismo día, un grupo armado dejó un cadáver colgado en un puente en Matamoros.

Ese mismo día, como muchos otros, desaparecieron personas cuyos nombres no aparecerán en ningún registro oficial, porque no hay denuncias, no hay protocolos, no hay justicia.

Señor Gobernador, sus informantes le mienten, o peor aún: usted prefiere mentirle al pueblo de Tamaulipas.

Narcoestado: la herida que ya supura.

México no solo ha sido infiltrado por el crimen organizado. Ha sido entregado, progresivamente, a sus estructuras.

La violencia ya no es sólo un síntoma: es el lenguaje con el que se negocia el poder.

No es coincidencia que The Wall Street Journal haya revelado recientemente que los acuerdos de seguridad e inteligencia con Estados Unidos están en entredicho por la “falta de garantías” sobre la integridad de las instituciones mexicanas.

La DEA, la CIA y el FBI sospechan de filtraciones internas, de operaciones encubiertas que terminan en información entregada a los cárteles.

Y Tamaulipas, como frontera clave, es epicentro de esas sospechas.

Cuando los aliados internacionales desconfían del gobierno, y los ciudadanos desconfían de la justicia, el poder ya no se ejerce: se simula.

Y la democracia se convierte en un cascarón vacío, listo para reventar con el siguiente estallido.

Las dos almas del Gobierno.

Desde junio, corre el rumor de que usted prepara un manotazo al gabinete, una sacudida que ya no puede postergarse. Y no es para menos.

Cada secretaría —literalmente, cada una— se ha convertido en una madriguera de corrupción, incompetencia y cinismo.

Desde la Secretaría de Salud hasta la del Trabajo, pasando por Obras Públicas, Educación y Desarrollo Rural, la sospecha es la norma, y la impunidad, la regla.

Usted se encuentra, Gobernador, en la encrucijada más grave de su vida pública:

1.  O limpia la casa, elige a los mejores perfiles, hombres y mujeres con vocación de Estado, que puedan recomponer lo que ya huele a ruina…

2.  O pasará a la historia como el gobernador que se quedó mirando mientras Tamaulipas se desangraba.

Y no lo digo con ánimo de golpear.

Lo digo porque todavía hay tiempo. Porque usted logró lo que muchos no pudieron: iniciar la construcción del puerto de Matamoros.

Ese mérito es real. Pero no basta. Porque si ese puerto se inaugura entre balaceras, levantones y fosas clandestinas, será solo un símbolo más de la esquizofrenia nacional: infraestructura moderna con alma podrida.

La hora de la verdad.

Apoyar al Presidente o a la Presidenta, en este caso a Claudia Sheinbaum, no debe significar callar los errores. El silencio no es lealtad, es complicidad.

Apoyar es exigir correcciones, advertir los riesgos, poner el dedo en la llaga antes de que la gangrena sea irreversible.

Porque sí, necesitamos un Estado fuerte. Pero no fuerte con el pueblo. Fuerte contra el crimen, contra la corrupción, contra el olvido.

Y eso comienza con algo simple, pero escaso en estos tiempos:

Mesura, Gobernador. Mesura.
No subestime la inteligencia ni el dolor del pueblo.

No repita mentiras mientras los cadáveres se apilan.

No se convierta en cómplice por omisión.

Porque si usted no gobierna, alguien más lo está haciendo. Y lleva fusil, no bandera.