DE PRIMERA ……LA DAMA DE LA NOTICIA
POR ARABELA GARCIA …….
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ANGEL ES UN JOVEN MATAMORENSE
En Tamaulipas —y en México en general— hay una extraña forma de premiar la excelencia: se
castiga. Ganas competencias nacionales, representas al país en el extranjero, entrenas como reloj
suizo… y como agradecimiento, te cancelan la beca. ¿Por qué? Porque no actualizaste tu
“currículum”. Así, con burocracia de chiste, silencian el talento.
Este no es un caso aislado. Es el retrato habitual del desprecio institucional por el deporte. El
protagonista hoy es Ángel Eduardo García Núñez, un joven tamaulipeco que debería ser orgullo
estatal y nacional, pero que ha sido empujado —literalmente— a rifar productos y pedir apoyo en
redes para cumplir con su sueño de representar a México en el Panamericano de Brasil y en el
Mundial de Grecia.
Y sí, ese mismo México que lo necesita para presumir en competencias internacionales, es el que
le da la espalda cuando toca apoyarlo.
Una beca que desaparece, pero el cinismo se queda
Ángel ganó en 2022 y 2023 la Olimpiada Nacional. Ha estado en tres Panamericanos. Entrena de
lunes a sábado, cinco horas al día. No tiene beca de su escuela. Su única fuente de apoyo era el
Gobierno de Tamaulipas, vía el INDE. Pero desde septiembre de 2024, nada.
¿Por qué? Porque no subió sus datos a tiempo. O eso dicen. Porque, vamos, ¿quién controla en
México con precisión quirúrgica las bases de datos? Pero cuando se trata de cancelar apoyos, ahí
sí hay eficiencia suiza.
Estamos hablando de 60 mil pesos, que no es ni el 0.00001% del presupuesto estatal. Pero para
Ángel, es la diferencia entre viajar a competir o vender boletos para una rifa en la esquina. ¿Y
dónde está ese dinero? Porque si no está en manos de los atletas, alguien lo está guardando muy
bien.
Sí, lo decimos claro: si no lo tiene Ángel, ¿quién lo tiene? ¿A qué cuentas se transfieren esos
fondos “no ejercidos”? ¿Dónde se desvían esos apoyos cancelados? Porque no desaparecen. En
México, el dinero no se esfuma: se lo traga la estructura.
Deporte de discurso, no de presupuesto
La narrativa oficial es preciosa: “humanismo”, “transformación”, “primero los jóvenes”, “deporte
para todos”. Pero al ras de suelo, donde están los atletas, no hay ni pista para correr. Solo
abandono.
El INDE Tamaulipas, en manos del licenciado Manuel Virués, ha intentado —según dicen— hacer
lo posible. Pero lo posible no alcanza sin presupuesto. Y si el director no tiene con qué apoyar,
entonces, ¿qué dirige? ¿Una oficina o un PowerPoint?
El municipio de Matamoros ha sido todavía más elocuente: ni siquiera finge que le importa. Cero
apoyos. Ni un boleto de avión, ni una chamarra con la bandera. Nada. Solo papeles, firmas, “te
llamamos”.
Y no olvidemos el nivel nacional. La CONADE, que durante años fue un símbolo de esperanza, hoy
es sinónimo de recorte, mal manejo y opacidad. Ana Gabriela Guevara, quien prometió
transformar el deporte, terminó hundiéndolo en la peor crisis de respaldo institucional. Y ahora
llega Rommel Pacheco, con sonrisas y promesas recicladas, diciendo que hará que “el deporte sea
accesible para todos”.
¿Con qué dinero, Rommel? ¿Con qué becas? ¿Con qué dignidad, si tus antecesores dejaron el
deporte como un terreno baldío lleno de facturas impagadas?
Un país que obliga a sus atletas a mendigar
La historia de Ángel no es solo triste. Es insultante. Porque no se trata de un caso aislado, sino de
un patrón perverso: los deportistas mexicanos no solo deben entrenar como élite mundial,
también deben convertirse en vendedores, promotores, diseñadores de camisetas, y hasta
gestores de donaciones.
Porque el Estado, que debería asegurar lo mínimo, les quita hasta lo que han ganado con sudor.
Y entonces, la pregunta es simple: ¿Quién se está quedando con el presupuesto del deporte?
Porque mientras los atletas hacen colectas para subirse a un avión, los funcionarios viajan en
primera clase, presumen eventos en redes sociales y se sacan la foto con los deportistas que
sobrevivieron al abandono.
A esos mismos deportistas que nunca apoyaron.
No le roben su sueño a Ángel. No nos roben el orgullo de tener atletas que aún creen en este
país.
Hoy, Ángel tiene boletos para Tlaxcala y Brasil no por el gobierno, sino porque su madre, amigos y
vecinos han puesto el cuerpo, la fe y la cartera para que no se le cierren las puertas del mundo.
Y eso, en cualquier país serio, debería dar vergüenza.
Porque si el deporte mexicano depende de rifas y boteos…
entonces no tenemos política deportiva, solo una mala administración de limosnas.
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