DE PRIMERA ……LA DAMA DE LA NOTICIA
POR ARABELA GARCIA ….
*.-Tamaulipas avanza hacia una política pública con rostro social, enfocada en la equidad y el
bienestar de quienes más lo necesitan.
En Tamaulipas, el gobierno encabezado por Américo Villarreal Anaya ha decidido reafirmar su
compromiso con el modelo de humanismo mexicano que promueve la Cuarta Transformación,
alineando los esfuerzos estatales con una visión de justicia social, inclusión y acompañamiento
permanente a los sectores históricamente desprotegidos.
Durante la reciente entrega de Pensiones para el Bienestar a personas con discapacidad, el
gobernador fue claro: “Nada de lo que le ocurra a quienes nos rodean debe sernos ajeno”. Una
declaración que, más allá del simbolismo, expresa una política de Estado que busca traducir los
principios del humanismo en acciones concretas que fortalezcan el núcleo familiar y la cohesión
comunitaria.
Hoy, Tamaulipas opera más de 20 Programas de Bienestar, entre ellos los dirigidos a personas con
discapacidad, adultos mayores y mujeres a partir de los 60 años, quienes ahora pueden acceder a
la Pensión para Mujeres Bienestar, reconociendo su invaluable trabajo en el ámbito doméstico y
de cuidados.
Este modelo de atención integral también se ve reflejado en el programa Salud Casa por Casa,
donde más de 500 Servidores de la Nación visitan hogares para brindar atención médica, entrega
de medicamentos y seguimiento de salud, especialmente a personas con movilidad reducida.
Acciones como estas rompen con la lógica pasiva del asistencialismo y apuntan a una intervención
directa, cercana y permanente del Estado.
Se suman otras iniciativas significativas, como el programa Salud en las Escuelas, la Escuela
Camino de Luz del Sistema DIF, y la remodelación de la Casa Hogar San Antonio, que dan forma a
un modelo de bienestar inclusivo, centrado en la equidad y la dignidad humana.
Esta orientación de gobierno marca una ruptura con el enfoque neoliberal de décadas pasadas,
donde la prioridad era el crecimiento económico sin una distribución equitativa de sus beneficios.
En contraste, el enfoque actual pone a las personas al centro, prioriza la justicia social y busca
restaurar el tejido social desde la base.
Por supuesto, los desafíos son grandes. Implementar políticas públicas con sentido humano
implica no sólo entregar recursos, sino asegurar su continuidad, evaluación y mejora constante. La
eficacia de estos programas debe medirse en resultados: menos pobreza, mayor acceso a salud y
educación, y mejores condiciones de vida para quienes más lo necesitan.
Tamaulipas tiene ante sí una oportunidad histórica para consolidar un modelo de bienestar real,
no retórico. Un modelo que no excluya, que no divida, y que haga de la justicia social una práctica
cotidiana, no una promesa de campaña.
Si el humanismo se traduce en políticas efectivas, los beneficios no solo serán visibles, sino
duraderos. Ese es el reto, y también la esperanza de miles de tamaulipecos.
Por eso, vale la pena volver al centro de esta reflexión:
¿Estamos construyendo un modelo de bienestar verdadero, o seguimos dependiendo de
políticas que, aunque bien intencionadas, aún no cierran las brechas sociales?
Responder esta pregunta con honestidad no solo le corresponde al gobierno, sino a toda la
sociedad.
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