Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz

Decía Manuel Blanco que la literatura y el periodismo son hermanas, pero al parecer, entre
estas dos, el periodismo es la hermana pobre, o la bastarda cuando la literatura se encuentra
con la filosofía y la historia, disciplinas que se plantean elegantes en su estudio, no así el
periodismo que es más oficio que ciencia.
Cuando Rosario Castellanos hablaba del ejercicio periodístico lo reconocía como un
don, distinto a la literatura, que requiere disciplina y compromiso, que demostró tener al
publicar en Excélsior 500 columnas desde 1963 hasta su muerte en 1974.
En el texto introductorio del libro “El uso de la palabra” reconoce la dificultad que
representó aprender escribir en este género, señala a Julio Scherer como el impulsor y
consejero para que ella se volviera una colaboradora de Excélsior. Un espacio donde hablaba
de diversos temas, analizados con una mirada aguda, polémica y en ocasiones irónica,
oscilaba entre el texto literario y el ensayo crítico.
Su ejercicio periodístico es extenso, pero poco leído, Brenda Margarita Macías Sánchez
dice al respecto: “los editores de las antologías Juicios sumarios (1966), Mujer que sabe latín
(1973), El mar y sus pescaditos (1975), y más adelante en sus Obras completas, decidieron no
publicar estos textos como parte sustantiva de su obra intelectual porque el periodismo de
Castellanos se consideraba “arte menor”. No es hasta el 2004 que CONACULTA empieza a
publicar los tres tomos de su obra periodística, no solo la de Excélsior sino también la que se
encontraba diseminada en una variedad de revistas y periódicos de la época, se editó bajo el
título “Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos”, y en el 2024 se reedita
bajo el sello de FCE y la UNAM.

Ya en 1987 se había publicado “El uso de la palabra”, con un prólogo de Emilio
Carballido que describía muy de cerca a Castellanos como una mujer callada, solitaria, cuyo
único vínculo con los escritores y su grupo con el que se reunía a menudo era el gusto por los
libros. José Emilio Pacheco solía decir sobre la labor periodística de Castellanos que “cuando
se relean sus textos se verá que nadie en este país tuvo una conciencia tan clara de lo que
significa la doble condición de mujer y de mexicana, ni hizo de esta conciencia la materia
misma de su obra, la línea central de su trabajo. Naturalmente, no supimos leerla”.
Diana del Ángel escribió en un artículo de la revista “Letras Libres” acerca de la
colaboración de Castellanos en el semanario La Nación órgano oficial del Partido Acción
Nacional que dirigía un amigo escritor muy cercano al grupo de los 8 del que formaba parte
Rosario, aunque existen algunos artículos firmados con su nombre, de temas diversos como el
voto a la mujer o un análisis del “Llano en llamas”, existe una colaboración permanente desde
1953 a 1955 de una columna de crítica teatral firmada por Antígona, seudónimo que según
revelaría Emilio Carballido muchos años después, era el que Castellanos usaba para escribir
de teatro, haciendo un total de 86 columnas. Antígona reseña 98 puestas en escena, “Con un
tono que va del humor a la ironía mordaz, Antígona analiza tanto el texto dramático como la
actuación y la dirección, sin dejar de lado la escenografía, el vestuario y las reacciones del
público”.
Se dice que es la ironía la forma más precisa que Rosario Castellanos encuentra para
comunicarse con el mundo, siendo una mujer tímida, burlarse del mundo y de ella misma fue
un recurso para poder criticar lo que le rodeaba. Ella no elige el activismo, la protesta, el
enfrentamiento si no la palabra, su herramienta infalible para influir en su entorno. Rosario es
ante todo una mujer que comprende rápidamente que las ideas se pueden divulgar y contagiar
a través también del periodismo.
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