La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

La violencia generada en Tamaulipas, supuestamente, por los grupos que manejan y se benefician con los ingresos del guachicol, llegó a su máxima expresión en Reynosa, con la ejecución del delegado estatal de la fiscalía general de la República (FGR). El hecho, no sólo acabó con la vida de un alto funcionario del aparato policial de la federación; también, es un reto a la autoridad y un intento para inyectar ingobernabilidad a la zona fronteriza con la cual intentan llevar agua a su molino, intereses extranjeros muy oscuros.
Ese fenómeno de trasiego ilegal permeó en forma silenciosa, pero evidente, algunas estructuras del poder público por décadas.
Innumerables personajes de la vida política están enlodados.
Regidores, alcaldes, diputados, senadores, exgobernadores han salido a relucir en una perversa danza de intereses.
Por décadas, esos prohombres -y mujeres- de la sociedad tamaulipeca han ocupado las principales páginas de los diarios. La opinión pública se ha cansado de señalarlos.
Todo eso, se infiere, es conocido por quienes deciden en el país.
El dinero de esos orígenes cambió el pensamiento de buena parte de la clase política regional. Llámese PRI, PAN, MC, PV o MORENA, todos cayeron por la seducción placentera de esos patrocinios, hoy vergonzantes.
Los benefactores, cambiaron esos sospechosos fondos por partes de su autoridad y su poder. Se convirtieron en rehenes del mundo delincuencial; para cuando se dieron cuenta, el diablo cobró los préstamos y los favores.
Esa fue la perdición del sistema político regional.
Nunca ha vuelto a ser el mismo.
Los dineros sucios y la ética no caben en el mismo cajón; por sus naturalezas, son explosivamente antagónicos.
Desde el primer momento de ese financiamiento, inició la demolición de la política como una actividad para el servicio público; se transmutó, en un grande supermercado donde se ofrecía la política como producto mercantil.
Con Reforma Electoral o sin Reforma Electoral, MORENA tiene frente a si la tarea de refundar el partido. Es tan sabida, tan pública, su depravación permitida por omisión -o comisión- de los jerarcas, que demanda una respuesta radical.
Las jefaturas de Yeidckol Polevnsky y Mario Delgado, trazaron el destino del partido que ahora vemos. Frívolos, oportunistas, ambiciosos, descarados, ambos se enriquecieron y lucraron con la privatización de la estructura morenista.
Permitieron que oscuros personajes del submundo fronterizo y otras regiones del estado, se enquistaran en el partido para desvirtuarlo.
El guachicol ya ha dinamitado las carreras políticas de prominentes cuadros.
Esperemos que la presidenta, salve a MORENA y a su Segundo Piso.