Columna especial Económica y Financiera.

Dr. Jorge A. Lera Mejía.

Investigador nacional Nivel 2 del Conahcyt. Línea de investigación Desigualdad, Migración y Remesas. [email protected]

Durante junio de 2025, la administración Trump intensificó las redadas y deportaciones de migrantes indocumentados en ciudades santuario como Los Ángeles, Nueva York y Chicago, bajo la consigna de ejecutar el “mayor programa de deportación masiva de la historia”. Esta ofensiva, impulsada por el propio presidente y su círculo cercano, incluyó la movilización de la Guardia Nacional y marines para reforzar la respuesta federal ante las protestas que estallaron en más de dos mil ciudades, con cerca de dos millones de estadounidenses marchando en solidaridad con los migrantes y en rechazo a la política migratoria.

Las manifestaciones, que comenzaron en Los Ángeles tras una serie de redadas, se extendieron rápidamente a otras urbes, incluyendo Nueva York y Chicago, convirtiéndose en el movimiento de protesta más grande desde el inicio del segundo mandato de Trump. Las ciudades santuario, conocidas por limitar la cooperación con las autoridades federales migratorias, se transformaron en epicentros de resistencia y confrontación política, tanto a nivel local como federal.

El estallido social y la presión política parecen haber forzado un giro en la estrategia de la Casa Blanca. Aunque Trump y su equipo insisten en mantener la línea dura migratoria, en los últimos días se ha observado una tendencia a relegar temporalmente el tema migratorio, desplazando el foco mediático y político hacia la escalada bélica entre Israel e Irán. Este cambio responde, en parte, a la «necesidad de contener la crisis interna y recuperar el control de la agenda pública».

En el plano internacional, Trump ha rechazado propuestas israelíes de acciones extremas, como el asesinato del líder supremo iraní, mostrando cautela para evitar una implicación directa de Estados Unidos en el conflicto, aunque continúa apoyando a Israel con interceptación de misiles y respaldo diplomático. Este posicionamiento busca equilibrar la presión de los aliados israelíes y la opinión pública estadounidense, cada vez más polarizada.

Sin embargo, este martes hizo mucho ruido la especulación sobre el posible uso del arma estratégica norteamericana conocida como la «bomba rompebunkeres», la GBU-57 que es una poderosa arma de EE.UU. que podría cambiar la guerra entre Israel e Irán.

El proyectil GBU-57 es una de las principales herramientas estratégicas de Estados Unidos y está en manos de Donald Trump, en caso de que decida intervenir en la guerra entre Israel e Irán.

Simultáneamente, Trump ha reactivado la guerra comercial, amenazando con imponer aranceles del 50% a las importaciones provenientes de la Unión Europea argumentando la falta de avances en las negociaciones comerciales y un supuesto trato injusto hacia Estados Unidos. Estas amenazas han generado incertidumbre en los mercados globales y han deteriorado aún más las relaciones transatlánticas, mientras la Unión Europea debate cómo responder ante la escalada proteccionista estadounidense.

China, por su parte, también ha sido blanco de amenazas arancelarias similares, con Trump advirtiendo la imposición de gravámenes adicionales del 50% si Pekín no revierte sus políticas comerciales, lo que ha elevado el riesgo de una «guerra comercial» de gran escala y ha llevado a China a buscar alternativas diplomáticas y comerciales fuera del eje Washington- Bruselas.

La Unión Europea enfrenta una doble presión: por un lado, el endurecimiento de las políticas migratorias estadounidenses ha tenido un efecto contagio, normalizando discursos y medidas restrictivas en varios países europeos, aunque el bloque mantiene diferencias internas sobre cómo abordar la inmigración y las relaciones con la administración Trump. Por otro lado, la amenaza arancelaria ha obligado a la UE a replantear su estrategia comercial y buscar alianzas alternativas.

Rusia observa la guerra entre Israel e Irán con preocupación, temiendo que la inestabilidad en Teherán derive en la pérdida de un aliado estratégico en Medio Oriente. Moscú evalúa la posibilidad de mediar en un acuerdo nuclear a cambio de concesiones estadounidenses en Ucrania, y percibe el conflicto como una oportunidad para desviar la atención internacional de su propia guerra con Ucrania en Europa del Este, además de beneficiarse de un aumento en los precios del petróleo.

China, en contraste, ha condenado abiertamente los ataques israelíes contra Irán y se ha posicionado como posible mediador de paz, buscando proyectar influencia en la región y contrarrestar la hegemonía estadounidense. La postura china resalta la creciente polarización geopolítica y la competencia por el liderazgo global en medio de la crisis.

En este contexto de crisis múltiples, se espera que:

  • La administración Trump continúe utilizando la migración y la seguridad nacional como banderas políticas, aunque modulando su intensidad según la presión social y mediática.
  • Las protestas en ciudades santuario podrían persistir o intensificarse si las redadas continúan, obligando a nuevas negociaciones entre gobiernos locales y federales.
  • La guerra comercial con la UE y China podría escalar, afectando cadenas de suministro y precios globales, mientras ambos bloques buscan diversificar mercados y alianzas.

En Medio Oriente, la posibilidad de una intervención directa de Estados Unidos sigue latente, aunque Trump parece inclinado a evitar una guerra abierta, favoreciendo el apoyo indirecto a Israel y la diplomacia de poder.

Europa, Rusia y China continuarán adaptando sus estrategias, buscando aprovechar las divisiones estadounidenses para fortalecer su autonomía y liderazgo regional.

En suma, la coyuntura actual revela una administración estadounidense atrapada entre crisis internas y externas, cuyas decisiones tendrán repercusiones globales en los próximos meses.