La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

En el estado de Tamaulipas, desde la posrevolución, la fuerza presidencial, ha sido definitiva en la sucesión gubernamental; salvo en dos excepcionales periodos: el portesgilismo y el inicio de la etapa neoliberal en la región.
Ni la IV T ha sido capaz de -o no lo ha intentado- cambiar esas dinámicas.
De 1925 a 1947, Emilio Portes Gil, creó una amplia base social en la entidad, que permitió a las fuerzas locales tomar la decisión de nombrar a sus propios gobernadores -con la interrupción de 1932, cuando frustró Calles su reelección para gobernador-. Este largo lapso, los presidentes fueron convidados de piedra en el acto de elegir el poder tamaulipeco.
El estado nacional estaba en consolidación.
Luego Miguel Alemán Valdez arrinconaría al portesgilismo, para asumir el papel que las fuerzas políticas tamaulipecas le habían arrebatado al poder presidencial.
Sería hasta la sucesión de Tomás Yarrington Ruvalcaba, cuando el escenario dio un vuelco espectacular: el PRI sería echado de Los Pinos por Vicente Fox. Al guanajuatense, no le interesaba cambiar de régimen político; se dedicó al negocio y a asociarse con el PRI, dejando a los gobernadores que se ocuparan de sus propios relevos.
De esa manera Yarrington decidió resolver en forma personal la unción de Eugenio Hernández Flores.
El reemplazo de Geño, -con el PRIAN en la presidencia- se resolvió en términos similares a los generados por Tomás. Con el desinterés del PAN en Tamaulipas -hasta ese momento- Hernández Flores, optó por señalar a Rodolfo Torre Cantú como su candidato.
Francisco García Cabeza de Vaca, fue el resultado de una concertacesión: con su voto a favor de las reformas constitucionales para privatizar PEMEX y otras empresas, se ganó la gubernatura; se pervertía así el sistema político tamaulipeco.
El 2018 todo cambió.
Con el arribo de AMLO en la presidencia, volvió a tomar las riendas del poder regional el poder central. Con incipientes factores de izquierda, el presidente, tomó el destino de los tamaulipecos en sus manos.
No tuvo incidentes para llevar a la gubernatura a Américo Villarreal Anaya. Hubo más turbulencias al interior que, al exterior para llevarlo a palacio.
Dentro del cambio estructural, hubo varias continuidades; una de ellas, fue el retorno del presidente como factor definitivo en la postulación de los candidatos a gobernador.
Existe otro factor que galvaniza el poder de -en este caso- la presidenta: su presencia innegable en los programas sociales de la IV T, que están enraizados en la sociedad tamaulipeca.
Imaginémonos: ¡Son 19 mil millones de pesos los que se distribuyen, anualmente, entre la población de Tamaulipas!
En cientos de programas sociales.
El Supremo Arquitecto del Universo le de sabiduría a la presidenta Sheinbaum, para que proponga un buen gobernador(a).