CONFIDENCIAL
Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA.
La noticia no sorprendió a nadie, pero no por eso dejó de mover el tablero político: Irving Barrios Mojica anunció, entre líneas, su salida de la Fiscalía General de Justicia del Estado en diciembre próximo cuando concluye el período para el que fue electo. O al menos, dejó entrever que no tiene intenciones de reelegirse. El mensaje fue ambiguo, pero suficiente para desatar la danza de nombres de quienes ya se sienten con el maletín listo para tomar el relevo.
El michoacano no fue claro. Dijo que la Constitución le permite buscar la reelección, pero no dijo si lo hará. Se limitó a colocar la moneda en el aire, como tanteando si aún tiene el respaldo del poder para seguir aferrado al cargo. Y si bien legalmente puede aspirar a un segundo periodo, políticamente está más desgastado que una llanta de taxi.
Porque si Barrios Mojica se reelige, no será por méritos, sino por influencias. Y eso es justamente lo que más ofende. Sería una bofetada a la inteligencia colectiva mantener en la Fiscalía a quien ha llevado a esa institución a su peor época.
Lo hemos dicho antes y lo repetimos con puntualidad quirúrgica: el sistema de procuración de justicia en Tamaulipas está colapsado. No es una acusación ligera ni antojadiza; es una percepción generalizada, incluso entre quienes laboran dentro de la propia dependencia.
Los números, esos que no mienten, son lapidarios. Más de 20 mil carpetas de investigación rezagadas, miles de órdenes de aprehensión sin cumplimentar, y un porcentaje ínfimo de delitos resueltos. Las víctimas no obtienen justicia, los agresores no son castigados, y la impunidad campea con total impudicia.
El modelo de “los tres pisos” —ese diseño que pretendía dividir por niveles la atención de los delitos— está más que colapsado: está en ruinas. Y lo más grave es que no hay nadie que quiera levantarlo.
Reelegir a Barrios sería insistir en el error. Significaría perpetuar la parálisis de una institución clave para el Estado de Derecho. No hay argumento técnico, ni político serio, que justifique su continuidad.
Pero como la política no se mueve por la lógica sino por los intereses, hay quienes insisten en la idea. Y mientras tanto, el vacío de poder ha comenzado a agitar el avispero. Los corrillos del poder ya barajan nombres de posibles relevos.
Hay varios anotados. Algunos se han candidateado con el disimulo de una sonrisa en eventos oficiales; otros operan en lo oscurito, buscando el guiño del Palacio de Gobierno. Pero si se tratara de hablar con seriedad, hay cuatro perfiles que destacan por encima del resto: Hernán de la Garza Tamez, Jesús Eduardo Govea Orozco, Javier Córdova González y Miguel Gracia.
En ese orden, y con ese nivel de posibilidades.
De la Garza Tamez, actual presidente del Poder Judicial del Estado, no solo goza de un amplio prestigio jurídico, sino que además tiene una relación cercana y genuina con el gobernador Américo Villarreal Anaya. Y en política, la cercanía pesa tanto como la capacidad.
Es cierto que la ley establece que el fiscal debe ser elegido mediante una convocatoria pública. Pero también es cierto que, en los hechos, quien elige es el gobernador. Así fue con Barrios, quien llegó al cargo por designio del entonces mandatario panista, Francisco García Cabeza de Vaca, con quien aún mantiene vínculos inconfesables.
Ahora, con De la Garza Tamez concluyendo su encargo como magistrado en septiembre, el terreno queda libre para que entre al juego de la sucesión. Tiene las credenciales, la trayectoria, y sobre todo, la confianza del jefe del Ejecutivo.
Jesús Eduardo Govea Orozco y Javier Córdova González también tienen tablas. No son improvisados. Pero en esta carrera no basta con ser capaz: hay que tener el respaldo del poder político. Y ahí, el magistrado presidente lleva la delantera.
Tamaulipas no puede seguir con una Fiscalía sin rumbo, sin resultados y sin compromiso con la justicia. Urge un cambio. No de nombre, sino de modelo. No de oficina, sino de visión. Alguien que entienda que la justicia no se administra: se procura.
La Fiscalía no puede ser botín ni trampolín. Tiene que volver a ser la institución que persigue los delitos y no la que los encubre con omisiones. Y para ello, se necesita algo más que experiencia: se necesita autoridad moral.
Si de apuestas se trata, yo le pondría mis fichas a De la Garza. No por simpatía, sino por lógica. Porque es, hoy por hoy, quien reúne las condiciones técnicas y políticas para enderezar el desastre.
Tamaulipas merece una Fiscalía que funcione, que sirva, que investigue. Lo que no merece es que le quieran vender continuidad disfrazada de eficiencia. A estas alturas, ya no estamos para cuentos.
ASI ANDAN LAS COSAS.