DESDE ESTA ESQUINA.
MELITON GUEVARA CASTILLO.
En este momento la presidenta Claudia Sheinbaum esta enfrascada en un problema con los
Estados Unidos: el problema es lingüístico, tiene que ver con las palabras, su significado,
así como el contexto en que se dan. En fin, la presidenta ya dijo, que no dijo, lo que dicen
que dijo: si invito a las movilizaciones por el impuesto a las remesas, pero no por las
redadas de migrantes. El caso es que, como dicen, toda palabra puede ser usado en tu
contra.
La palabra puede ser verbal o escrita. Por eso, en todos los países, se enseña a escribir y
pocas veces a hablar bien. Pero es un hecho que la palabra tiene relevancia: por algo, en un
tiempo, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en todas las licenciaturas se impartió
la materia: Comunicación oral y escrita. Claro, con mayor énfasis en las licenciaturas de
comunicación, periodismo, relaciones públicas, entre otras. Y cada uno de nosotros, bien lo
sabemos, en más de una ocasión, somos parte de una situación de conflicto por lo que
decimos o escribimos.
ES MI PALABRA.
En las relaciones humanas, sobre todo, en las interpersonales, hay muchos detalles que
magnifican o ponen de relieve el valor de la palabra. ¿Cuántas veces escuchamos o
decimos? Eres un mentiroso, estas equivocado, eres un demagogo, entre otras cosas. Y es
que, para muchos, la palabra es esencial en una relación sea de amistad o comercial. Es mi
palabra, y cuando hay de plano un conflicto, hasta se exclama: es mi palabra contra la tuya,
y luego, para zanjar el tema, no falta que alguien diga: papelito habla, es decir, un
compromiso firmado.
En este contexto la palabra es esencial. Por eso decimos: las palabras las tomamos de quien
vienen. Eso significa que, quien la pronuncia, tiene fama de ser un hombre de palabra;
significa que hay honestidad y transparencia, como aval. Es parte, sin la menor duda, de la
reputación o prestigio. Si dice algo y lo cumple… o como Fidel Velázquez, aquel líder
eterno de la CTM, que decía una cosa y luego decía que no, le presentaban la grabación y
exclamaba “es un truco”, me quieren engañar.
ADEPTOS Y CREDIBILIDAD.
Todos los seremos humanos nos comunicamos con la palabra, sea oral o escrita. Nos sirve
para trasmitir sentimientos, emociones, explicar situaciones y contextos. Sin embargo, creo
que, en la vida laboral o política, la forma de comunicar, nos lleva a determinar tipos: un
jefe puede ser democrático o autoritario; un compañero, solidario o enemigo. En este
contexto hay dos personajes que, por la palabra, pueden lograr sus propósitos laborales: el
político como el periodista, al menos así se explica en algunas clases universitarias.
El político, con sus palabras, busca ganar adeptos o simpatizantes, para que el día de la
elección voten por él. La cuestión, aquí, es que sus palabras tienen que ser dentro de un
contexto de promesas cumplidas; en caso contrario, quedara como un demagogo o un
mentiroso. Por eso, o algo, el político tiene fama de mentiroso. El periodista en cambio, con
su palabra, busca consolidar su credibilidad, puesto que eso hará que tenga mayor audiencia
o mas lectores o radioescuchas, televidentes.
TRUMP Y CLAUDIA.
La palabra se puede utilizar de muchas maneras. Y en política se usa, mas de las veces, para
atacar y en otros casos, para explicar. AMLO cuando fue presidente, por ejemplo, uso su
mañanera para explicar al pueblo las acciones de su gobierno; para atacar a sus enemigos o
señalarlos con índice de fuego como enemigos del pueblo, o más específicamente de la 4 T.
AMLO aprendió a dominar a su auditorio, a elaborar mensajes que llegan o que pegan… su
narrativa del poder fue un éxito.
Ahora observamos que, efectivamente, funciona eso de que, lo que diga puede ser usado en
su contra. Al menos, así lo hacen en contra de la presidenta, que ya no siente lo duro, sino
lo tupido de los ataques trumpistas. A estas alturas ya Claudia debería saber que Trump
dice una cosa y hace otra. De ahí, luego entonces, que ella misma tiene que revalorar sus
mensajes teniendo como punto de partida que es la presidenta, que, de sus acciones y sus
palabras, depende su buen gobierno y lo que puedan recibir sus ciudadanos. Ahí tienen el
caso de Gerardo Fernández Noroña, que se burlo de un senador gringo, republicano, y la
respuesta es que buscaran que el impuesto a las remesas sea el 5%.
En fin, creo que todos, pero todos, debemos cuidar nuestras palabras. Pero más, quienes nos
gobiernan.