Por Agustin Peña Cruz
Tampico, Tamps.– En un giro que mezcla política, escándalo personal y presuntos actos
de corrupción, el exfuncionario priista Mario Andrés Jesús Leal Rodríguez ha surgido de su
prolongado silencio político para lanzar una ofensiva mediática y discursiva, dirigida en
especial contra la administración municipal encabezada por su exesposa, Mónica Villarreal
Anaya.

Desde su trinchera en redes sociales, utilizando su cuenta personal de Facebook
“diputadomarioleal”, activa desde 2009, y la página “LealaTamaulipas”, creada en 2014 con
miras a impulsar su entonces frustrada candidatura a la presidencia municipal de Tampico
por el PRI, Leal Rodríguez ha intensificado sus señalamientos públicos contra las
autoridades locales. Lo que alguna vez fue una plataforma de aspiraciones políticas, hoy es
un altavoz de descalificaciones personales y ataques cargados de amargura y cálculo
político.

La animadversión no es gratuita. Leal Rodríguez carga a cuestas una denuncia penal con el
folio NUC 158/2020 por un presunto desvío de recursos públicos cuando fungió como
gerente general de la Comisión Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (COMAPA) de la
Zona Conurbada. El presunto daño a la hacienda pública asciende a 1,006 millones 16 mil
208 pesos con 61 centavos, una cifra monumental que no fue solventada ante la Auditoría
Superior del Estado (ASE), y que mantiene el caso en etapa de investigación inicial.
Es precisamente en este contexto donde el retorno de Leal a la esfera pública adquiere otra
lectura: lejos de una genuina preocupación por la administración pública, sus declaraciones
parecen responder a una estrategia desesperada por evitar la acción de la justicia. Su
blanco predilecto no es casual: Mónica Villarreal Anaya, presidenta municipal de Tampico y
exesposa, quien lo habría descubierto en un episodio de infidelidad durante su paso por la
COMAPA Sur, ha logrado consolidar una carrera política ascendente, refrendada por las
urnas y legitimada por su desempeño gubernamental.
HISTORIA ESCRITA DESDE EL RENCOR
El presente de Mario Leal contrasta agudamente con su pasado político. En noviembre de
2012, Noticias PC documentó el despliegue prematuro de propaganda política de su parte,
en vísperas del proceso interno del PRI. Desde una camioneta 4×4 guinda, sin siquiera
descender, Leal dirigía brigadas de jóvenes para pegar calcomanías con sus iniciales en
diversas avenidas de Tampico, en lo que parecía una muestra más del estilo de hacer
política de quienes se sienten investidos por la maquinaria del poder.
Con cercanía al entonces gobernador Egidio Torre Cantú, se perfiló como uno de los
favoritos del régimen para competir por la presidencia municipal. Pero sus aspiraciones
chocaron contra la realidad política y su figura terminó desvaneciéndose con la misma
rapidez con la que fue construida.
A lo largo de su carrera, Leal mostró una tendencia recurrente: intervenir mediáticamente en
temas sensibles con un claro sesgo de oportunismo. Tal fue el caso en noviembre de 2011,
cuando como titular del programa estatal “Comunidades Fuertes para Todos”, denunció
—con inusitada vehemencia— la supuesta profanación de tumbas de ciudadanos de origen
chino en el panteón municipal de Tampico. La denuncia no prosperó, pero sí sirvió para
llamar la atención de la prensa. Afirmó entonces que buscaría el extrañamiento del
Congreso Federal y la intervención de la embajada china en México, acusando al gobierno
municipal de Magdalena Peraza Guerra de encubrir comercio ilícito de osamentas. Como
tantas otras de sus declaraciones, éstas se diluyeron en la falta de pruebas y el olvido
público.
PRESIÓN POLÍTICA DISFRAZADA DE ACTIVISMO DIGITAL
El repentino y beligerante regreso de Leal al debate público no puede comprenderse sin
considerar su situación jurídica y el parentesco que mantiene con el actual gobernador de
Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya, de quien fuera cuñado. La presión que parece
intentar ejercer sobre el entorno político de su expareja y su excuñado sugiere un intento
por blindarse ante la ley más que un genuino interés ciudadano.
En una narrativa que mezcla heridas personales con oportunismo político, Leal representa
un ejemplo elocuente del desgaste de los viejos cuadros del PRI que, al verse desplazados
por nuevas realidades políticas, recurren a estrategias de confrontación personal para
mantenerse vigentes. Su discurso ha abandonado la propuesta para instalarse en el
resentimiento.
EL OCASO DE UN POLÍTICO
A diferencia de Leal, su exesposa ha conseguido lo que él no pudo: convertirse en
gobernante de una ciudad emblemática como lo es el puerto de Tampico. Villarreal Anaya
no sólo ha vencido en las urnas; ha sorteado los embates de una oposición que muchas
veces se disfraza de fuego amigo.
Mientras tanto, Mario Leal continúa su cruzada virtual desde las sombras del descrédito. Y
aunque sus palabras alcancen eco entre ciertos sectores, los hechos que lo rodean —la
denuncia por corrupción, el oportunismo mediático, y las fracturas familiares llevadas al
plano público— lo colocan más cerca del archivo muerto que de una verdadera
reivindicación política.
Su tiempo, como el de muchos de los que naufragaron con el viejo régimen, parece haber
quedado atrás. Y por más que quiera volver a escena, su sombra no logra cubrir los
claroscuros de su pasado.