Cd. Victoria, Tam.- Desde los sótanos de la Casa Blanca se impulsa la idea de culpar a México (y su gobierno) por la cantidad de broncas que sacuden al país vecino en forma paralela.

Entre otras, (1) las revueltas populares en una veintena de ciudades por las brutales redadas antimigratorias, (2) el impacto económico causado por el terrorismo arancelario y (3) los barruntos de crisis constitucional ante los atropellos de Washington contra la soberanía de los estados. A lo que se suman (4) los conflictos internacionales, por la invasión rusa en Ucrania y la guerra de Israel contra Irán.

En el torbellino asoman cartelones, mantas, mensajes en redes, caricaturas, memes y quejas de la oposición demócrata que repiten machaconamente dos palabras (#KingDonald) convertidas en #TrendTopic.

Recuerdan con ello al rey GEORGE III (JORGE tercero) el autócrata contra el cual se alzaron en armas los independentistas acaudillados por WASHINGTON, JEFFERSON, ADAMS, FRANKLIN y HAMILTON.

El rey JORGITO era todo un caso. Arrebatado, caprichoso, tenía problemas de salud mental. Se dice que era bipolar, con frecuentes episodios de confusión, irritabilidad y alucinaciones. En la última década de su vida (1810-1820) fue incapacitado para el ejercicio del mando.

Lo recluyeron en el castillo de Windsor, aquejado de manías y una verborrea incontrolable que afectaban su identidad. De pronto decía ser un rey de Prusia, a lo cual sus médicos respondían con tratamientos brutales, ataduras prolongadas y camisas de fuerza. Tras años de confinamiento, deterioro físico y mental, murió ciego y sordo. En total abandono.

LAS TRECE COLONIAS

Este es el monarca demente al que los patriotas norteamericanos enfrentaron con éxito al librar su guerra de independencia cuya declaratoria data de 1776. El redactor principal de dicha carta, THOMAS JEFFERSON, dedica una parte sustantiva del documento a las maldades de JORGE tercero.

La lista de agravios empezaba denunciando al monarca como un tirano que decretaba impuestos (es decir, aranceles) de manera arbitraria y caprichosa (¿dónde hemos visto eso?).

Que además fustigaba a las instituciones regionales, intentando socavar el autogobierno de las colonias. Entorpecía asimismo la administración de la justicia, imponiendo su voluntad a los magistrados, al hacer que nombramientos y salarios dependieran de la voluntad real.

Intervino militarmente en las colonias (ojo) sin el consentimiento de las legislaturas locales, como un gesto de intimidación. Amén de extraditar a disidentes, enviándolos a cárceles extranjeras.

En la Gran Bretaña centralizó el poder, impuso la autoridad de la Corona frente al Parlamento y nombró ministros sumisos al control monárquico.

DISIDENCIA ECLESIAL

Había también entre los colonos agravios religiosos. El histórico viaje del barco Mayflower que en 1620 toca tierra en la bahía de Massachusetts para fundar la localidad de Plymouth, tuvo razones de orden piadoso al abandonar el viejo mundo.

La persecución emprendida por la Iglesia de Inglaterra contra las congregaciones separatistas autonombradas puritanas. Mito fundacional que sigue vivo en la conciencia estadounidense, porque descansa en un doble rechazo, contra poderes monárquicos y jerarquías clericales. Operar de manera autónoma al rey y a la Iglesia de Inglaterra. Y, de paso, al Papa de Roma.

Entre la fundación de Plymouth (1620) y la Carta de Independencia (1776), pasaron apenas 156 años. Lo cual se va a reflejar en los argumentos de JEFFERSON.

De dicho espíritu nace la llamada “segunda enmienda” en 1791 y su derecho a portar armas. Los colonos no confiaban en el Tratado de Paris (1783) que formalizó su separación del reino británico.
Pensaban que GEORGE III no cumpliría su palabra y podría contraatacar desde Canadá, donde había replegado al ejército inglés. Solo un río los separaba.

La desconfianza insurgente tenía varios motivos. La posibilidad de que el propio GEORGE WASHINGTON perdiera los estribos y quisiera convertirse en rey. En la memoria de los peregrinos estaba fresco el caso de OLIVER CROMWELL.

El rebelde antimonárquico que una vez llegado al poder se apropió del Estado bajo el título de “Lord Protector”. Magistratura máxima y vitalicia, con facultades para convocar y disolver parlamentos.

Los colonos, pues, querían estar armados contra el probable abuso del mando, el temor al regreso de las tropas británicas y su permanente disputa con los nativos, genéricamente llamados “pieles rojas”. Cheroquis, iroqueses, creeks y muchos más.

¿NUEVO REY?

El asunto viene a cuento hoy que DONALD TRUMP (1) declara la guerra a los “estados santuario”, convertidos en refugio de indocumentados, (2) ordena redadas de corte fascista, sin el menor respeto al debido proceso (3) emplea los aranceles como arma abusiva contra sus adversarios y (4) violenta el pacto federal, por encima de la autoridad estatal, empezando por California.

La respuesta ha sido esa etiqueta significativa y pegajosa. La de #KingTrump. Nos recuerda (en efecto) a la bestia destructiva de Hollywood (#KingKong). Pero también a la vocación autocrática, desmesurada y tiránica del viejo rey GEORGE III.

Buena parte de los agravios señalados por JEFFERSON contra el monarca psicópata de Inglaterra hace 249 años, le quedan justos a TRUMP. La concentración del poder, el atropello a la ley, el despotismo, las serias dudas que despierta su salud mental. Almas gemelas, #KingGeorge, #KingTrump.

BUZÓN: [email protected]

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