LOS HECHOS
POR José Inés Figueroa Vitela
El exgobernador prófugo dilapidó en tiempo récord el bono electoral que facilitó su arribo al
poder, por muchas razones, las más de las cuales tuvieron que ver con su rapacería, que luego
resultó, superó con mucho al imaginario colectivo.
La proclividad al delito no le era novedoso en su historial; los niveles que alcanzó fue lo que
muchos no imaginaron en sus dimensiones.
Cuando se supo de los depósitos millonarios en dólares, en bancos norteamericanos, todo
mundo justificó “pues claro, es un ladrón… siempre lo ha sido”.
Cuando luego se cayó en la cuenta de que tales depósitos correspondieron a los tiempos de
campaña, en los distintos procesos que participó, se empezaron a atemperar las justificaciones.
La conclusión era que se trataba de dinero que le habían dado los grupos delincuenciales para
hacer campaña, pero más que en el origen, en el destino estaba el resquemor popular.
Fue dinero que era para y no se entregó a las estructuras y seguidores del partido y la
campaña, a los que se escamotearon los apoyos.
Escena repetida en los medios de comunicación, que no recibieron el pago de una línea ágata
de publicidad de sus campañas, cuando fueron el justificante complementario, en la
presupuestación que soportó las peticiones del financiamiento sucio.
CABEZA le apostó y sacó adelante sus elecciones de mayoría, a partir de las inercias, que
entonces venían de las elecciones superiores y el encono social provocado por el prolongado
cuan desgastado unipartidismo.
Ya instalado en el Gobierno estatal, no necesitó de “pretextos” para meter la mano en la bolsa
del dinero producto del delito, hasta convertirse en protagonista por excelencia, instaurando lo
que muchos definieron como el “Estado Delincuencial”.
No pocas reformas a la legislación se impulsaron para “institucionalizar el delito”.
Pero los depósitos millonarios en dólares, en el extranjero, no dejaron de cumplir el calendario
de las campañas, con una misma beneficiaria: su señora madre… y la justificación ante la
legislación fiscal del país vecino: una herencia.
Cosa que, cuando se supo, causó hilaridad entre quienes conocieron los altibajos económicos
del fullero y la precariedad familiar en la etapa de ingreso a la política y el servicio público.
Lo mismo que cuando se hizo del dominio público, diezmó la base social y dispersó las
estructuras, que soportaron el tránsito hacia el ejercicio del poder público estatal.
CABEZA no fue el primero en esa condición -hay procesos judiciales e incautaciones de
numérico públicas en “el gabacho” contra exalcaldes y exfuncionarios priístas que igual
migraron sus haberes mal habidos para allá desde antes- y seguramente tampoco será el
último.
Nadie experimenta en cabeza ajena.
Lo cual, nada tiene qué ver con la bandera que ahora traen sus correligionarios y él mismo con
su parentela, apostándole a la amnesia colectiva, rasgándose las vestiduras y enderezando
índices flamígeros, por la sanción impuesta, entre tres empresas, a Vector, el banco de
ALFONSO ROMO.
Se llenan la boca de “su razón”, para concederle el título de “brazo derecho” de AMLO, por los
meses que despachó al inicio de su sexenio dentro del gabinete, asegurándose,
convenientemente, de no mencionar el motivo de las acusaciones hechas por el Tío SAM.
Esas que señalan que “por Vector pasaron millones de dólares en sobornos de la delincuencia
organizada, para el Secretario de Seguridad del gobierno panista calderonista, GENARO
GARCÍA LUNA”.
Si dan por cierto que en efecto, por el negocio del señor ROMO se relajaron las medidas
legales para evitar el blanqueo de capitales, entonces estarán concediendo que el Gobierno de
FELIPE CALDERÓN se entregó a la corrupción y complicidades con los grupos
delincuenciales.
Cosa que aplica en sus dichos, no para la generalidad, porque la corrupción del gobierno
calderonista es cosa juzgada y sentenciada en tribunales norteamericanos y lo del blanqueo de
capitales en aquellas empresas, es una denuncia en investigación de la que no se conocen
detalles o pruebas, ni ha llegado a conclusiones judiciales.
¿A qué tanto brinco estando el suelo tan parejo?