Por: Luis Enrique Arreola Vidal.

En el cine de élite, los francotiradores no matan con balas: matan con espera.

En Assassins, Sylvester Stallone no se apresura; estudia cada sombra, cada susurro del viento.

En Shooter, Mark Wahlberg mide la distancia con precisión letal, calibrando el silencio como un arma.

En Enemy at the Gates, Jude Law sobrevive por saber cuándo no jalar el gatillo, convirtiendo la paciencia en victoria.

El secreto no está en disparar primero, sino en disparar último… y acertar, dejando que el eco se disipe antes de que el mundo note la caída.

Hoy, en la política mexicana, algo similar se despliega con maestría quirúrgica. Ya no se gobierna con discursos altisonantes: se depura con precisión telescópica, eliminando sombras que podrían eclipsar el nuevo amanecer.

La presidencia de Claudia Sheinbaum apenas despunta en el horizonte de 2025, pero el francotirador ya está en posición, visor calibrado, apuntando —sin pestañear— a traidores, estorbos e infiltrados que alguna vez fueron ungidos por la 4T.

La limpieza es meticulosa, invisible. Los cuerpos políticos caen uno a uno, sin salpicaduras, sin escándalos que manchen el tapiz oficial.

ADÁN AUGUSTO: EL HERMANO POLÍTICO QUE MOJÓ SUS BOTAS EN EL PANTANO.

Fue secretario de Gobernación y compadre de Palacio, un pilar en la arquitectura de la transformación.

Hoy, es una sombra arrinconada en los pasillos de la sospecha, devorado por su propio legado.

Reportes de inteligencia federal y cables diplomáticos filtrados —como los detallados por Latinus, Proceso y hasta Insight Crime en sus análisis de 2024— lo vinculan con estructuras de protección criminal en el sureste, donde el CJNG y “La Barredora” tejieron redes bajo administraciones locales.

¡¡¡Ya no es presidenciable; es prescindible, un relicto de alianzas tóxicas!!!

Como el francotirador que espera la niebla, Sheinbaum no lo acusó públicamente.

Simplemente dejó que se disparara solo: el sistema lo aisló, el discurso lo abandonó, y el silencio —ese asesino invisible— lo sepultó en el olvido político.

NOROÑA: EL PREDICADOR DE AUSTERIDAD QUE VIAJABA EN PRIMERA CLASE.

Gerardo Fernández Noroña fue la voz gritona de la izquierda dogmática, un eco estridente de austeridad, pueblo y revolución.

Pero detrás del telón, el lujo susurraba contradicciones: vuelos caros, privilegios parlamentarios y beneficios de casta que desmentían su sermón.

Exhibido no por la derecha opositora, sino por la cruda realidad —como en videos virales de 2024 que capturaron sus incongruencias—, su doble moral se volvió insostenible.

De “el más congruente” pasó a ser “el más ridículo”, un disparo limpio al ego que resuena como un eco doloroso en los pasillos del Senado.

Sheinbaum no levantó el dedo; solo permitió que el viento de la exposición lo derribara.

RICARDO MONREAL: EL MAESTRO DEL PACTO QUE TERMINÓ SIN TIERRA DONDE CAER.

Dueño de las formas, hábil en las sombras, tejedor de alianzas invisibles.

En la política, como en la guerra de trincheras, el francotirador no duda ante el veterano si este ya no alinea con el objetivo mayor.

Monreal viajó a Madrid en julio de 2025 —¿negociación encubierta? ¿retiro estratégico?— y, al regresar, anunció que no buscará más cargos públicos, justificando ausencias en consejos nacionales de Morena con “compromisos familiares”.

No fue destituido ni atacado frontalmente; fue neutralizado con silencio de precisión milimétrica, un vacío que habla más que mil discursos.

Su caída no hizo ruido, pero dejó un mensaje grabado en el aire: la lealtad es el único escudo.

ANDY LÓPEZ BELTRÁN: EL HIJO QUE APRENDIÓ TARDE QUE EL PODER NO SE HEREDA.

El gran fracaso en Durango fue más que electoral: fue un símbolo de herencias fallidas.

Andy “como NO le gusta que le digan”, el hijo del presidente saliente, intentó forjar su propio ejército político, pero sus operadores se enredaron en escándalos de financiamiento irregular y vínculos con estructuras huachicoleras, como revelaron investigaciones de Emeequis y Animal Político en 2024.

La reacción fue veloz y quirúrgica: Sheinbaum marcó distancia, ignorándolo en eventos clave de 2025.

Andy pasó de “próximo secretario de algo” a un fantasma políticamente quemado, un disparo familiar que hiere más profundo que cualquier bala política.

MARCELO EBRARD: EL ASPIRANTE QUE SE ARRODILLÓ ANTE LA CORONA, PERO CON UN OJO EN EL HORIZONTE.

Marcelo Ebrard, el excanciller que desafió las encuestas internas de Morena en 2023 alegando irregularidades, podría haber sido el siguiente en la mira.

Contendiente feroz por la candidatura, representaba una amenaza latente con su experiencia diplomática y ambiciones presidenciales.

Sin embargo, optó por la servidumbre estratégica: aceptó el rol de Secretario de Economía bajo Sheinbaum, promoviendo polos de desarrollo y el “Plan México” en conferencias de 2025, respetando la investidura con lealtad pública y eficiencia probada, como lo destacaron aliados en el Congreso.

Fue opositor interno, sí, pero su sumisión —quedándose en Morena y evitando rupturas— lo ha blindado temporalmente.

No obstante, en las sombras de Palacio, se susurra de movimientos futuros: ¿pensará en 2030, como insinuó en entrevistas pasadas?

El francotirador observa; un paso en falso, y el visor podría recalibrarse.

MANUEL VELASCO: EL ALIADO VERDE QUE DOBLEGÓ SU ESPADA, PERO GUARDA UNA DAGA OCULTA.

Manuel Velasco, exgobernador de Chiapas y aspirante por el PVEM —aliado clave de Morena—, también fue un opositor velado en la contienda por la sucesión de 2023.

Prometió millones de votos a Sheinbaum, pero en 2025 ha mostrado servilismo calculado: apoyando reformas desde el Senado, reafirmando lealtad en reuniones con Adán Augusto y descartando cargos en el gabinete para enfocarse en blindar sucesiones estatales, como en Quintana Roo para 2027.

Ha respetado la investidura, evitando desaires mayores —pese a rumores de tensiones en eventos como el Zócalo—, y ejerciendo presión como aliado para reformas electorales.

Pero los partidos satélites como el PVEM son obstáculos impredecibles; movimientos futuros podrían incluir negociaciones por poder regional o incluso rupturas si la lealtad se resquebraja.

El francotirador no olvida: la sumisión hoy no garantiza inmunidad mañana.

En política, es muy importante jugársela con el indicado, porque aunque no siempre te cumplen las promesas pactadas en las sombras, si te conviertes en el enemigo de la clase gobernante, la caída es inevitable y brutal.

Basta recordar House of Cards, donde Frank Underwood, el maestro de la traición, advierte que “los amigos hacen los peores enemigos” —traicionando a aliados como Peter Russo o incluso a su esposa Claire para eliminar cualquier obstáculo—, ilustrando cómo la deslealtad transforma a un contendiente en un cadáver político, devorado por el sistema que alguna vez lo elevó.

ENTREGAS SILENCIOSAS A ESTADOS UNIDOS: EL FACTOR INCONFESABLE.

Mientras esto se teje, capos como Ovidio Guzmán, Edgar Valdez Villarreal (“La Barbie”) y “El Güero Palma” desfilan hacia Estados Unidos, no como enemigos declarados, sino como fichas canjeadas en un tablero geopolítico para purgar el pasado oscuro.

Investigaciones periodísticas —como las de Peniley Ramírez en CNN, Insight Crime y ProPublica— han documentado presuntos apoyos financieros de estructuras criminales a campañas de Morena en 2018 y más allá. ¿La respuesta de Sheinbaum? Purgarlos preventivamente, quitando patrocinadores antes de que sus confesiones enciendan el fuego.

Es justicia fina, preventiva: el silencio como antídoto al escándalo.

EL GOLPE FINAL: CORTAR EL FINANCIAMIENTO DEL HUACHICOL.

Entre 2023 y 2025, la Secretaría de Hacienda y la UIF han congelado más de 800 cuentas ligadas a redes huachicoleras, muchas de las cuales inyectaban veneno financiero a campañas políticas locales, como evidenció Mexicanos Contra la Corrupción en reportes detallados.

Morena ya no bebe de ese pozo contaminado. Y quienes aún lo hacen… están en la mira, con el dedo en el gatillo invisible.

CLAUDIA Y OMAR: LA FRANCOTIRADORA Y SU DELFÍN.

Mientras todo esto sucede, Claudia Sheinbaum no levanta la voz.

No tuitea, no se ensucia las manos.

Simplemente se aleja de los caídos, flotando por encima del polvo. A su lado, Omar García Harfuch —el policía que no habla, pero actúa con frialdad quirúrgica— asciende en silencio, un delfín perfecto para el arte de la depuración.

Ambos entienden que la presidencia no se conquista con arengas estruendosas, sino con bisturí afilado o mira telescópica calibrada.

Ya no quedan muchos obstáculos.

Solo un disparo más. Tal vez dos. O tres, si las lealtades se tambalean.

EPÍLOGO EN SILENCIO.

En el arte del francotirador, el disparo perfecto es aquel del que nadie sabe quién lo hizo… pero todos saben a quién mató, y por qué el eco perdura.

En la política mexicana de 2025, la sucesión no se disputa con ruido: se depura con maestría, tejiendo un tapiz donde solo los leales sobreviven.

El guion, esta vez, no lo escribió Hollywood. Lo escribió la inteligencia del Estado, con tinta invisible y balas de silencio.

Solo queda una bala. O quizás más, si los serviles de hoy se convierten en los disidentes de mañana. Y todos saben de qué lado está la mira, siempre vigilante.