Adán Echeverría

Hemos sido testigos hasta el hartazgo de la lluvia de misiles, la lluvia de balas, de los charcos de sangre y de la desesperación que cae por uno y otro lado del planeta. Un planeta que continúa resistiendo, a pesar de todo, a pesar de la humanidad y su incapacidad de aceptación del otro. Las ideas de conquista de tierras, del hacerse de los recursos naturales de otra nación, de los deseos imperialistas, deseos coloniales que siguen siendo la semilla para tanto odio entre los unos y los otros.

No hay espacio en el planeta para la diversidad humana, para la aceptación de otras culturas, otros idiomas, otras religiones; los gobernantes del mundo, de ese mundo que desde el poder económico se empeñan en querer llamar paz a las guerras que les convienen, y de llamar terrorismo a las luchas de los pueblos que hacen lo que pueden por sobrevivir, que gritan que quieren ser considerados parte de la humanidad. Los desplazados caminan, corren, van de un sitio a otro, y de todos lados pretenden echarlos, porque no hay suficiente espacio, alimento, medicinas, incluso agua bebible para todos.

El planeta agoniza y se resiste en las tormentas, en las inundaciones, en las nevadas, en las sequías; el planeta se resiste con desespero para sacudirse a esa plaga que son los humanos y el poder adquisitivo, el poder de la transformación de la materia, que en un lado se explotan, en otro se acumulan, y en otro más ahora hacen falta. ¿Cuántas especies más tienen que extinguirse? Hoy nos duele Palestina, pero en dónde podemos leer acerca de los recursos naturales de esa región que está hecha una montaña de escombros. ¿Alguien nos habla de la fauna y su desplazamiento ante la caída de misiles? ¿A dónde huyen las especies animales durante un bombardeo? El mundo se duele, pero no reacciona ante el aniquilamiento de los seres humanos, ante las hambrunas, pero ¿quién se conduele ante los recursos naturales de Irak, Israel, Cisjordania, Ucrania, Gaza? ¿A dónde han escapado las aves? ¿Dónde se esconden los murciélagos, las abejas, los polinizadores? ¿Alguien hace el recuento de cuánto plomo se ha lanzado al suelo?

Los hábitats están devastados, las montañas son bombardeadas, porque se supone que dentro de aquellos montes se encuentran, cien metros por debajo, los complejos donde se enriquece el uranio en Irán. ¿Y la fauna, y la vegetación? ¿Cómo subsisten las especies de flora y fauna durante el avance de las guerras?

Seguimos contaminando las aguas, el suelo, el aire, y aquellos impactos que todos vimos por las redes sociales, por los miles de vídeos que lograron colarse, vemos a los humanos con dinero lograr escapar hacia nuevos sitios; miles de humanos en movimiento escapando hacia donde puedan, pero ¿a dónde escapa la fauna, los vertebrados y, peor aún, a dónde escapan los invertebrados?

La biosfera es el espacio del planeta donde existe vida. ¿Dónde podemos encontrarla si caen y caen los misiles como una lluvia de estruendo, energía que busca la destrucción luego del impacto? Ya lo decía Robert Malthus, el ser humano siempre se ha inventado guerras y pandemias para la autorregulación de las poblaciones. Extinguir humanos, desaparecer pueblos, pero también especies, comunidades, nichos, hábitats, ecosistemas, ecotonos, todo con la terrible necesidad de apoderarse de los recursos de otro país, de espacio para que la explotación de los ambientes naturales continúe en favor de aquellas potencias que tengan la capacidad armamentista sobre otro grupo humano.

Debería darnos vergüenza continuar creyendo que los seres humanos somos la única especie que tiene importancia en el planeta, deberíamos entender que la aniquilación de otro grupo humano trae consigo la ruina del medio ambiente. Hace doscientos años en el norte de América la sociedad gringa en ciernes decidió aniquilar a una especie de animales, los búfalos, con la finalidad de que los pueblos originarios de esa región no tuvieran más remedio que desplazarse hacia reservaciones. Eliminar al alimento de un pueblo, para poder arrebatarle sus territorios.

¿Acaso la celebración del impacto de misiles en una instalación nuclear no puede representar la liberación descontrolada de la radiación atómica sobre el ambiente que le rodea haciendo dichos sitios inhabitables? ¿Es tan difícil de entenderlo?