Adán Echeverría

Nada hay como una buena conversación. Detenerlo todo, mirar al otro, escuchar cada una de las cosas que tiene que contarte. ¡Bah, patrañas! Diremos algunos.

Nada hay como aislarte de todos, coger un libro de 60 páginas, una plaquette de 38 páginas, un libro de 867 páginas y abstraerte en su lectura. Si me pagaran por solo leer, para qué diablos quisiera escribir. Si la vida pudiera ser solo eso. Los libros y yo, los libros y tú, nada más en el mundo, en ese mundo que es la lectura. ¿Y la humanidad? ¿Y el socializar? Preguntan los necios. Necios aquellos que aún no han descubierto el poder de las lecturas, el vicio de leer, la enfermedad que es mirarlo todo en comparación con “¿en qué libro leí esto que acabo de vivir?”

¿Adán, tú todo lo quieres llevar a una cita literaria?

Me han gritado en un estado de catarsis sin parangón, para luego lanzar mis cosas por la ventana. Si no regresas, quemaré tus libros, y me ha lanzado al suelo suplicando perdón, para poder llegar hasta mis libros, empacar y largarme para siempre de aquella vida, de aquella pareja, de aquella casa.

La vida no puede írsete en solo lecturas, me dijeron una vez. ¡Ponme a prueba y verás! Qué envidia siempre le tuve a Harold Bloom quien, en el prólogo de su Canon Occidental, señala: ¿Quién tiene el tiempo para leer y solo leer en la vida? Y remata diciendo, el muy suertudo: Gracias al trabajo en la Universidad de Yale, yo sí he podido: me pagan por leer. ¡Diablos, Poe! Qué ganas de tener ese trabajo.

Pobres necios los humanos que aún no han entendido nada. En el principio fue la palabra, y la palabra habitó entre nosotros. Lo que esa cita, por todos conocida, dice, no es sobre un Mesías, es sobre la codificación del lenguaje. El lenguaje que se ha hecho carne, la palabra que encarnó entre nosotros y nos hizo diferente a todos los demás seres vivos. Todos los seres vivos tienen formas de comunicarse, tienen un lenguaje, pero solo el ser humano ha podido codificar ese lenguaje. Y con él ha escrito mundos, ha tejido nuevos universos, ha llevado la fantasía y el horror humano hacia nuestras conciencias. Un hombre habló alguna vez sobre un dios único que creó el mundo en siete días, la Naturaleza sonríe trágicamente divertida, hasta que ese mismo personaje dice que ese dios creador escogió a un pueblo sobre los demás, ¿dije trágicamente? Hoy se siguen matando unos a otros por eso de quién ese el pueblo escogido y su tierra prometida. El ser humano y sus historias fantásticas y llenas de horror.

No hay más horror que el error de ser humano demasiado humano y encima, guiados por humanos. Humanos creando dioses, humanos creando reyes y leyes, borrando vidas, creando tecnología; ¿qué fue primero la pólvora o el fuego?, ¿qué fue primero el pecado, la culpa o el perdón? No hay nada más errado que acercarse a otro humano y tener que escucharlo. Lo he dicho muchas veces ya, las amistades están sobrevaloradas. Hablan de libertad de expresión, siempre y cuando lo que digan las demás personas nos agrade. Si lo que dicen no nos agrada, hay que eliminar a esas personas. Quién quiere seguir conviviendo con humanos tan volubles y perecederos.

Lo mejor y lo peor de la humanidad está en sus escritos, ahí están sus deseos de contar, de mentir, de blasfemar, de educar, de convencer, de separar y de unir; en esos libros puedes encontrar desde esas fantasías de pueblos elegidos, de mesías, héroes, y súper hombres, hasta esos manuales para arrebatarle todo a las mujeres, hasta la vida, y hasta te dicen cómo habrás de torturarlas: humanas demasiado humanas. En las obras que la humanidad ha escrito están las más grandes supercherías, todos los maleficios, los manifiestos políticos, el deseo de odiar al otro y el deseo de amar a los demás, el humanismo y el satanismo, están las aventuras, y las más grandes tragedias.

Qué más puede pedir uno que no sea apartarse de la sociedad que lo rodea, y encerrarse con los demonios que son todos esos libros y los hombres y mujeres atormentados que han vertido sus pensamientos dentro de ellos, que no han dejado más que su sudor, sus deseos, sus odios, su intelecto, su tristeza y sus dramas, así como su vanidad y sus más grandes mentiras. Díganme si en cada momento de nuestra existencia no estamos frente a frente con estas lecturas prodigiosas que siempre habrán de influir en cada uno de nosotros.

¿Qué somos los humanos sino la recepción de milenios de información vertida en libros que ha sido metida en nuestra mente desde que estamos en el vientre de nuestra madre?