Por Luis Enrique Arreola Vidal.
Hay derrotas que hacen ruido, y hay otras que, en silencio, sepultan futuros políticos.
Las elecciones de 2025 en Veracruz y Durango no solo marcaron el calendario electoral, marcaron un cambio de época.
Son un parteaguas, una advertencia disfrazada de resultado, una cuenta regresiva para quienes aún creen que el poder es eterno.
En Veracruz, Rocío Nahle se alza con el gobierno, respaldada por una aprobación del 57.9% según Demoscopia Digital.
A simple vista, parece una victoria sólida. Pero el mapa político cuenta otra historia.
Morena y sus aliados apenas ganaron 84 alcaldías, mientras la oposición —fragmentada, desorganizada, pero indignada— se impuso en 127.
No fue un triunfo de la oposición; fue una rebelión contra Morena.
Y si hubieran ido en coalición, el desenlace habría sido aún más fulminante.
El guinda se desteje, no por falta de votos… sino por exceso de decepción.
En Durango, donde el “hijo incómodo”, Andrés Manuel López Beltrán, alias “Andy”, intentó operar como heredero del poder presidencial, Morena tocó fondo.
Solo el 20% de los votos fueron para el partido oficial. Movimiento Ciudadano sorprendió con 28%, y la alianza PAN-PRI aplastó con 46%.
Ese no fue un resultado: fue un veredicto popular.
El pueblo no eligió a la oposición; repudió a quien lo traicionó.
El Voto de Castigo ya Comenzó, y Tamaulipas Está en la Mira
En Tamaulipas, la señal es aún más clara.
El gobernador Américo Villarreal es el peor evaluado del país, con una aprobación de apenas 32.6%, según La Jornada. Último lugar. Fondo del barril.
Un gobierno sin dirección, con funcionarios más ocupados en cuidarse las espaldas que en dar resultados, navega a la deriva mientras la tormenta se acerca.
¿Y cuál es el verdadero músculo de Morena? Lo vimos en la elección federal para la renovación del Poder Judicial: solo el 12.57% del electorado participó, unos 10.2 millones de ciudadanos.
Eso es lo que Morena logra movilizar sin estructuras clientelares ni presiones institucionales.
Es su voto duro, sí… pero también su techo de cristal.
Morena ya no arrastra multitudes; arrastra sospechas.
Mientras tanto, la oposición —incluso desarticulada— ha demostrado que puede ser vehículo del hartazgo.
En Tamaulipas, ese hartazgo se respira en la calle, se escucha en los cafés, se murmura en las plazas. Y se va a gritar en las urnas.
Lecciones del Cementerio Político.
La historia no es generosa con los gobernantes sordos. En Coahuila, los Moreira creyeron que el poder podía heredarse como una finca familiar.
La realidad los desmintió.
El poder no se hereda, se refrenda. Y cuando se abusa de él, se paga con intereses.
A Américo Villarreal aún le queda tiempo. Pero no mucho. Si insiste en confundir lealtad partidista con compromiso ciudadano, su 2027 será su Waterloo.
Y quien venga —ya sea su hermana, su delfín o su peor enemigo— vendrá no a continuar, sino a cobrarle la factura.
Porque así es la política mexicana: un juego de sobrevivencia donde el poder no se transfiere, se arrebata.
Y el primero en irse suele ser quien no supo ver que ya estaba solo.
¡Una Última Llamada, Gobernador!
Como tamaulipeco, deseo que le valla bien, porque si a usted le va bien le va bien a Tamaulipas y a los Tamaulipecos.
Le deseo es que reaccione antes de que sea tarde. Que escuche, que limpie su gobierno de mediocridad y complicidades, que gobierne para todos, no para unos cuantos.
Pero si se hunde, no lo hará solo. Lo hará arrastrando consigo la esperanza de millones.
No deje que el ocaso de Morena sea también el suyo.