CONFIDENCIAL
Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA.
A propuesta de Morena y sus aliados, el Congreso del Estado convirtió a la Secretaría de Seguridad Pública en una especie de súper dependencia, con facultades que trascienden el ámbito estrictamente preventivo para adentrarse en lo administrativo, lo recaudatorio y lo normativo.
Mediante una serie de reformas a la Ley de Tránsito, el Pleno Legislativo otorgó a la SSP —que encabeza el general Sergio Hernando Chávez García— una batería de atribuciones que la colocan en el centro del control vial en Tamaulipas.
Desde ahora, la Secretaría tendrá bajo su tutela la supervisión y aplicación de la Ley de Tránsito, desplazando en los hechos a los municipios y concentrando en una sola instancia el diseño y ejecución de las políticas viales.
También se le faculta para implementar sistemas tecnológicos y licencias digitales, lo que le da control absoluto sobre las herramientas de fiscalización, al margen de la posible participación de otras instancias.
Así, además de vigilar, ahora podrá sancionar, cobrar y decidir en qué se gasta lo recaudado. Una facultad particularmente sensible es la de controlar los ingresos por multas de tránsito y destinarlos a la adquisición de equipamiento o a estímulos económicos para su personal operativo.
Por si fuera poco, tendrá también la capacidad de coordinar y autorizar puntos obligatorios de alcoholimetría, una medida que puede salvar vidas, pero que exige vigilancia estricta para evitar que derive en mecanismos de extorsión disfrazados de prevención.
Otra de sus flamantes atribuciones es el diseño de campañas de educación vial, algo que en el papel suena loable, pero que habrá que ver si realmente se convierte en una estrategia sostenida de cambio cultural o si quedará en una serie de carteles y eslóganes sin impacto real.
Además, se le confió la creación y administración de un registro estatal único de infractores, licencias y vehículos sancionados, lo que la convierte en una suerte de banco de datos con valor estratégico. Ese poder de cruce de información con otras autoridades deberá usarse con transparencia y no con fines discrecionales.
Como si eso no bastara, la SSP también podrá vigilar, evaluar y autorizar a las escuelas de manejo y a quienes intervienen en los procesos de expedición de licencias de conducir. En suma, el ciclo completo: formar, regular, sancionar y recaudar.
Con estas herramientas en mano, la Secretaría ya no tiene margen para excusas. El mensaje del Congreso es claro: le están apostando a una solución estructural al caos vial que impera en muchas ciudades del estado, particularmente en Ciudad Victoria.
Y esa es la gran expectativa: que esta transferencia de facultades se traduzca, en el corto plazo, en una reducción tangible de accidentes automovilísticos, en una mejor cultura vial, y en la profesionalización de los agentes encargados de aplicarla.
Porque lo cierto es que la inseguridad vial se ha convertido en un problema estructural. El parque vehicular crece, pero la vigilancia y regulación parecen moverse en cámara lenta. Las cifras de siniestralidad son escandalosas, y lo peor es que muchas de esas tragedias eran evitables.
La Guardia Estatal de Tránsito, anunciada hace meses con bombo y platillo, ha sido un fracaso. No cuenta con el equipo necesario, y sus elementos, lejos de imponer orden, han sido señalados por incurrir en prácticas corruptas.
Lo más preocupante es que buena parte de sus efectivos prefieren extorsionar a los llamados “carreros” —los que trasladan autos desde la frontera— antes que patrullar o prevenir accidentes en los tramos de mayor riesgo.
Ahora, con esta nueva arquitectura legal, la Secretaría de Seguridad Pública se convierte en juez, parte y recaudadora del sistema vial tamaulipeco. Por eso, la exigencia ciudadana debe ser clara: resultados medibles y verificables. Lo demás es simulación.
El Congreso fue generoso, incluso magnánimo, al dotarla de superpoderes. Pero el verdadero reto apenas comienza. Y ya no hay espacio para discursos: lo que Tamaulipas necesita son calles más seguras, menos muertos por imprudencia, y una policía que inspire respeto, no miedo.
ASI ANDAN LAS COSAS.