Reflector/Gilda R. Terán.
Teniendo en cuenta, que el suicidio es ya un problema de salud pública, y
diariamente hay noticias desoladoras de almas cautivas, atormentadas,
atribuladas, que se encuentran como atrapadas sin salida, que se quitan la vida,
para cortar de tajo momentos cruciales.
El Gobierno del Estado, a través de la Secretaria de Salud, accionó un pronto
auxilio, para ayudar en crisis y dar atención a personas que sufran algún
problema emocional que genere respuestas de alto impacto como el suicidio.
Es así como el Departamento de Salud Mental, de la Secretaria de Salud,
dispone para la población, el teléfono 8343121732 y ahora también el de “La
línea de la vida 800 911 2000”, una ayuda pronta atendidos por Profesionales
de la salud mental.
Vicente Joel Hernández Navarro, Secretario de Salud, ha indicado que esta
línea de ayuda son las 24 horas por los 365 días, es decir es en forma
permanente, este pronto auxilio no tiene fecha de caducidad para atender
incidencias.
Estas acciones se realizan coordinados con el Centro Regulador de Urgencias
Médicas (CRUM), el Servicio Nacional de Salud Pública, el Primer Nivel de
Atención y la Secretaría de Educación.
Sin duda alguna que el suicidio es un problema de salud pública, y es que
personas con afectaciones mentales, emocionales, espirituales, otras con
problemas sociales, económicos, amorosos, etc. recurren a esta salida, no hay
una causa única ni tampoco un grupo especialmente afectado, a la par países
ricos y pobres se enfrentan a un grave problema que se puede prevenir, tal y
como señala la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El impacto de este tipo de muerte, en las familias, amigos y comunidades es
devastador y de amplio alcance, desafortunadamente, a pesar del incremento
en investigación y conocimiento sobre este problema y su prevención, el tabú
y el estigma a su alrededor persiste y con frecuencia las personas no buscan
ayuda por sí solas.
Entre otros factores que contribuyen a la conducta suicida, pueden ser hechos
como los desastres naturales, la guerra y los conflictos armados destruyen el
bienestar social, familiar y la seguridad financiera y laboral de las personas,
tomando en cuenta el estrés que generan estas situaciones y su impacto en la
salud hace que muchas personas quieran acabar con su vida.
La muerte en esta forma es una tragedia; porque después de que ocurra es muy
difícil que el entorno de la víctima (padres, cónyuges, amigos, etc.) no se
hayan planteado si pudiese haber hecho algo más, si tiene cierta
responsabilidad, es un tránsito difícil y el duelo varía de una persona a otro,
hay que hacer esfuerzos en este terreno.
No se puede dejar de lado a los seres queridos de la persona que se ha optado
por esta salida, el suicidio es, probablemente, la muerte más desoladora que
existe, a los familiares, además del dolor de la pérdida, les queda con
frecuencia saber el motivo real del fallecimiento y el sentimiento de culpa
por lo que se pudo haber hecho y no se hizo.
“DIOS APRIETA, PERO NO AHORCA”.
Hay tiempos en que las aflicciones, tribulaciones y los sinsabores de la vida
cotidiana, pueden llegar a quebrantar nuestro paso por este viaje terrenal, pero
aun ante la adversidad podemos creer que todo pasará y saldremos
fortalecidos.
Y no es para menos; sentirnos desquebrajados ante los azotes emocionales,
ya que nos somos de barro, sino de carne y hueso, y en ocasiones estos
embates pueden llegar a fragilizar nuestro espíritu, pero tengamos presente
que “Dios aprieta, pero no ahorca!”.
En ocasiones la vida no es un “lecho de rosas”, sino puede parecer todo lo
contrario con golpes duros al corazón, donde humanamente creemos
desfallecer o encontrarnos en callejones sin salida.
Y es que es un hecho que cuando las circunstancias negativas nos
acompañan durante una larga temporada y no se marchan, y aun teniendo la
esperanza que todo pasará, es lógico que nos concibamos derrotados y con
déficit de fuerza para continuar adelante.
Algo que me queda claro es que la vida puede ser muy oscura en cualquier
momento, lo sabemos, tal vez lo hemos vivido, sin embargo, lejos de
claudicar, debemos de enfrentar, para elegir los mejores colores con los que
pintaremos nuestro horizonte.
Y es que consideremos que la vida es un constante vaivén, tratemos de
mantener el control en las situaciones más sutiles y más complejas y sobre
todo, no perder la fe de que todo pasará sin más.
Y cuando se presentan estos momentos en los cuales nos dejamos atrapar por
las turbulencias y somos arrastrados en el remolino de la negatividad, la
frustración o el desasosiego, permitiendo que nos engulla.
Pero tome en cuenta, que abandonarnos en la corriente no es la opción, porque
en el fondo sabemos que todo eso es pasajero, las tempestades no duran para
siempre, es la vida misma transcurriendo, poniendo a prueba nuestras fuerzas
y nuestra templanza, porque por más revuelto que esté el río, sabemos que en
algún momento se calmará y el agua cristalina volverá a verse.
“Con Jesucristo somos más que vencedores”.
Hasta la próxima
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