La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

El sistema de partidos políticos en Tamaulipas, está desparecido. MORENA, PAN, PRI y MC, no se ven por ningún lado estructuralmente.
El partido en el poder, ha decidido no necesitarlo -equivocada o acertadamente-; el PAN sabe que urge convertirse en un partido protagónico y actuante; el PRI siente como una necesidad verse activo ante la inminente pérdida de su espacio en la red de poder en la entidad; y MC, no encuentra la fórmula para crecer en un escenario que parece serles propicio para desarrollar un proyecto viable para ciudadanos desencantados con las viejas burocracias partidistas desgastadas y corrompidas.
El resultado: un oscuro e incierto futuro, para los ciudadanos cansados de lo mismo.
A tres años de la elección a gobernador que entronizó a MORENA como partido mayoritario, ningún partido ha desplegado actividades dirigidas a fortalecer y acrecentar sus militancias ni sus cuadros dirigentes.
Son los mismos conductores, desgastados y empequeñecidos.
Son muchos millones de pesos que mes a mes, el Instituto Electoral de Tamaulipas (IETAM) entrega para que esos entes de interés público realicen sus actividades.
¿Dónde está ese dinero?
¿En qué se invierten esos recursos públicos?
Existen muchas interrogantes.
¿En qué bolsillos van a parar esas pilas de billetes?
No es difícil inferir: en las manos de las burocracias partidistas que cobran por hacer nada.
No hay capacitación de las militancias.
No hay publicaciones de las tareas políticas de los partidos.
No existe un padrón actualizado.
No se ve un informe público, de los salarios para los representantes y dirigentes.
Todo es secreto.
Cuando debiera de ser del escrutinio ciudadano.
Mucho tiene que ver en esa actitud anómala la autoridad electoral. El IETAM y el Tribunal Electoral, han sido omisos ante tal desfachatez de la urdimbre partidista regional.
El financiamiento alterno de los partidos como donaciones y las cuotas de sus militantes, o servidores públicos, es un punto ciego de los partidos.
Es un secreto de estado.
Malamente: esos recursos tienen que ser transparentados.
No sólo por respeto a la ley; sino por lealtad a sus agremiados y simpatizantes.
Ahí empieza la construcción de la ética que caracterizará a los partidos. Un organismo cuestionado, con liderazgos ilegítimos generará una militancia desconfiada y suspicaz.
Y no es eso, lo que debería buscar un partido político.
¿Sanará algún día esa parte enferma de nuestra sociedad?