CONFIDENCIAL

Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA.

                                                                           

En política, como en la vida, las heridas mal cerradas suelen supurar tarde o temprano. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en la bancada morenista del Congreso del Estado, donde un viejo conocido ha decidido romper la disciplina partidista y abrir fuego, aunque sea con silenciador.

Se trata de Armando Zertuche Zuani, diputado reelecto por Reynosa y, hasta hace poco, integrante disciplinado de la llamada Cuarta Transformación. Hoy, sin embargo, se ha convertido en el primer gran dolor de cabeza interno para su propio grupo parlamentario.

Zertuche no es un improvisado. Tampoco un agitador sin causa. Es un político de formación académica sólida, con experiencia parlamentaria y una oratoria que lo distingue entre sus pares. Pero también carga con una historia que el morenismo preferiría olvidar.

En 2021, hizo historia al convertirse en el primer legislador de Morena en presidir la Junta de Coordinación Política del Congreso local. No fue una designación natural. Venció resistencias internas, sobre todo la línea partidista que prefería a “Pepe” Braña, el sobrino presidencial.

El respaldo del entonces alcalde de Madero, Adrián Oseguera Kernion, fue clave para su ascenso. Pero la política es ingrata, y más aún cuando se olvidan los compromisos adquiridos. A los pocos meses, un golpe maestro del PAN —con la ayuda de diputadas morenistas— lo despojó del poder y lo mandó al ostracismo parlamentario.

Desde entonces, Zertuche ha sobrevivido políticamente, pero a todas luces está resentido. La diputación no le basta. Quiso ser alcalde, pero no lo dejaron. Buscó otras posiciones, pero lo relegaron. Ahora, su trinchera es la resistencia interna.

En las últimas semanas, su voto ha sido incómodo. Se ha opuesto, con voto de abstención, a dictámenes impulsados por sus propios compañeros. Ha evidenciado, sin ambages, su inconformidad con el trato recibido. La rebelión no es estruendosa, pero sí evidente.

El coordinador de la bancada, Humberto Prieto Herrera, tiene frente a sí una bomba de mecha lenta. No se trata sólo de contener un voto discordante, sino de evitar que la insatisfacción de Zertuche contagie a otros legisladores inconformes que hoy callan… pero observan.

La historia legislativa de Tamaulipas está plagada de fracturas internas que terminaron en derrotas. El PRI lo vivió. El PAN lo padeció. Ahora, Morena empieza a probar ese veneno que se inocula desde adentro, lento pero eficaz.

La diferencia es que hoy la oposición es poco menos que ornamental. No tiene liderazgo, ni narrativa, ni estrategia. Aún con grietas, el morenismo conserva el control. Pero eso no significa que pueda darse el lujo de ignorar los síntomas.

Porque más allá del equilibrio numérico, lo que está en juego es la imagen de unidad que el partido necesita proyectar de cara al 2027. Y en eso, cada fisura importa. Incluso una tan personal como la de Zertuche.

El diputado de Reynosa puede que no tenga los votos para cambiar mayorías, pero sí tiene el colmillo y el talento para sembrar dudas, exhibir errores y provocar que otros se animen a seguir sus pasos. En la política interna, eso vale oro… o dinamita.

Por eso, si Morena quiere llegar fuerte a la próxima sucesión gubernamental, hará bien en apagar el fuego antes de que se propague. No basta con ignorar a los inconformes. Hay que escucharlos… o neutralizarlos.

Porque si algo ha demostrado la historia, es que las grandes derrotas no siempre llegan desde el frente enemigo. Muchas, las más letales, nacen en casa y aplauden con los mismos colores.

ASI ANDAN LAS COSAS.

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